Cuba: 61 años y más patrás

Cuba y el año bisiesto que acaba de arrancar.

Tienda de venta de Moringa en La Habana © CiberCuba
Tienda de venta de Moringa en La Habana Foto © CiberCuba

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Este artículo es de hace 4 años

Cuba entra con el pie izquierdo en el año bisiesto de 2020, con índices de pobreza y desigualdad escamoteados por la prensa anticubana pagada por el Buró Político del PCC, con el viejo comodín del enemigo imperialista como causa de todos sus males, mejor conectada al mundo a través de redes sociales, menos turistas, 124 presos políticos en sus cárceles, y con un gobierno miedoso, que tiene un discurso voluntarista e irreal.

La nomenklatura comunista, incluida la casta verde olivo, los cubanos con familiares en el extranjero y/o negocios privados, y los desamparados son las clases sociales predominantes en Cuba, dolarizada por decreto y a la espera de una nueva tasa de cambio que redefina el valor del peso cubano frente al dólar norteamericano y firme el acta de defunción del CUC.


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Algunos hijos y nietos de la casta han dado rienda suelta a sus pasiones en las redes sociales y ninguna coincide con Estudio, Trabajo y Fusil, sino con la ostentación típica de nuevos ricos. No hay nada más ridículo que un pobre harto de pan. Los pequeños empresarios privados luchan contra vientos y mareas del poder y sus agentes corruptos, pero son la vanguardia económica de la Cuba de pasado mañana y los desamparados, que son mayoría, se debaten entre la indolencia oficial y su pobreza crónica.

El útil enemigo imperialista ha revertido el embullo Obama, ha colocado en la mirilla a la familia hegemónica y a empresas y grupos económicos militares; pero el golpe principal -que diría Raúl Castro- ha venido esta vez de la vieja Europa que ha sido la región con menos turistas a la isla en 2019. La culpa no es solo de Donald Trump, sino también de una errónea política turística liderada por Manuel Marrero Cruz, premiado con el cargo de Primer Ministro, en una operación de calado para que sea el caballo de Troya de los tecnócratas verde olivo en el Palacio de la Revolución.

Marrero Cruz deberá armonizar su fidelidad a Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, a quien debe todo, y su guara con el consorcio español Meliá, que le ha dado instrumentos útiles de gestión, desde que compartieron días de vinos y rosas en Holguín y Varadero; y sujetar las travesuras aeronáuticas del niño porque la política también es imagen, Don Manuel, y aparecerse viajando en jet ejecutivo mientras muchos cubanos luchan diariamente algo en lo que montarse para llegar a su trabajo o algún otro lado, es una bofetada insultante.

Ya sabemos que el socialismo cubano no es igualitario, pero fueron ustedes quienes se encargaron de vender esa burra aspiada al pueblo trabajador; y esos elementos de la dulce vida en manos de los adversarios internos pueden resultar demoledores. Low profile, cercanía fingida con el pueblo -a la vez que uno se acostumbra a las mieles del poder, suele sentir rechazo por la masa sudorosa y noble-, y no perder de vista jamás las señas del coach de tercera base, el general Amadito, que lo ha puesto a usted en sus oraciones; ah, y darle entretenimiento y palucha al jefe para que esté contento. No hay más receta para ser un buen primer ministro.

Aunque ya ha rectificado, el Ministerio de Turismo decidió -a raíz del aumento de turismo norteamericano- inflar los precios de manera irreal y sin correspondencia con el nivel de servicios en la isla y esa combinación alejó al mercado tradicional, que tiene otras playas donde lo tratan mejor y cobran menos. En 2021 habrá que medir la intensidad del humo en la industria sin chimeneas en el año que recién comienza y que será de reacomodo a la realidad y recuperación.

Los baños de realidades son reiterados en el gobierno cubano -que provoca constantemente terapias de ducha fría- como demuestran las últimas declaraciones de Díaz-Canel y los espasmos twiteros de Bruno Rodríguez.

Dice el presidente que liberar las fuerzas productivas no implica privatizar, olvidando que los agricultores privados -aún atenazados por el absurdo comunista- generan ya más del 50% de las producciones cubanas de arroz, frijoles, maíz, leche, frutales, vegetales y hortalizas. Los productores agropecuarios privados son los que más importaciones sustituyen por la lógica eficiencia en sus explotaciones, mientras que el desastroso sistema estatal de granjas y acopio sigue bailando en tiempo de boleros.

Dice el canciller que 2019 fue un año de victorias. Don Bruno, debería usted levantar el pie del acelerador victorioso, pues con otro año como el que acaba de pasarles, pueden adelantar la derrota final.

El miedo instalado en el Palacio de la Revolución tiene dos síntomas claros: 124 presos políticos, retenciones arbitrarias en estaciones policiales y en los propios domicilios, y el discurso político que es una síntesis expresiva de Don Ramón Grau San Martín y Don Mario Moreno "Cantinflas".

Habrá que calcular un día cuánto ahorro se produce con la modalidad presos temporales en su propia casa, el Ministerio del Interior debería habilitar un presupuesto para compensar a los reprimidos el gasto en luz y agua con tantas horas de encierro forzoso y vigilado.

Carece de sentido temer a 124 personas en un país de once millones, pero Cuba es un teatro desmesurado de máscaras sonrientes y mohínas; y el poder no se fía ya ni de su sombra porque parte de los actores son miembros de la guara, la subguara y aledaños, incluidos los gusañeros, que es la arcilla fundamental del tardocastrismo.

Raúl Castro sacó sus propias conclusiones de la Primavera Árabe y, aun cuando fue derrotado por la poderosa burocracia comunista y se apartó a un segundo plano, que es su pasión más persistente, quiere dormir tranquilo en la dacha de Mayarí hasta que la muerte los separe.

En 2020, que es el año previo a la jubilación oficial de Castro Ruz en el Partido Comunista, los bandos que pugnan por el control de la transición económica primero, política después, jugarán sus cartas con las dagas escondidas bajo los manteles de palacio; pero con inevitables encontronazos entre burócratas comunistas y tecnócratas verde olivo. Los unos querrán amortiguar el golpe del capitalismo de estado, los segundos sueñan con hacerse Putin caribeños y para eso vienen trabajando desde aquella vez que Julio Casas Regueiro y Luis Pérez Róspide abrieron el primer chiringuito de lo que hoy es GAESA.

Parece todo claro, pero no sabemos aún qué hacer con el compañero Machado Ventura, el hombre que inyecta el aparato partidista para que permanezca firme sin desbocarse. Mercedes López Acea y Víctor Gaute López parecen los mejores posicionados para suceder a Machadito en esa ardua tarea de controlar el rebaño comunista, pero los nuevos tendrán la ventaja de no tener que estar vigilando a Ramiro Valdés Menéndez con el rabillo del ojo porque el artemiseño está en lo que mejor se le da, útil hasta después de muerto.

De todas formas, la doctora Graciela Pogolotti, avisó en su último artículo: "Urge reparar lastimaduras en el plano de la ética. (...) La brecha entre ricos y pobres se agiganta con un pensamiento cada vez menos inclusivo. En ese batallar por nosotros y en favor de valores solidarios, está también nuestra razón de ser".

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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