Europa sigue descolocada frente al castrismo y pretende usar a Trump para justificarse

La vieja Europa, aquejada por conflictos internos varios y la fragmentación política, sigue instalada en un discurso erróneo frente a La Habana.

José Borrell, Comisario europeo de Exteriores y Díaz Canel © Periódico cubano
José Borrell, Comisario europeo de Exteriores y Díaz Canel Foto © Periódico cubano

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Este artículo es de hace 4 años

El Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) ha marcado un gol en Bruselas, con un discurso medido, que ha puesto en un brete a José Borrell y su equipo, acostumbrados a lidiar temas de la isla con fórmulas caducas de Guerra Fría y encantados de tener a Donald Trump en la Casa Blanca para -imitando a los castristas- congelar cambios, amparándose en la hostilidad norteamericana.

Los cubanos Elena Larrinaga de Luis, Alejandro González Raga y el democristiano Yaxys Cires Dibb, los tres del Observatorio, acudieron a Bruselas apostando por el reconocimiento del diálogo entre Europa y La Habana, pero rechazando el enjuague de "democracia de partido único" y advirtiendo a sus interlocutores que no caigan en la tentación de poner a la oposición cubana a elegir entre Donald Trump y el Viejo Continente.


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La Habana -que no debe tener todo el pescado vendido en Bruselas, pese a los esfuerzos notables del bloque de la izquierda por aliviar la presión diplomática, evitó esta vez la chusmería y su representante Heidy Villuendas hizo un discurso mentiroso cuidando las formas, incluso a la hora de referirse a cubanos opositores presentes y ausentes.

¿Si Cuba es esa maravilla de respeto a la legalidad que proclamó Villuendas, cómo es posible que no haya ratificado ya los Pactos de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que firmó en 2009 para comprar tiempo político?

Los 121 presos políticos, las prohibiciones de entrada y salida de Cuba a un número de sus ciudadanos, las retenciones intermitentes de opositores, activistas y periodistas independientes, y los intentos de criminalizar a cubanos anticastristas atribuyéndoles delitos comunes, desmienten la oratoria de Heidy Villuendas, por mucho que se empeñe en imitar a su tocaya de los Alpes y evitar las arremetidas de la malvada Fräulein Rottenmeier, un personaje más de la OCLAE, que de la diplomacia.

¿Por qué la Unión Europea, si realmente está convencida de las bondades de una democracia de partido único y hegemónico, no conmina a las autoridades de la isla a ratificar dichos pactos sobre Derechos Humanos?

Pero la apuesta del OCDH no se limitó a mostrar respeto por el diálogo con Cuba, promovido desde Bruselas en una secuencia de piruetas de difícil explicación, sino que aportó también datos sobre la carencia y vulneración de Derechos Sociales en la isla que -hasta ahora- y jaleada por Europa ha antepuesto temas como la educación y la salud pública a la libertad, pluralidad política y derechos humanos.

Sin dudas, una apuesta arriesgada para el OCDH porque asume la posibilidad que el ala radical de la oposición cubana intente descalificar su postura con epítetos de grueso calibre, que es la técnica más habitual entre cubanos post Zafra de los Diez Millones; pero que ha colocado a los políticos e instituciones europeas -especialmente a los de izquierda sectaria- en un dilema entre su conciencia, su responsabilidad y sus afanes antinorteamericanos y procastristas.

El OCDH no pretendió poner en jaque a Bruselas con un discurso duro y frentista, como los de La Habana y alguno de sus opositores, sino que reconoció explícitamemente, el derecho de Europa a diseñar su política hacia Cuba, pero sin dejar de tener en cuenta que es un estado fallido y la dictadura más antigua de América Latina.

Uno de los interlocutores socialistas reconoció que el matiz introducido por el OCDH en su diálogo con Europa puede tener un relativo coste político, aunque, aún desde la moderación, han colocado sutilmente la pelota en Bruselas, dijo a CiberCuba un funcionario de la Unión Europea, conocedor del toma y daca bilateral.

Para mayor complejidad, los cubanos opositores no excluyeron a ninguna fuerza política europea en su ronda de contactos, previa a las intervenciones de Larrinaga de Luis y González Raga ante el plenario, donde denunciaron la represión castrista, con énfasis en la situación de los más desfavorecidos: ancianos, niños y mujeres empobrecidos.

El Viejo Continente no acaba de definir una política sensata con respecto a Cuba y los conocedores de los entresijos de Bruselas no las tienen todas consigo porque José Borrell ha cambiado la tradición y se ha rodeado de una guardia pretoriana en la Comisión de Relaciones Exteriores, en la que no ha incluido a políticos no socialistas, como venía siendo habitual en los equipos plurales de sus antecesores.

La crisis cubana no admite más aplazamientos ni maniobras de despiste -entre otras razones. porque apostar a que el tardocastrismo prefiera Europa a Trump y seguir actuando como rehenes de las empresas del Viejo Continente con intereses en la isla puede desembocar en aquel mal sueño, cuando Barack Obama abrió el juego con Raúl Castro y Europa se quedó con la carabina al hombro.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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