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El Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, visita Bielorrusia, a la que pretende usar como una Cuba soviética frente a Putin, pero su gira incluye también a Ucrania, a Kazajstán y Uzbekistán, donde inquietará, además, a China por sus intereses en la zona de Asia Central, que perteneció a la URSS.
Bielorrusia y Cuba comparten regímenes dictatoriales y relaciones parecidas de buena sintonía con el Kremlin, pero la diplomacia norteamericana quiere explorar la opción de mejorar sus vínculos con antiguas repúblicas soviéticas, como parte de una estrategia que inquiete a Vladimir Putin.
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Aprovechando el parecido político entre La Habana y Minsk y la latitud geopolítica de aquella Cuba con la Bielorrusia actual, La Casa Blanca tanteará a Bielorrusia, necesitada de inversiones y negocios con el extranjero, además de conseguir que se suavicen las críticas a su sistema político, indicó una fuente diplomática norteamericana.
Lukashenko no ha roto con Moscú, pero si ha enfriado el clima bilateral, abriéndose a Occidente y Estados Unidos, al que acaba de elogiar en la persona de Pompeo "por tener el valor de venir a Minsk".
La visita de Pompeo a Bielorrusia es el primer contacto de alto nivel entre ambos países desde 1994, cuando el entonces presidente norteamericano Bill Clinton visitó a Alexander Lukashenko, el hombre fuerte de la "dictadura más antigua de Europa", que nunca emprendió las reformas impulsadas por Mijaíl Grobachov y aprovechó la independencia de Moscú para afincarse en el poder.
La escala en Ucrania tampoco ha pasado desapercibida para los analistas porque ocurre en medio del juicio político (impeachment) a Donald Trump, en el que los demócratas intentan usar la vía Kiev para desalojar de la Casa Blanca a su actual inquilino, antes de las próximas elecciones presidenciales, en noviembre próximo.
Además de Bielorrusia y Ucrania, Pompeo visitará Kazajastán y Uzbekistán, dos antiguas repúblicas soviéticas, enclavadas en el Asia Central, donde China tiene intereses declarados e intenta influir en su histórico forcejeo con Moscú, pero Beijing tampoco ve con buenos ojos la llegada del Secretario de Estado norteamericano a ambos países.
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