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Veinte días de retraso en la cadena de comercialización normal de cualquier producto es un contratiempo importante para toda la estructura. Sobre todo, para el fabricante o productor.
Veinte días de retraso para un cosechador de arroz es una tragedia. La agricultura no entiende de burocracias ni retrasos ni inconvenientes. Si el cristianismo asume como perfectos los tiempos de Dios, la agricultura es cosa de Dios. Sus tiempos son los que son.
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Las fotos que acompañan este artículo pertenecen al sembrado de arroz de un campesino residente en Vado del Yeso, municipio Río Cauto, Granma. Son casi 160 hectáreas, unos 15 mil 500 quintales de arroz en cáscara… en camino casi irreversible a perderse.
El mecanismo creado por el estado cubano obliga a los productores de arroz a asociarse en cooperativas, y esas cooperativas establecen contratos con los Complejos Agroindustriales (CAI) arroceros, las entidades estatales que controlan toda la producción, para destinar la maquinaria pesada que requiere la recogida del grano.
Esta parcela en particular está asociada a la cooperativa “Hermes Rondón Llanes”, de Río Cauto. El contrato de recogida la vincula al CAI arrocero “José Manuel Capote”, último eslabón de la producción directa antes de efectuar el traslado de la cosecha hasta los distintos puntos de distribución y de ahí a las mesas cubanas.
El CAI arrocero tiene 20 días de retraso en el inicio de recogida de esta siembra en particular. Ya ni se molestan en dar razones o buscar opciones. Hay retraso en la recogida. Es lo que hay.
El campesino que decidió contar esta pesadilla que vive, lo hizo por una mezcla de amargura, frustración e impotencia. Si alguien sabe las consecuencias de este retraso irreversible, es él. El mismo que ha dedicado sus fuerzas, voluntad, y su conocimiento ancestral de los secretos de la tierra a intentar extraerle alimentos a su parcela. Arroz. El arroz imprescindible en la dieta de los cubanos.
Pero él no está solo en la desgracia. A través de Oddy Ginarte, estomatólogo cubano residente en Estados Unidos que abandonó la misión en Venezuela en 2015, y que era vecino del área, nos cuenta que existen cerca de 20 otros agricultores de su zona en igualdad de condiciones. Contemplan como sus cosechas se pudren frente a sus ojos. Él solo, ha cosechado más de 15 mil quintales de arroz comprometidos por la indolencia estatal. Ese número, solo en esa área, podría multiplicarse por veinte.
“Cuando no se corta en el tiempo adecuado y con las condiciones que lleva, el arroz se pasa. Este arroz, sea cuando sea que lo lleven al Molino de Jucarito (donde se le quita la cáscara), va a tener una pérdida gigantesca. Solo se va a salvar, como mucho, el 15 o 20% de todo este grano. El resto será cascarilla pura. En condiciones óptimas, cuando se corta en el tiempo que establece la Naturaleza y que está firmado por contrato, y con la humedad requerida, la producción aprovecha hasta 45% o más del grano entero. Esto es una barbaridad”.
La cabecilla es el grano que alcanza solo las tres cuartas partes de su tamaño normal. Un grano indicador de producción deficiente. La pérdida sustancial de quintales de arroz que ya está “pasado” no solo afecta a los almuerzos de los cubanos. Antes, afecta a los productores.
“El grano de arroz entero es por el que nos pagan mejor precio”, dice el campesino. Es decir: el Estado hace gala de su ineficiencia intrínseca y deja perder cantidades industriales de arroz, pero luego no solo no indemniza al campesino por su pérdida, sino que le paga menos. El mecanismo es diabólicamente injusto.
La zona del Cauto tiene liderazgo nacional en dos grandes renglones alimenticios: camarones y arroz. En Río Cauto se encuentra Calisur, la mayor camaronera de todo el país. Además, sus terrenos cenagosos se han convertido en los principales productores de arroz también a nivel nacional.
Y el Cauto es, por contraste, uno de los territorios más pobres y desabastecidos de toda Cuba. “En Río Cauto falta el arroz en la comida. Como hay escasez, hay que comprarlo en otras provincias y por supuesto pagarlo con sueldos miserables, y a precios mucho más altos”, nos dice el doctor Ginarte. Lo sufre su familia todos los días.
El retraso del CAI “José Manuel Capote” no es extraordinario. Es norma general. Las excusas son tantas que los campesinos han comenzado a dejar de exigir explicaciones. No tienen cómo presionar ni pedir compensaciones. Para colmo, cuando alguna vez estas empresas estatales asisten en tiempo a la recogida del grano, lo hacen con maquinarias en pésimo estado, que funcionan con menos de la mitad de sus capacidades óptimas.
¿Los resultados de esta gestión bochornosa de la producción alimenticia? Están a la vista de todos. Las mesas de los hogares cubanos. Si alguien sabe por qué no hay pescados suficientes, ni pollos, ni prácticamente todo lo que pueda aliviar los estómagos de los cubanos, son esos campesinos, el eslabón inicial que sufre la ineficiencia del Estado cubano.
Según las cifras oficiales que publica la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) Cuba importa el 60% del arroz que consume cada año. Vietnam y Argentina han sido sus principales proveedores. El organismo de la ONU se basa en informes que prepara y ajusta el propio gobierno cubano, donde se dice, por ejemplo, que los cubanos consumen unas 11 libras de arroz mensualmente lo cual “obliga al país a importar 400 mil toneladas de arroz por año”, según Juventud Rebelde.
Según esa cuenta, en el caserío Vado del Yeso, por lo pronto, hay el equivalente a un mes de arroz para los almuerzos de 310 mil cubanos, pudriéndose bajo un sol de indiferencia gubernamental.
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