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Quienes siguen de cerca a la política estadounidense, seguramente se han tropezado con la palabra "Latinx" en los últimos años. Desde la congresista socialista Alexandria Ocasio-Cortez, hasta el Partido Demócrata Nacional y el medio izquierdista We are mitú, el término se ha popularizado entre algunos progresistas quienes dicen que esta palabra representa una forma más inclusiva que el uso tradicional de “latinos” para referirse a quienes somos de ascendencia latinoamericana.
El razonamiento de la izquierda para desplazar a la palabra “latinos” es el siguiente: Como todos sabemos, la mayoria de los nombres en español tienen género. Por lo tanto, la naturaleza binaria de nuestro idioma resulta incompatible con la ideologia izquierdista en la cual el género es una construcción social y maleable. Por lo tanto, los progresistas pretenden enterrar lo que ellos consideran un remanente de un patriarcado colonial, y en su lugar, imponer una nueva palabra. Como no existe un límite discernible a lo que la extrema izquierda está dispuesta a hacer para lograr su utopía igualitaria, todas las opciones están sobre la mesa. En América Latina, ahora hasta hay esfuerzos en universidades para desmontar el español y eliminar en su totalidad del idioma cualquier referencia a género binario.
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Pero el desmantelamiento de nuestro idioma le resulta una pesadilla logística a la extrema izquierda, ya que es el lenguaje de 500 millones de personas en 20 países. Además, a diferencia del inglés, el español tiene un árbitro oficial. Una junta de lingüistas conocida como La Real Academia Española conserva la integridad del castellano y ya ha rechazado a "Latinx" y brebajes similares como “todes”.
Sin embargo, la extrema izquierda es politicamente astuta y reconoce que “Latinx” nunca se integrará de manera orgánica a nuestro vocabulario. Para superar estos obstáculos, los izquierdistas ahora recurren a la manipulación emocional. Lo que comenzó alrededor del 2004 como un sustituto para "Latin@" los progresistas lo han reformulado como parte de la campaña por igualdad LGBT. Pero la izquierda extrema engaña al argumentar que el uso tradicional de "latinos" excluye a quienes no tienen identidad de género. Como demostraré, esta nueva campaña lingüística no tiene nada que ver con la inclusión; se trata más bien de lograr un control absoluto y total sobre nuestra cultura.
Todos sabemos cómo se desarrollará esto. Quienes prefieren "latinos” sobre "latinx" serán públicamente humillados y acusados de discriminación. Eventualmente hasta las juntas corporativas y celebridades impulsaran las demandas de la izquierda radical. De hecho, el término ya está siendo adoptado por grandes corporaciones.
El camino a seguir para los conservadores, los moderados y los de una centro-izquierda razonable es no cederle ni un centímetro a la pedantería de los progresistas. Rechazar "Latinx" no tiene nada que ver con ser intolerante; se trata de enfrentarse a los “bullies” culturales con la plena confianza de que la verdad, la razón y la decencia están de nuestro lado.
Deben saber lo siguiente:
Primero, el inglés es un lenguaje de género neutral. Por lo tanto, si hablas en inglés y te refieres a un grupo de personas como "latinos", no le has cambiado el género a nadie.
Además, si no estás seguro de cómo llamar a quien se identifique como "no binario", simplemente diga "Latin" en ingles. Esta palabra ha formado parte del vocabulario anglosajón por más de un milenio y ha sido una forma correcta de referirse a personas de origen latinoamericano por mucho tiempo.
Finalmente, como todos sabemos, la palabra "latinos" en castellano incluye a todos, independientemente de cómo alguien se identifique en cuanto a su género u orientación sexual.
Para ser justos con nuestros amigos progresistas, quizás sea posible que el machismo medieval sea la razón por la cual hoy los términos en plural para grupos de sexo mixto son los mismos que se utilizan para grupos masculinos. Sin embargo, no está nada claro cuál es el problema que esto plantea en la actualidad. Incluso si existiera algún problema, desmantelar un lenguaje en el que hasta los objetos y adjetivos inanimados tienen género abriría una caja de pandora.
Al fin y al cabo, la izquierda ve al idioma como su caballo de Troya. Como señaló el autor George Orwell, "si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento". Verá, la izquierda radical siempre ha entendido que la forma en que hablamos influye la forma en que pensamos. Incluso si es inconsciente, al desmembrar el español, la izquierda promovería muchos de los fines diabólicos establecidos por Karl Marx: la separación de las personas de sus familias, tradiciones y Dios.
Claramente, masacrar el español restringiría la comunicación intergeneracional y la capacidad de diseminar y compartir valores comunes. Si los niños tienen problemas para hablar con sus padres y abuelos, o si son adoctrinados a creer que la forma en que habla su familia refuerza la opresión, esto generará resentimiento, conflictos y debilitará a los nexos familiares. La ausencia de familias unidas creará un vacío que a la izquierda radical le encantaría llenar con el estado y su preferida rama cultural, Hollywood.
Otro resultado de la tiranía lingüística de la extrema izquierda podría surgir en el campo de la educación al elevar teorías neo-marxistas desde las alas ocultas de universidades a las escuelas primarias. No es difícil imaginarse a estudiantes de secundaria indoctrinados a deconstruir “Cultivo Una Rosa Blanca” por José Martí y lamentar que en algún momento a las flores se les asigno género femenino debido al “patriarcado y el imperialismo” o alguna u otra estupidez similar.
Efectivamente, si tuvieran la oportunidad de hacerlo, la extrema izquierda arruinaría a nuestra hermosa cultura con sus caprichos. Presumiblemente, hasta un clásico como "Somos Novios", de Armando Manzanero, se pudiera convertir en la torpeza fonética "Somos Novixs”. Ciertamente, cuando se trata de fanáticos ideológicos que no respetan diferencias de opiniones ni tienen sentido de moderación, no tenemos más remedio que confrontar a estos izquierdistas e informarles que hay ciertos puntos más allá de los cuales jamás avanzarán.
Como alguien que cree en tratar a todas las personas con amor y cariño, entiendo por qué a algunos les puede parecer atractivo "Latinx", pero es una solución radical en búsqueda de un problema imaginario. Los hijos de inmigrantes ya tenemos que lidiar con suficientes desafíos reales para ahora tener que también preocuparnos por las interminables patologías, trastornos y complejos de una extrema izquierda que siempre busca sembrar inseguridades en los demás para cosechar votos electorales.
Rechacemos estas demandas desquiciadas diciéndole firme, clara y contundentemente a la izquierda: No, ustedes no nos llamarán Latinx.
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