El día de la investidura de Miguel Díaz-Canel como sucesor designado en la presidencia, el gobernante Raúl Castro lo definió como "el único sobreviviente" entre una docena de jóvenes que quedaron en el camino mientras se preparaban para remplazar en el poder a la generación histórica.
Las palabras de Castro, que cumplían el simulacro de la sucesión, resultaron definitivamente certeras no solo para describir el cauteloso pasado de Díaz-Canel a remolque de la vieja guardia, sino para adelantar lo que sería su desempeño como vicario del castrismo. Porque al cumplirse este 19 de abril el primer año de su mandato, Díaz-Canel no ha sido otra cosa que un sobreviviente encaramado sobre el torbellino de adversidades de un país en crisis.
No podía vislumbrarse un escenario más perturbador para un presidente en estreno. La era de Díaz-Canel ha transitado por una sucesión de catástrofes naturales, tragedias humanas, sobresaltos económicos, desencuentros internacionales y hasta imponderables del espacio sideral como el impacto de un meteorito en la zona de Viñales el pasado febrero.
La designación de Díaz-Canel tenía una carga simbólica tras casi seis décadas con un único apellido y dos figuras dictando los destinos del país. Por primera vez no era un Castro quien figuraba al frente del Estado y el gobierno, lo que en términos de mascarada política resultaba provechoso para la imagen internacional del régimen. A la vez, propiciaba internamente una ilusión de cambio, con un hombre nacido y formado después de 1959.
Para garantizarse el respaldo de la jerarquía octogenaria y desconfiada, el delfín de 58 años estableció pronto un eslogan que luego convertiría en una clave de rutina en Twitter: "Somos continuidad", con recordatorios permanentes al fallecido líder Fidel Castro y visitas de amanecer a la piedra que guarda sus cenizas en el Cementerio Santa Ifigenia de Santiago de Cuba. En su primera entrevista como jefe de Estado, ofrecida a la cadena Telesur, Díaz-Canel no pudo ser más enfático al reconocer sus deudas con la generación histórica y sus cotidianas consultas con Raúl Castro sobre las decisiones fundamentales -y no tan fundamentales- para el país.
Desde los primeros días de su nombramiento, intentó poner en práctica una cargada agenda de reuniones con los principales dirigentes de organismos estatales y de visitas a las provincias para comprobar de cerca los problemas y las necesidades de cada región. Sus "baños de masas" -con esmerada cobertura de la prensa oficial- buscaban afanosamente imponerlo como líder popular, carismático y sensible, atento a los reclamos de los ciudadanos.
Pero la sociedad cubana de hoy está marcada por el descreimiento. Los veteranos que aún se aferran a las costumbres doctrinarias y los ritos ideológicos de la era fidelista, recelan por inercia del nuevo mandatario; las nuevas hornadas están distanciadas de los compromisos ciegos y miran el acontecer nacional con indiferencia, pensando más en la conexión wifi y las recargas telefónicas que en las apelaciones del exhausto discurso oficial. Un sentimiento que combina apatía, cansancio e incertidumbre por el futuro es el obstáculo mayor para las promesas de normalidad y bienestar social del presidente.
Tal vez la evidencia más aplastante de esa desconfianza nacional que la gestión de Díaz-Canel no ha podido aplacar es que los cubanos siguen marchándose en busca a una salida a sus insatisfacciones y carencias. Un país en fuga, con un saldo migratorio negativo que se ahonda año tras año. Miles y miles de compatriotas, mayormente jóvenes, escapan a cualquier lugar con la convicción de que la vida está en otra parte. Desde el comienzo de su mandato hasta la fecha -sin importarles la suspensión del decreto de pies secos/pies mojados- un total de 11,913 cubanos ha solicitado asilo ante las autoridades de Estados Unidos, y alrededor de otros 6,000 se agolpan en poblaciones mexicanas con el mismo propósito. La tragedia del éxodo cubano que no cesa.
Díaz-Canel comprende mejor que otros jerarcas de la élite que informatizar la sociedad cubana es una necesidad perentoria. El acceso a la internet alcanza casi a seis millones de cubanos por diversas vías, a pesar de los elevados costos y del pésimo servicio. Durante su primer año de mandato se dio luz verde a la conexión en los hogares y la instalación de la tecnología 3G (hay ya algunos usuarios con la telefonía 4G), y personalmente se enfrascó en la modernización de las arcaicas estructuras de gobierno. La aspiración del gobierno electrónico comienza a vislumbrarse, a pesar de las torpezas manifiestas por miembros de su gabinete para manejar una simple cuenta de Twitter con mínima eficacia expresiva y corrección de ortografía.
