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El artista independiente cubano Michel Matos volvió a sufrir la arbitrariedad de las autoridades cuando se disponía a viajar a Dublín, Irlanda, para asistir a la plataforma de Front Line Defenders.
Matos no estará presente en este evento, organizado por "The International Foundation for the Protection of Human Rights Defenders" desde 2001 y que se celebra del 2 al 4 de octubre, después de que le denegaran su salida en el Aeropuerto Internacional José Martí.
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"El gobierno dictatorial cubano teme haya interacción entre cubanos defensores de Derechos Humanos y los diferentes liderazgos de sociedad civil en el mundo. Le aterra la idea que los hijos de Cuba expongan ante el mundo las verdades y los abusos que se cometen con el pueblo cubano", denunció en un post publicado en las últimas horas en su perfil de Facebook.
"No voy a estar presente en Dublín, pero mi voz sí se va a escuchar, como la de cada cubano que quiere ser libre", añadió.
De esta forma Matos se ha convertido en un nuevo "regulado", concepto que utiliza el régimen cubano para referirse a su prohición de que disidentes y críticos viajen al exterior. En este sentido dijo que, aunque le han impedido salir de la Isla, su pensamiento no cambiará y seguirá trabajando para "vivir y moverse en libertad".
"No existirá acción alguna de vuestra parte, comunistas, donde yo pierda la fe en una Cuba donde todos y todas podamos existir y convivir con todas las divergencias que tengamos, pero en paz, respeto mutuo y prosperidad", afirmó.
"Todos los cubanos y cubanas, aunque pensemos y/o seamos diferentes tenemos el derecho a tener derechos", concluyó.
El pasado mes de julio, Matos sufrió otro capítulo de hostigamiento por parte de las autoridades de Cuba. En aquella ocasión la policía cubana le advirtió de un posible delito de "enriquecimiento ilícito" por vender dos pantalones a un amigo.
Además, en abril un oficial de la Seguridad del Estado convocó al artista a la estación de la policía de 21 y C, en El Vedado, porque según ellos existían "irregularidades" con la propiedad de su casa.
El llamado se convirtió en un interrogatorio de casi nueve horas, donde participaron al menos dos oficiales de la Seguridad del Estado y que derivó en una serie de amenazas y agresiones psicológicas.
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