La “fuente llorona” de Santiago de Cuba

La Fuente de los Cien Chorros o Fuente de Chorros de Cristal, nunca consiguió ser aquello que diseñaron originalmente los ingenieros. El pueblo de Santiago aún espera poderla disfrutar.

Fuente de los Cien Chorros o Fuente de Chorros de Cristal © José Roberto Loo Vázquez / CiberCuba
Fuente de los Cien Chorros o Fuente de Chorros de Cristal Foto © José Roberto Loo Vázquez / CiberCuba

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Este artículo es de hace 5 años

“Nos vemos más tarde en la fuente llorona”, le escuché decir a una joven en una guagua. Dándomelas yo de saber las curiosidades patrimoniales de la ciudad y pensando que se trataba de un nuevo proyecto, le pregunto indiscreto: “Mi cielo ¿qué fuente es esa de la que hablas?”.

Me responde: “¿No sabes cuál es la «llorona», en serio no sabes? La fuente del coppelia, la de los chorros, la que bota tanta agua para afuera que cuando la encienden parece una mujer llorona… y de las que llora a mocos caídos”—y sonríe de forma burlona.


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La Fuente de Chorros de Cristal

Para el jolgorio por el medio milenio de fundada la villa colonial de Santiago de Cuba, se erigieron numerosas obras en la ciudad, algunas muy abrazadas por el pueblo, como su fresco y mal llamado malecón, la peatonalización de la calle Enramadas y la Fuente de los cien chorros.

La prensa oficial la llamó “la primera fuente del país de chorros de cristal”. También la consideraron “un regalo muy esperado por los santiagueros”, “capaz de enviar simultáneamente el agua y la luz, lo que ofrecerá en los atardeceres y las noches un espectáculo singular”.

Sí que fue un espectáculo ver cómo se botaba el preciado líquido en medio de una de las más intensas sequías que había experimentado la urbe en los últimos años. También fue insólito ver cómo las personas, sin tener ese elemento vital en sus hogares, se metían con cubos a coger un poco de agua. Se cuenta que hubo alguien que hasta ahí se bañó.

La fuente diseñada originalmente

La que supuestamente sería un “elemento embellecedor al área monumental 26 de Julio” en su concepción es una fuente singular sin dudas. Tiene 46 impulsores que debían conducir chorros de agua que describirían arcos que se iluminarían con los siete colores diferentes del arcoíris.

Chorros de la fuente / José Roberto Loo Vázquez / CiberCuba

Por debajo de ellos podrían pasar las personas a lo largo de un pasillo de 30 metros, mientras que otros tres elementos, en el centro, elevarían el líquido de forma vertical en forma de espuma al mezclarse agua y aire.

El pasillo de 30 metros de la fuente / José Roberto Loo Vázquez / CiberCuba

La fuente fue bien pensada en cuanto al perenne asedio de las sequías a la ciudad de Santiago de Cuba, un problema tan antiguo como casi el propio surgimiento de la villa. El diseño incluyó una cisterna propia con capacidad para almacenar alrededor de nueve metros cúbicos y un sistema de recirculación.

La fuente real

En la práctica fue un fiasco. Aún no ha lucido, embellecido, ni asombrado. La compra del equipamiento alcanzó la nada insignificante cifra de 62 mil euros.

Proceso constructivo de la fuente / Cubahora.cu

Adquirir la tecnología corrió a cargo del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos. La Empresa de Acueducto y Alcantarillado Aguas Santiago asumió el proyecto hidráulico y el montaje de los medios.

Vista de la Fuente / José Roberto Loo Vázquez / CiberCuba

Otros de los bombos y platillos que anunciaban la famosa fuente, la primera y única de su tipo en Cuba, era que estaría dotada de un “sistema inteligente que mediante programas computarizados rige los horarios de trabajo de los sistemas de luces y de bombeo de agua”.

La susodicha fuente fue una novedad

Una tremenda, de las que paraba el tránsito y todos querían tomarse una foto con esos chorros multicolores pasando por encima. Se suponía iba a ser algo espectacular y de cierta forma lo fue.

Chorros de la fuente / José Roberto Loo Vázquez / CiberCuba

Los chorros están separados en dos grupos, divididos por tres que lanzan el agua de forma vertical. Uno de estos segmentos funcionó bastante bien. El agua caía en el pozo de recolección, como debía ser. La otra, sin embargo, jamás logró el objetivo con el que fue diseñado.

Luego de muchos días en los que jamás, como se dice por estos lares, el pie se empató con la pelota, se encendía solo el medio y uno de los lados. Luego ni eso. Pasaron semanas, meses, años… y la fuente dejó de funcionar.

Ya nadie habla de ella. Nadie se acuerda de la que debía ser la primera fuente del país de chorros de cristal, salvo por los impulsores de los chorros, que están ahí esperando, justo como los santiagueros, por su gran regalo.

Una ciudad no es solo casas y comercio

De ser así, sería algo sin espiritualidad. Por eso es tonto pensar que una urbe no necesitas cosas así, amén de que sea una con un fondo habitacional deprimido.

No faltaron voces que cuestionaron la famosa fuente de chorros de cristal. Algunas dijeron que un ámbito así no necesitaba tal inversión. Otros alegaban que dicha tecnología jamás funcionaría por la dureza de las aguas de Santiago de Cuba que, cargadas de sales, poco a poco taponarían los huecos por donde debía salir el líquido.

Fuente de los Chorros de Cristal / José Roberto Loo Vázquez / CiberCuba

Lo malo de arriesgarse y construir tales adornos citadinos es que pocos cuestionan si 62 mil euros se pierden si se mal logra un campo de cultivos varios. ¿Pero si se trata de algo para algunos superfluo? Pues entonces no faltan voces esperando que falle.

La fuente jamás funcionó bien, por eso muchos se llevaron a casa un pedazo de ese árbol caído. Quien sabe, quizás el tiempo depare mejor futuro para la que debía ser la primera fuente de chorros de cristal de Cuba. Los años dirán.

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José Roberto Loo Vázquez

Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.


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