El propio Díaz-Canel se ha puesto la soga al cuello por sus desatinos en las redes sociales, como cuando llamó "malnacidos por error en Cuba", a sus compatriotas con ideología discrepante. El desafortunado tuitazo se produjo a raíz de sus elogios a la película Inocencia, del realizador Alejandro Gil, el pasado diciembre. Una demostración de la excelsa continuidad castrista que practica el presidente. El despotismo es una herencia de la cúpula totalitaria cubana.
La cadena de retos y descalabros ha sido abrumadora para los primeros 365 días de su gobierno. Los hechos que se enmarcan entre el 18 de mayo de 2018, fecha del desastre aéreo en Rancho Boyeros que costó la vida a 112 pasajeros, y el pasado 17 de abril, cuando se anunció el mayor reforzamiento de las clavijas del embargo desde la era de George W. Bush, dibujan el agreste panorama que ha tenido que transitar el mandatario designado en medio del creciente deterioro de la situación económica interna y un clima regional nada afín a los intereses de Cuba.
Algunos de los acontecimientos nefastos en la era de Díaz-Canel son además:
- Un arrasador tornado golpea La Habana el 27 de enero, causando siete muertos y severas afectaciones en viviendas, instalaciones industriales, escuelas y hospitales. Más de 7,000 hogares resultan dañados y milesde damnificados tienen que recibir protección en albergues.
- Fuertes tormentas azotan zonas del occidente y el centro del país, con secuelas de inundaciones, pérdida de servicios de electricidad y agua, y daños de miles de hogares y centros productivos. La tormenta Alberto causa estragos en la región central en mayo del 2018, y una extensa baja extratropical inunda barrios habaneros en diciembre.
- Salida forzosa de los colaboradores médicos en Brasil, al calor de una disputa con el presidente electo Jair Bolsonaro por los salarios y otros beneficios del convenio establecido. La decisión cuesta al régimen la pérdida de $235 millones de dólares anuales.
- Crisis de abastecimientos en alimentos de la canasta básica. Las carencias se extienden al pan, huevos, pollo, aceite y otros productos de primera necesidad desde mediados del 2018. El gobierno reconoce dificultades para cumplir con el plan de importaciones por atrasos en el pago a sus proveedores y la falta de créditos por deudas pendientes. Los apagones empiezan a incrementarse en La Habana y el interior del país.
- El gobierno anuncia restricciones en la tirada de los periódicos por falta de papel. La medida recuerda la contracción de la prensa cubana de 1990, a consecuencia de la desaparición de los subsidios soviéticos y el campo socialista.
- El fantasma de un nuevo "período especial" comienza a gravitar sobre la población cubana. En sesión extraordinaria en el Parlamento cubano, Raúl Castro llama a la población a prepararse para "tiempos difíciles".
- Fracaso del plan de transporte en La Habana. Las regulaciones a los taxistas privados conocidos como "boteros" crean caos en la transportación de pasajeros en la capital, desatando una crisis peor. Las licencias de taxistas privados se reducen a la mitad por el desacuerdo de los choferes con las reglas impuestas.
- La debacle política y económica de Venezuela añade un factor de inestabilidad a la economía cubana, necesitada de los abastecimientos de petróleo de su principal aliado. El recrudecimiento de las sanciones estadounidenses contra embarcaciones y navieras que transportan crudos venezolanos a la isla, ponen en peligro los suministros. Aunque el gobierno de Nicolás Maduro mantiene las entregas, las cantidades enviadas se habrían reducido en un 40 % durante el presente año.
- El respaldo incondicional al régimen de Nicolás Maduro ha derivado en mayor aislamiento de Cuba en América Latina. Los gobiernos de Argentina, Chile, Brasil, Colombia y Ecuador han tomado distancia de La Habana El proyecto de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) se desmorona.
- Estados Unidos recrudece el embargo a Cuba con el anuncio de la implementación del título III de la Ley Helms-Burton, que permitirá demandas contra compañías extranjeras que usen propiedades confiscadas, y la entrada en vigor de restricciones a los viajes y remesas familiares a la isla.
En este mapa de infortunios, la gestión del ingeniero eléctrico que hoy ejerce como conductor de los destinos del país no augura un futuro muy esperanzador para los cubanos. En el año transcurrido, Díaz-Canel se mostró como un dirigente laborioso, enfrascado en demostrar fidelidad al legado de sus mentores, pero sin aportar una sola idea viable, un solo proyecto renovador para sacar a Cuba del marasmo económico y social que la embarga. ¿Debemos aguardar aún por un gesto de audacia política o simplemente asumir que Díaz-Canel no pasará de ser el dócil sobreviviente que Raúl Castro preparó para que todo siguiera en el mismo lugar?
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