Ministro de Economía de Cuba defrauda en su análisis para 2020, cuando el imperio contraataca

Alejando Gil se mueve entre las costuras de la camisa de fuerza planificadora y el enemigo imperialista

Alejandro Gil Fernández © Granma
Alejandro Gil Fernández Foto © Granma

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Este artículo es de hace 4 años

Las expectativas han quedado defraudadas. La culpa siempre es del bloqueo impuesto por Estados Unidos y, en todo caso, los dirigentes de la economía no tienen responsabilidad alguna del estado y evolución de la misma. Punto. Este fue el magro resultado de la comparecencia en Mesa Redonda del Ministro de Economía de Cuba, Alejandro Gil Fernández.

Pero nada de eso es cierto. Washington lo que ha hecho ha sido retornar a un escenario con el que ya convivieron los dirigentes castristas, antes de que Obama aplicase las medidas de descongelación de las relaciones bilaterales.


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El regreso a la situación anterior no supone más que aceptar que en aquellos años, cuando el petróleo llegaba de Venezuela a raudales, poco importaba si se sancionaba a las compañías de transporte o de seguros, o si no llegaban los cruceros cargados de turistas. E incluso, yendo un poco más atrás en el tiempo, cuando la subvención soviética inundaba la isla en plena Guerra Fría, nadie en Cuba hacía referencia, ni se acordaba, del embargo del que Fidel Castro se mofaba en sus discursos.

El análisis del comportamiento de la economía cubana por el ministro Gil parte de un concepto erróneo, que lógicamente distorsiona el resto del argumento; si en vez de obsesionarse con las medidas de EE. UU. se dedicara a resolver realmente los problemas internos y externos de la economía, que son muchos y cada vez más, otro gallo cantaría.

El problema del combustible sigue siendo grave, como reconoció el ministro. Pero este problema se viene produciendo desde 2016 cuando Venezuela dejó de enviar las cantidades comprometidas con La Habana, dejando a las autoridades castristas sin margen para comprar petróleo en los mercados internacionales, al carecer de crédito financiero para ello. Con menos petróleo, es imposible seguir haciendo lo mismo, dada la elevada dependencia que tiene la economía de este combustible, porque no se prestó atención. durante 60 años, a las energías renovables, en las que Cuba podría ser una potencia mundial.

La falta de petróleo lastra la economía en todos sus sectores y actividades productivas, lo mismo que otras adversidades como tornados y ciclones, lo que distorsiona el eterno plan de la economía, pero esto ya es bien conocido y, una vez más, las previsiones ni se han acercado a los resultados reales.

Edificio en ruinas en La Habana / Foto CiberCuba

El ministro no ofreció datos sobre el crecimiento experimentado por la economía durante 2019 para evitar el fiasco del análisis de 2018, cuando tuvieron que revisar las cifras a mediados del ejercicio al aparecer datos que no se habían tenido en cuenta en las primeras estimaciones. En todo caso, y sin dar cifras, para el ministro, “no decrecer en un contexto como el actual, tiene mérito”, si bien reconoció que se podía haber crecido mucho más, y todo ello, insisto, sin ofrecer ni un solo dato. Una forma poco profesional de presentar el balance de una economía, de la que ofreció algunos datos positivos que conviene matizar:

1.- La construcción de más de 40 mil viviendas y se crearon condiciones para avanzar. Según algunas estimaciones, en Cuba existe un déficit próximo al millón de viviendas por la parálisis del sector durante décadas.

2.- La llegada de más de 4 millones de visitantes internacionales. Si, pero el objetivo que abrazaban los empresarios hoteleros para este año estaba en 5 millones, y lo han tenido que revisar a la baja, una vez más.

3.- Crecimiento en telecomunicaciones con seis millones de líneas celulares. Pero incluso en este sector, buena parte de la rentabilidad se marcha al exterior, tanto en equipamiento como en servicios.

El panorama del año pasó, otra vez, por las eternas situaciones de escasez de determinados surtidos, casualmente los que previamente se había sometido a precios topados, una práctica que desarrolla el gobierno de forma esporádica, cada vez que los precios se aceleran. No se llegó a un “período especial”, a partir del verano, pero la economía ha estado cerca.

