En septiembre de 2019 el gobernante Miguel Díaz-Canel acuñó uno de los eufemismos por los que será recordado algún día. Dijo que el país atravesaba una situación coyuntural resultante de ciertos faltantes de combustible (culpa del enemigo, como no podía ser de otro modo) pero que, coyuntural al fin, la crisis sería derrotada una vez más por el gobierno revolucionario cuando el próximo mes llegara, ay, un barco.
¿Una alocución nacional, con todas las estaciones, canales, prensa nacional e internacional avisadas, para informar de un período tan finito como de un mes hasta el otro? Algo sonaba podrido.
Si un barco navegante por los mares del mundo podía solucionar de golpe la situación coyuntural, y si lo haría en solo un puñado de semanas, ¿a qué tanto alboroto?
Han pasado siete meses. El barco llegó, atracó, descargó su panza de petróleo. Y la coyuntura se quedó. De hecho, muta. Como la materia, es capaz de mudar de forma sin jamás desaparecer. Ahora mismo, es algo así como una coyuntura de jabón.
La Ministra de Comercio Interior Betsy Díaz aseguró recientemente que, al menos hasta abril, no podrá satisfacerse la demanda de productos de higiene a escala nacional. “Han estado faltando en enero, no vamos a tener todavía satisfecha la demanda ni en febrero ni en marzo”, dijo Betsy frente a cámaras, y sugirió que para abril “esperaban” ir estabilizando la producción.
Esperaban. Abril. Esto se cuenta y no se cree. Que hablamos de higiene personal, muchachos del Comité Central. Estos nos son splits ni lavadoras. Esto es necesidad básica, elemental, primaria. Usted puede no tener tarjetitas magnéticas ni televisores 4K, pero diablos, pasta de diente, jabón, ¿cómo se le dice eso a un país?
Pues así, con la tranquilidad que emana de tener autoridad sin responsabilidad, esa delicia patentada por el régimen cubano. Porque la inefable Betsy Díaz tiene autoridad para informar que las cosas están en falta, y para informar, también, que a partir de abril “se espera” que empiecen a aparecer de vez en vez. Pero no cargará con la responsabilidad en caso de que esto no se cumpla y aún en septiembre próximo anden los cubanos con los dientes a medio enjuagar.
Nada es más ridículo que un plazo ofrecido sin la presión de hacerlo cumplir. Y en eso Cuba va sobrada de experiencia.
El Período Especial se supo cuando se anunció, pero no cuando terminó. Ni siquiera si terminó alguna vez. Nadie podría jurar que no se vive, en este segundo, la tercera década de ese período. ¿Quién presionó alguna vez a Fidel Castro para que concluyera eso que anunció como un período? Los mismos que hoy presionan a Díaz-Canel por su coyuntura de límites vaporosos. Es decir, nadie.
En momentos en que la engrasada maquinaria propagandística grita hurras por el empleo del Interferón alfa 2B cubano para combatir el Coronavirus en China, los cubanos no tienen diazepam. Por tener, comienzan a no tener siquiera quienes los fabriquen: hace un mes, revelamos en CiberCuba el despido de 150 especialistas y técnicos de laboratorios farmacéuticos en La Habana.
Gas licuado, harina, condones, pañales desechables, galletas, cemento, ladrillos, decencia: la orgía de faltantes se perpetúa como una danza macabra por la que nadie explica, ni renuncia, ni se siente responsable.
Pero la crisis era coyuntural, nos contaba Miguel Díaz-Canel siete meses atrás. Y esto comienza a parecerse demasiado a un Período Especial al que de tanto quedarse, le terminamos cogiendo cariño.
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