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La economía cubana 25 años después del "Período especial"

No ha existido una política económica coherente, de modo que la economía ha estado dando vueltas sobre el mismo escenario de baja eficiencia y productividad, desmotivación y lo que es peor, desorientación. Se han perdido 25 años cruciales para afrontar los retos de la nueva economía global del siglo XXI.

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Este artículo es de hace 4 años

Si se echa la vista atrás para analizar la evolución de la economía de Cuba desde los tiempos del "Período especia"l, allá por 1994 hasta el presente, no se observan hitos o cambios importantes que merezcan ser destacados. Es más, cualquier analista de este período podría formular preguntas de fáciles respuestas: ¿Han hecho las autoridades todo lo posible? ¿Se ha perdido realmente todo este tiempo? ¿Hay alguna forma de medir esa inercia?

Desde la crisis económica, provocada por el derrumbe del Muro de Berlín y el final de los subsidios de la extinta URSS, la mayoría de los sectores productivos de la economía cubana, salvo contadas excepciones, han permanecido paralizados, sin experimentar los necesarios avances en producción y empleo que garanticen su sostenibilidad.

La economía cubana se ha atrasado en estos años, y ni siquiera la aventura del petróleo venezolano, que empezó a flaquear en 2016, ha servido para mejorar la estructura productiva. No han aparecido nuevos sectores o actividades capaces de generar riqueza, ni se ha producido la necesaria concentración de actividades que permita conseguir la escala eficiente de la producción y la competitividad.

La conclusión es que no ha existido una política económica coherente, de modo que la economía ha estado dando vueltas sobre el mismo escenario de baja eficiencia y productividad, desmotivación -y lo que es peor- desorientación. Se han perdido 25 años cruciales para afrontar los retos de la nueva economía global del siglo XXI.

El repaso por sectores, no deja dudas al respecto. En el ámbito agropecuario, el estado ha permitido a los agricultores privados arrendar tierras a largo plazo, pero esta solución para paliar la escasez de alimentos no ha servido para modernizar las principales producciones, ni para estimular su crecimiento hacia los mercados de consumo. El sector agropecuario cubano no se ha podido adaptar a las necesidades y tendencias del mercado, debiendo afrontar, periódicamente, situaciones absurdas de precios topados, que impiden a los productores obtener beneficios de su trabajo.

Incluso, las autoridades han llegado a fijar impuestos a los agricultores por dejar las tierras sin cultivar, pero el abandono de muchas explotaciones y las notables diferencias en las condiciones de vida y bienestar social entre el mundo rural y el urbano, han supuesto que el agro cubano sea un rotundo fracaso.

En energía, el agujero principal de la economía, a pesar de la prospección realizada en aguas del Golfo de México con algunas empresas extranjeras, los problemas se han agudizado de tal modo, que durante el presente año las autoridades se han visto obligadas a imponer medidas de recorte del consumo que no se veían desde los tiempos del "Período especial". Las inversiones en renovables ni se concretan, porque los inversores extranjeros no entienden la fórmula de negociación que exige el régimen para sus proyectos en la isla. La dependencia energética del exterior ha aumentado de forma insostenible.

En la industria, el ajuste silencioso de empresas no rentables ha provocado una notable desaparición de las mismas, y en contra de lo que habría sido necesario para mejorar su funcionamiento, el régimen no ha sido capaz de consolidar posiciones en el exterior y las empresas se han visto obligadas a depender de la intervención directa del estado en sus balances, por medio de la recaudación no tributaria y los subsidios a la producción, lo que altera los precios relativos y acentúa el control político.

El régimen no ha desarrollado un solo plan para internacionalizar la economía cubana, salvo la venta de servicios de profesionales y médicos y -ante la ausencia de un espíritu innovador y emprendedor, hasta hace poco tiempo proscrito en la economía cubana- no ha sido posible la incorporación a la cadena de valor global a nivel internacional, ni tampoco aprovechar las oportunidades que se ofrecen de la apertura de una economía al exterior.

Los datos relativos a la industria son los que mejor reflejan el retroceso de la economía. Según ONEI, el índice general de producción industrial con base 100 en 1989, se sitúa en 2018 en 67,7, lo que indica un descenso de más de un 30% de la producción a lo largo del período analizado, que es mayor si cabe aún en la fabricación de bienes de equipo, donde el índice actual es 6,9% y en los bienes intermedios, que desciende hasta 35,1%. Resultados de este calibre confirman que la industria cubana está funcionando bajo mínimos.

Más fácil ha sido orquestar la crítica continua hacia el embargo de EEUU, al que se culpa de todos los males, sin reconocer que Cuba mantiene relaciones comerciales y financieras con otros 187 países, sin más límites que los derivados de su oferta productiva. Esta situación es responsabilidad exclusiva de las autoridades, del estado, que posee el control sobre los activos productivos y no permite que la economía pase a ser dirigida por la iniciativa privada, como en el resto del mundo.

El estado cubano, omnipresente en todos los sectores y actividades, no ha sido capaz de facilitarles el desarrollo del potencial de los distintos sectores y actividades productivas de la economía, sino que ha sido un lastre de ineficacia que ha impedido a la economía funcionar más y mejor.

