Alicia Alonso acaba de morirse en La Habana a los 98 años, llenando de luto a la danza mundial, al Ballet Nacional de Cuba (BNC) y a los cubanos que supieron distinguir su grandeza de sus pecados, como su renuencia a retirarse a tiempo del escenario y de la dirección de la gran compañía que creó junto a su primer marido, el gran Fernando Alonso, y que contó con los apoyos respectivos de Fulgencio Batista y Fidel Castro.
Alicia era muy trabajadora, audaz y terca como su madre, que cuando la llevó a aprender danza clásica le advirtió: "Fíjate en esa donde pone la pierna, tú más alto…" Y aquella niña no paró hasta convertirse en una leyenda viviente por excelsa bailarina y por haber creado la gran escuela cubana de ballet.
Cuba fue importante en el ámbito de la danza clásica gracias a Alicia Alonso. Cubanísima hasta los tuétanos, prefirió bailar desde su isla para todo el mundo, aunque tuviera que esperar a 1990 para poder compartir escenario con Rudolf Nureyev, en Palma de Mallorca (España), bailando Poème de l'amour et de la mer, una coreografía de Alberto Méndez.
Los dos mil asistentes y millones de televidentes perdonaron los defectos del escenario improvisado porque sabían que aquella sería la primera y última vez que bailarían juntos dos de las más virtuosas figuras del ballet mundial en todos los tiempos. Antes no pudieron porque Nureyev había abandonado la URSS, pero la perestroika hizo posible el dúo y muchas cosas más.
Una vez que consiguió colocar el ballet cubano y su escuela dentro de lo más prestigioso del arte mundial, Alicia Alonso no supo encontrar el momento y la forma de retirarse y su persistencia hizo envejecer a las cuatro joyas del BNC, a las figuras que venían detrás y a otros que como Jorge Esquivel y Rosario “Charín” Suárez prefirieron poner tierra por medio, aún sabiendo que la fuga de La Habana tendría costes profesionales y humanos.
En ese empeño de hacer un gran ballet, Alicia Alonso contó con el apoyo de Fernando y Alberto Alonso (marido y cuñado, respectivamente) y con el soporte financiero de Fulgencio Batista que –por gestiones de Gastón Baquero- entregó 10 mil pesos de la época cuando el ballet Alicia Alonso pasaba por apuros.
La revolución cubana y sus programas de escuelas de arte fueron el espaldarazo definitivo al proyecto de un Ballet de Cuba, que en 1959 recibió 250 mil pesos de la mano del propio Fidel Castro, quien visitó al matrimonio Alonso en su apartamento de entonces.
Aunque Fidel Castro no era proclive al baile y reconoció ante Ignacio Ramonet que la homofobia revolucionaria había sido responsabilidad suya, el gobernante sí supo prever que el ballet prestigiaría a su revolución y mantuvo un canal directo con Alicia Alonso, con quien se tuteaba y bromeaba, incluso en público, en ocasión de los festivales de ballet de La Habana o durante recepciones oficiales.
De aquellos encuentros iniciales entre los Alonso y Castro surgieron planes que luego se materializaron con la excelente Escuela de Ballet de Cuba y en figuras como Mirta Plá, Loipa Araújo, Josefina Méndez, Aurora Bosch, Marta García, Ampara Brito, Lázaro Carreño y los ya citados Esquivel y Charín, entre otros.
Menos conocida es la labor de coreógrafa de Alicia Alonso, que en los comienzos del ballet montó varías de sus obras y de José Parés y Alberto Alonso, y luego se abrió al mundo y asimiló lo mejor de las escuelas norteamericanas, rusas y francesas que, a su vez, reconocieron los valores de la danza clásica cubana, prestigiada por maestras excelsas como Ramona de Saá y coreógrafos como Iván Tenorio y Alberto Méndez.
Giselle es quizás el ballet más reconocible en la trayectoria de Alicia Alonso, que rindió a sus pies a los exigentes públicos de París, Nueva York y Moscú, pese a que la ceguera la atacó desde los 19 años y tenía que memorizar cada escenario y la cantidad de pasos de cada escena de cada acto y coreografía.
Y es que algo de Giselle -personaje que interpretó desde 1943- tenía Alicia, a quien no faltarán deudos y adoradores en su tumba, incluidos príncipes y gente anónima, como el hijo de la legendaria “cátcher”, aquella cubana fallecida hace algunos años que sabía el tiempo justo que necesitaba la figura tras las cortinas para retocar el maquillaje y, en el momento justo, la volteaba y empujaba levemente con un susurro enérgico: ¡Ya!, para que volviera a escena en el instante preciso.
No faltará en esta hora la polémica y el cuestionamiento por sus posturas políticas y su férrea estrategia de conducción unipersonal. De sus decisiones más controversiales quedará su firma -junto a otros 26 artistas e intelectuales oficialistas- del llamado "Mensaje desde La Habana para amigos que están lejos", en abril de 2003, lo que constituyó un espaldarazo al régimen de Fidel Castro tras el fusilamiento de tres jóvenes negros que intentaron secuestrar la lancha de Regla para escapar a Estados Unidos.
Pero la estatura artística de Alicia Alonso, su contribución a universalizar lo cubano en la danza mundial, consolidar y popularizar la presencia del ballet en la cultura nacional y poner el virtuosismo de Cuba en un sitial de privilegio quedarán como las verdaderas conquistas de su casi centenario trayecto por este mundo, al margen de sus extravíos políticos.
Las crónicas dirán que ha muerto Alicia Alonso, aquella niña terca predestinada a figura mundial, que se empinó desde Cuba con la ventaja de llamarse Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, con la pasión de bailar y mandar dentro y fuera del escenario.
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