Grande es el temor a un estallido social por culpa de la inflación, al estilo de los regímenes autoritarios de América Latina, y los cubanos suelen estar más acostumbrados a la escasez y el racionamiento. Llevan en ello 60 años, “resistiendo” y resolviendo. Nada dijo, sin embargo, el ministro de por qué incrementaron los salarios nominales en el sector presupuestado. Nos quedamos con ganas de conocer su opinión.

Llegados a este punto, el ministro presentó el plan de la economía como un “escenario en el que moverse” y “no como una camisa de fuerza”, aludiendo con ello a un nuevo concepto de planificación que abre la posibilidad de entender la planificación sin directivas específicas ni límites, mediante la participación de los trabajadores de las empresas.

Me satisface que califique el plan viejo como “camisa de fuerza”. Varias generaciones de cubanos le habrán dado toda la razón. Esa camisa de fuerza creada por Fidel Castro, Che Guevara o Raúl Castro es la que sirve para controlar políticamente la población. Nada que añadir. Del nuevo modelo, en el que tiene grandes expectativas, tan solo dijo “se dieron los primeros pasos y poco a poco se debe avanzar en este proceso”.

El objetivo del plan es crecer el 1%. Conviene recordar que la estimación de CEPAL para la economía cubana en 2020 se situó en un 0,5%, así que ya se verá quién acierta, porque la distancia es grande.

En cualquier caso, el ministro dice que la principal novedad del nuevo diseño del plan es “involucrar a los trabajadores”. Mal asunto, cuando el embargo ya no admite más ataques, en ese caso situar a los trabajadores como responsables directos de los seguros incumplimientos, es un riesgo en un país donde no existen sindicatos libres, ni negociación colectiva o diálogo social. Ya se verá.

Para crecer al 1% el ministro apuesta por “el concepto del ahorro” que, en su opinión, “no significa renunciar a los niveles de actividad, sino hacerlo de manera más efectiva”. Apostar por la eficiencia en la gestión empresarial no es mala idea, pero hay que hacer algunas previsiones antes.

Es difícil que una economía, como la cubana, que opera con muy bajos niveles de utilización de capacidad productiva en la mayoría de sus actividades y sectores pueda ahorrar en el uso de recursos. Y segundo, no menos importante, sin inversiones en modernas tecnologías que cuestan dinero y se tienen que importar es difícil mejorar la eficiencia productiva. Por lo tanto, esa idea de “ahorro” se tiene que revisar antes que cause daños de difícil arreglo.

Si de verdad se quiere que la gente tenga sensibilidad y capacidad para dirigir, buscar soluciones; no gente que pida más, lo que tienen que hacer el gobierno es devolver la propiedad de los recursos a los cubanos y sentar las bases de un nuevo marco para el ejercicio de derechos de propiedad privada y libre empresa.

Eso si que genera sensibilidad y capacidad de dirigir, motivación, beneficios, riqueza, empleo y prosperidad. Y no andar perdiendo el tiempo con las majaderías comunistas de la planificación.

El otro eje de la política económica para crecer es la exportación (en rubros tradicionales como el ron, tabaco y azúcar, la miel y el carbón) entendida por el ministro, como “la única fuente genuina de ingreso en divisas”, que se une a la financiación que acarrea deudas que se tienen que pagar. ¿Hace falta recordar a Don Alejandro quién fue el responsable directo de la desaparición del azúcar como motor de la economía cubana?

Además, su alegato de que hay que luchar contra la “mentalidad importadora” que parece haberse extendido entre las empresas estatales cubanas, debería llevarle a preguntar a que se debe y si encuentra la respuesta podría atajar un problema que tiene difícil solución.

El ministro debe saber que si la previsión de crecimiento de las exportaciones se sitúa en solo un 3,7%, como anunció en la Mesa Redonda, que se vaya olvidando de las divisas que necesita. Ese aumento se lo comen los precios de las importaciones y al final todo queda en nada, porque el objetivo debe ser la relación real de intercambio.

Dejar que las divisas queden en las empresas para garantizar sus necesidades tampoco es una buena idea, por mucho que las empresas abiertas al exterior pertenecientes al conglomerado del ejército y seguridad del estado se lo hayan exigido en la negociación. Jugar con fuego es muy peligroso, porque se pierde el control de los fondos, de entrada y de salida.

