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La segunda temporada de La Voz US, consagrada al talento musical latino en Estados Unidos, ha sido ocasión para subrayar el histrionismo, la gracia y los conceptos musicales o artísticos de los cuatro coaches: los boricuas Luis Fonsi y Wisin, la mexicana Alejandra Guzmán y el colombiano Carlos Vives, los mismos que animaron la primera temporada.
Nacida de la necesidad de reconocimiento de la comunidad latina en Estados Unidos, y también de los imperativos de tal mercado, La Voz US ha ganado notable audiencia en el mundo de habla hispana, y también en Cuba, a punto tal que el premio monetario al ganador se ha duplicado de la primera temporada a la segunda.
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Tenaz ha sido la lucha de los cuatro coaches en la etapa de Las Audiciones a Ciegas, sobre todo en el momento en que más de un juez giró la silla y el concursante tiene que decidir a qué tutor elige para seguir avanzando.
Es precisamente en esta etapa donde ha brillado la elocuencia, la cultura y la sensibilidad del colombiano Carlos Vives, independientemente de que, por otras razones inherentes al mismo show, no siempre es Vives quien resulta elegido por el concursante.
Con el margen de posible error que implica seleccionar a un intérprete solo por su voz, pues el futuro coach está de espaldas, Vives ha ejercido su amplio conocimiento musical para decidir las voces que quiere en su equipo, y en el intento por seducir al concursante ofrece breves clases magistrales de cultura musical especialmente para el público latino que consume este show.
Da gusto, y realmente emociona, ver el respeto amoroso con que Carlos Vives trata la cultura originaria, las tradiciones y los géneros musicales que cada concursante manifiesta. Y así, puede reconocer que venezolanos y colombianos son la misma cosa, declarar su amor por la música puertorriqueña y cubana y sus conocimientos de sus principales géneros, o reconocer, con efusividad, la necesidad de que los latinos en Estados Unidos tengan siempre presente sus raíces e identidad.
Es posible que el deseo de hacer rock y trabajar con una mujer los lleve al equipo de Alejandra, que la afinidad con la música urbana y el pop los guíe hasta Fonsi y Winsin, pero ojalá que ninguno de ellos olvide las lecciones de El Patrón (como le llaman los otros jueces) sobre el modo de vivir en la música inevitablemente conectado con quién eres y de dónde vienes, y sobre todo con los recuerdos de cuáles fueron las canciones que aprendiste de sus antecesores.
Vives ha sido capaz hasta de dar una breve serenata con tal de convencer a los nuevos talentos para que formen parte de su equipo. Y precisamente la serenata es, por ejemplo, uno de los muchos elementos a los que él alude en tanto se trata de iconos culturales conocidos y compartidos por todos los países latinoamericanos de habla hispana.
En otro momento, cuando participó un cubano, que explicó procedía de Camagüey, en sus comentarios Vives aludió incluso a la magia de los tinajones de esa provincia cubana, un elemento turístico que suponemos poco conocido por alguien que no sea cubano, y que indica el amor auténtico que siente el artista por las costumbres y la cultura de nuestros pueblos de América Latina, Cuba incluida, por supuesto.
Es cierto que se trata de un show televisivo, y una competencia de talentos al que no hay que pedirle poco más que no sea espectacularidad y entretenimiento. Pero si Vives nos regala cultura, autenticidad y amor por los propio, pues habrá que agradecerle su empeño por dignificar el show y elevar su nivel intelectual y reflexivo.
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