La sicóloga española Celia Arroyo publicó recientemente un texto periodístico en el cual define lo que ella nombra "duelo migratorio", conformado en parte por una especie de desazón que padecen algunos emigrados españoles radicados en otros países de Europa. Nos inspiramos en el tratado de la ilustre sicóloga, pero lo adaptamos a las condiciones de los cubanos que viven fuera de la Isla.
La primera recomendación para atravesar la crisis de gorrión es reconocerlo como necesario, de vez en cuando, pues según considera Arroyo se tratar del empeño del emigrado por “preservar su identidad y proteger su autoestima”, y la nostalgia profunda, o gorrión, pone a prueba el equilibrio emocional del sujeto y le permite hacer una catarsis positiva. A continuación, 10 mitos que incentivan el duelo migratorio:
1. El mito de la emigración idealizada: Algunos cubanos que viven en la Isla suelen suponer que afuera existe una especie de paraíso de abundancia y oportunidades, y el choque con la realidad puede provocar traumas causados por las complejidades de adaptarse a otro país, otra cultura y hasta otro idioma. Si no le va todo lo bien que suponía, se convierte en potencial víctima del gorrión.
2. El mito de renunciar a tu cultura: “Quise esconder mi alma, pero se me ve”, dice una canción cubana. Y algunos emigrados evitan juntarse con sus compatriotas para tratar de asimilar las nuevas circunstancias. Son precisamente ellos quienes pueden ayudarte a entender el contexto e incluso compartir experiencias y nostalgias en tu idioma, con una manera de pensar seguramente muy cercana a la tuya.
3. El mito de En Cuba se quedó mi corazón: En todas partes se puede bailar con Van Van o comer plátanos fritos. Y cada exiliado se llevó consigo no solo sus recuerdos sino también alma, corazón y vida para trasplantarlos en otro lugar. Hay que saber entender que los amigos y familia que se quedaron en Cuba pasan por experiencias de las cuales el exiliado participa lejanamente, si acaso. Y esa distancia es inevitable, hay que aceptarla a un nivel racional y emocional. Habrá que luchar para que no se alargue la distancia afectiva.
4. El mito del eterno extranjero: Algunos emigrados que dominan el idioma, la cultura del país de acogida, y gocen de reconocimiento laboral y social, chocan de pronto con la certeza de que siempre serán extranjeros. Pero este es un sentimiento inherente al emigrante, y solo se combate mediante la creciente adaptación al nuevo contexto, y enfocándonos en las ventajas, en lo que hemos logrado.
5. El mito del gorrión dañino: No hay que huir del congrí ni del plátano frito, ni de Lágrimas negras o de las imágenes del palmar y el cañaveral, ni prohibirse volver a ver Fresa y chocolate. Son iconos de cubanía que siempre serán necesarios para conectarte con tu identidad intransferible. No es dañino idealizar lo cubano si se tiene claro que estamos idealizando, que el cielo es azul en todas partes y los plátanos maduros fritos saben igual en Marianao o en Toronto.
6. El mito de Ulises que regresa a Ítaca: Pudiera generar una crisis emotiva tremenda reconocer que el emigrante, cuando decide volver, ya no es la misma persona que cuando se marchó. Y sus amigos y familiares también cambiaron. Nunca se debe regresar a Cuba, o a Ítaca, esperando reencontrar a una Penélope imposible, porque la decepción y la tristeza serán inevitables. Quienes se fueron nunca deberían pensar la Isla de la misma manera, y tratar de reencontrar intacto el sitio donde estaba su hogar.
7. El mito de la Isla como nido de certidumbres: La vida práctica, cotidiana, en los países de acogida suele estar colmada de fluctuaciones y dudas, y en ese momento, inconscientemente, recuerdas el barrio, tu casa, tu escuela, donde un puñado de cosas importantes se daban por descontado, estaban seguras. Ese el momento de hacer la famosa lista de logros y fracasos de la vida personal en cada uno de los contextos, siempre recordando que el país de origen dejó de ser, hace años, el que tú dejaste en el pasado.
8. El mito del emigrante nostálgico: Cecilia Arroyo, la sicóloga mencionada antes, asegura que “tras superar los obstáculos asociados a la migración, esta se expande, se llena de nuevos tonos y matices, se descubren colores hasta el momento desconocidos, recursos psicológicos inexplorados, que sin duda contribuirán a aumentar la autoestima y la satisfacción personal”. De modo que es una falacia lo del emigrante atrapado por los recuerdos y la nostalgia.
9. El mito de la nostalgia que paraliza: Es imposible dejar de extrañar algo o alguien, incluso sensaciones, olores, comportamientos, ambientes, voces, canciones, etc. etc. Pero si te aplicas a construir una vida en presente, desde el aquí y el ahora, aparecerán nuevos deslumbramientos que puedes perderte pensando en aquella Cuba que ya no existe. Se impone reconocer cuán inevitable resulta recordar las pequeñas cosas que ya no tienes o no están. Solo tienes que acostumbrarte a vivir con esas pérdidas y que tu mirada para ver el pasado nunca obnubile la expectación por habitar el mañana.
10. El mito de Ni de aquí ni de allá: Cuando vives fuera de Cuba, y regresas a la Isla, sueles colocarte en crisis con tu país de origen (porque ya no es lo que era) y con tu país de acogida (donde tus raíces nunca serán tan fuertes). La manera de tratar de evitar este vacío consiste en desarrollar tus proyectos de vida en el nuevo contexto, sin olvidarte nunca de quién eres, de dónde vienes… de modo que logres ser de aquí y de allá, sin negar ninguna de las dos pertenencias. Porque David Torrens sabe que uno puede estar o no de acuerdo con su modo de ver el exilio.
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