Hace un cuarto de siglo la economía cubana empezaba a remontar, con no pocas dificultades, la caída del 42,8% del PIB en 1990, cuando se dejaron de recibir los subsidios soviéticos. Nadie había pensado en ese escenario anteriormente, de modo que el shock causó notables daños a la débil estructura productiva. Aquel año, 1994, el PIB aumentó de forma modesta, tan solo un 0,1%, e inició una senda de recuperación muy lenta, que no alcanzó los niveles anteriores al shock hasta 2005*, 12 años después.

Por supuesto que han cambiado algunas cosas, y su enumeración podría desbordar los objetivos de este trabajo, pero de lo que no cabe duda es que la economía ha conseguido protagonizar el debate económico y político en la actualidad. En los tiempos de Fidel Castro, esos asuntos pasaban a un segundo plano. Se implantaba el cultivo del café en zonas donde jamás se podría cosechar, o se apostaba por la vaca lechera Ubre Blanca, o se decidía la construcción de una central nuclear en un lugar concreto sin estudios técnicos previos, o así, y nadie podía cuestionar las decisiones irracionales del máximo líder.

En 1994, con Fidel Castro al mando, todavía Cuba se encontró con decisiones directas del dirigente comunista que, muy en contra de su criterio, no tuvo más remedio que aceptar la doble circulación de monedas, la apertura al turismo y la inversión extranjera o el endeudamiento privado internacional. Desde el punto de vista económico, el "Período especia"l supuso la derrota económica de la revolución castrista y el comienzo de una nueva etapa de pragmatismo en lo económico.

En 2019, los problemas siguen, e incluso van a más. No existe financiación externa, porque el sector azucarero fue reconvertido a comienzos de siglo XXI, lo que supuso su práctica desaparición. Las dos monedas en circulación han entrado en crisis, como consecuencia de la acelerada dolarización de transacciones provocada por la escasez de divisas del régimen. Las inversiones extranjeras no consiguen alcanzar los objetivos planteados y las exportaciones se mantienen en niveles inaceptables, como consecuencia de la escasa competitividad de la oferta productiva. Los desequilibrios, interno y externo, se mantienen e incluso con proporciones elevadas en términos de PIB. Los principales sectores productivos se encuentran paralizados porque el estado no puede asumir la dirección eficiente de los mismos.

Las infraestructuras apenas atraen el capital inversor necesario para su reposición y mantenimiento. La crisis energética se hace estructural, permanente. No existe un solo espacio económico que permita alguna satisfacción, excepto las remesas que envían las familias del exterior para paliar las difíciles condiciones de la vida en Cuba o los ingresos de turismo procedentes de los viajeros de la comunidad cubana en el exterior.

Por vez primera en décadas, se está produciendo un aumento del nivel de desigualdad económica que, a la larga, llevará a las autoridades a adoptar medidas parecidas a otras ya puestas en marcha en tiempos pasados.

Mientras tanto, la economía informal avanza, se desarrolla y por mucho que el régimen intenta poner coto a sus actividades, muestra que todavía existe en Cuba, después de 60 años de totalitarismo marxista en la economía, un espíritu emprendedor que muchos países quisieran para si.

Y con esta debilidad estructural, la economía cubana tiene que afrontar con urgencia los retos de la economía internacional. Para ello, carece de una estrategia solvente, y la única referencia el “Plan estratégico con horizonte en 2030” no es otra cosa que un enunciado de objetivos carentes de concreción y poco viables. Tampoco el gobierno ha sido capaz de atraer la participación social y el consenso hacia sus medidas, que tienen el carácter de impuestas para amplios sectores de la población.

Es por ello que se necesita abordar reformas profundas del sistema económico que no se pueden dilatar por más tiempo. Hay que apostar de forma decidida por un nuevo marco jurídico en que se puedan ejercer libremente los derechos de propiedad y la libre empresa para todos los cubanos, sin excepciones. Hay que poner a funcionar todos los mercados, incluido el laboral, para mejorar la eficacia del funcionamiento de los precios y asegurar los suministros de bienes y servicios y un adecuado encadenamiento con el área productiva de la economía. Hay que liberalizar la inversión extranjera, sin más controles que los que impiden el blanqueo de capitales procedentes de actividades delictivas, y la tierra así como todos los factores de producción, deben pasar a ser mayoritariamente de los agentes privados para facilitar su crecimiento, consolidación y mejora de escala.

El estado debe configurar una gobernanza democrática apostando por un sistema fiscal justo, asignación de bienes que el mercado no suministra de forma eficaz y lograr un crecimiento estable. No hay otra solución a la vista. Soslayar este modelo o aplicar parches no ha dado resultados en estos 25 años y no lo va a dar en los próximos.

Espero que esta demanda sea escuchada aunque tengo pocas expectativas de que así sea. Lo malo es que ya no se puede perder más tiempo y hay que actuar. La inercia puede conducir a una situación mucho peor.

* Y ello con polémica, ya que en 2005 el régimen exigió que se aceptase un crecimiento anual del 11%
que se mantuvo en revisión por organismos internacionales como CEPAL, por las dudas que arrojaba el
mismo.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Elías Amor

Economista, Miembro del Consejo del Centro España-Cuba Félix


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