Además, pienso que es igualmente peligrosa la afirmación realizada de que “hay que darle prioridad a la exportación, aunque haya demanda interna”. En cualquier país que haya apostado por la exportación como variable para el crecimiento, el ejemplo de Vietnam y el arroz, lo primero que se ha hecho es atender las necesidades internas y cuando la producción es superior, se exportan los excedentes, pero lo primero siempre es lo primero.

Los excedentes se exportan cuando existen; si no hay no se pueden vender. Convendría preguntar a los vietnamitas cómo lo consiguieron. Desde luego no fue “haciendo un inventario por territorios de los renglones exportables”. Eso es perder el tiempo. Eché de menos referencia a las exportaciones de servicios profesionales. Ni una palabra.

Nuevos hoteles / Foto Cibercuba

El tercer eje es el turismo, donde se quiere crecer pero, sobre todo, en relación con la producción nacional. El ministro quiere acabar con el esperpento que contemplan los turistas en los hoteles cuando abren la bolsa de azúcar para el café y leen que está hecho en Brasil. El asunto es cómo reducir las importaciones destinadas al turismo, y de forma simultánea aumentar las producciones nacionales destinadas al sector, cuando la hostelería en Cuba está en manos de grupos internacionales (españoles) que operan a escala global con cadenas de valor que buscan la combinación óptima de costes y calidades.

Además, se quiere aumentar la financiación al productor nacional con entidades estatales no bancarias, como Finatur, para que pueda atender las necesidades del turismo. El ministro debe saber que lograr esa vinculación no es una cuestión de dinero, porque 40 millones de dólares sirven de bastante poco, sino de modelo económico. Y en concreto, en el ámbito agropecuario, la tierra tiene que alcanzar dimensiones y escalas eficientes que permitan obtener precios competitivos, así como servicios de logística modernos y eficientes. Hay que trabajar en ello.

El cuarto eje expuesto por el ministro es el encadenamiento de las empresas con la inversión extranjera, otro ámbito especialmente relacionado con los derechos de propiedad.

Eché en falta la referencia a que ese encadenamiento tenga lugar para todos los agentes económicos cubanos, sin distinción. El ministro se refirió a “la industria nacional”, pero en su mente estaban solo las empresas estatales del conglomerado del ejército y seguridad del estado, como las que operan en el Mariel a las que se permite retener un 50% de las ganancias en divisas.

En ningún momento se pensó en los encadenamientos de la inversión extranjera con los pequeños emprendedores privados que operan en el ámbito de los servicios de la economía, o con los productores agropecuarios independientes. En este ámbito, donde el régimen comunista no quiere perder el control de la economía, vuelve a existir un “apartheid” económico vergonzante entre cubanos, que actúa como un bloqueo interno al despliegue de las potencialidades de la economía.

En quinto lugar, el ministro anunció profundas transformaciones en la empresa estatal, pero al igual que en el resto de puntos tratados, se quedó a medio camino. La descentralización en la asignación de divisas no cabe duda que beneficia a las empresas del conglomerado militar y de seguridad del estado abiertas al exterior, pero qué duda cabe que puede acabar generando más problemas para el conjunto de la economía nacional si se pierde el control de las divisas que entran al país para su utilización en otros ámbitos.

Esa batalla de poderes entre los militares empresarios y la burocracia comunista empeñada en mantener prioridades “como la salud y la educación” va a ser muy interesante dentro del régimen castrista en los próximos años.

Otro ejemplo ha sido la proclama relativa a la “necesidad que existe de empresarios, la captación y preparación de cuadros, y crear condiciones para que actúen como tales”, al tiempo que el sector estatal se gestiona de otra manera. En concreto, el ministro aludió a las 28 medidas aprobadas a fines de 2019, que van en la línea de autonomía y autogestión, señalando que estas facilidades se utilizan poco. El ministro debe saber que la toma de decisiones en una cultura altamente jerarquizada como la comunista de Cuba exige mucho más que reglamentos y normas publicados en la Gaceta Oficial.

Por último, y respecto al asunto fundamental del ordenamiento monetario que ya empezó mediante experimentos de ventas en CUC con el cambio en CUP, el ministro volvió a insistir en que está en una fase avanzada de estudio, sin precisar más sobre su implementación definitiva, con más sombras que luces en este importante asunto. Nos quedamos defraudados.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Elías Amor

Economista, Miembro del Consejo del Centro España-Cuba Félix


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