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Él está de visita en Madrid. Viene a ver a una de sus hijas que emigró de Venezuela y aprovecha su estancia en España para hacer turismo por los supermercados.
Ella también es de Venezuela y vino a ver a su hija, que vive en Valencia. Casualmente sus otros tres hijos viven en una ciudad de igual nombre, pero en el país sudamericano.
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A ambos los conozco por primera vez y no dudan en contarme, entre cervezas y tapas, las historias de la crítica situación que viven en Venezuela después de 20 años de chavismo.
“Ojalá regresara y aquello esté por lo menos intervenido”, confiesa ella, quien supera los 50 años y se conserva con la alegría de ver a los hijos y más de 12 nietos crecer pese a los problemas en Venezuela.
“Mis hijos están asegurando la población en el país. Todo el mundo se va y ellos siguen ahí trayendo niños”, apunta mientras disfruta de unas papas fritas en Madrid, perdidas por allá.
Él está a punto de jubilarse después de trabajar décadas en el metro de Caracas. Su pelo canoso denota que pasa ya los 60 años y está en edad para descansar. “Yo hice más de 20 pruebas en menos de una semana para entrar”, dice con el orgullo de quien sabe que se ganó el puesto.
El metro, que ahora sufre un día y otro también interrupciones por los apagones, era uno de los empleos mejor remunerados en la capital venezolana después de PDVSA y la banca. Pero, cobra ahora apenas 10 euros en la quincena porque los bolívares están cada vez más devaluados.
Antes podía viajar por Sudamérica y ayudar a sus hijos con alguna paga extra en momentos especiales. Ahora son ellos quienes lo tienen que ayudar porque no le alcanza el dinero.
Son pareja desde hace años, comparten vida juntos en Venezuela y tienen hijos ya mayores.
Durante su estancia en España valoran la posibilidad de emigrar porque “aquello está malo”.
Yo los oigo hablar y no puedo dejar de reconocer en sus historias lo que los cubanos llevamos padeciendo más de 60 años.
Los venezolanos llevan menos en esa montaña cuesta abajo que se disfraza de socialismo, y que ha traído en los últimos años el mismo resultado que en Cuba: miseria, escasez, hambre y éxodo masivo.
Él habla con voz de locutor, a veces, ni la deja articular palabra a ella.
Asegura que si antes hizo hasta pruebas de psicología para entrar a trabajar en el metro de Caracas, ahora entran los enchufados chavistas y eligen quién se queda y quiénes se van. "A dedo", puntualiza.
Le propusieron seguir trabajando, aunque ya tiene edad para jubilarse. Pero, ella le sugirió que no regalara más su tiempo por un salario tan bajo que alcanza para comprar una quincena huevos y la otra carne. Nunca las dos cosas a la vez.
Recuerdan que en su barrio una empresa privada construyó un centro comercial en apenas 90 días porque el gobierno chavista estaba en búsqueda de las tierras sin utilizar para expropiarlas.
“Aquello era como un Wallmart en pleno centro del pueblo. Daba gusto entrar, había de todo, desde el whisky caro hasta el más barato”, señala este venezolano.
Sin embargo, los vecinos de otros pueblos cercanos –donde no había nada– se enteraron de que en ese nuevo local “había de todo” y fueron para allá en manadas para abastecerse de harina pan para sus habituales arepas y cualquier otro producto.
Según cuenta, personas sin zapatos acampaban en las afueras del recién estrenado supermercado a la espera de que abrieran.
“Los malandros que van con el gobierno –conocidos como los colectivos chavistas– comenzaron a controlar las bolsas de harina por el número de identidad y solo dos por personas. Quienes éramos del pueblo nos tocaba el lunes a unos, el martes a otros y así”, ejemplifica.
Pero, los de otros lugares llegaban cualquier día y compraban sin problemas. “En menos de un mes aquello se deterioró de tal manera que ya no parecía un Wallmart, sino cualquier otra cosa”.
Y así pasa con casi todo en Venezuela, asienten los dos con la cabeza. Yo también afirmo desde el silencio porque en Cuba ocurre lo mismo.
Él conoció a un médico que salió de Venezuela porque ya no aguantaba más intentar salvar a las personas, pero no podía por la escasez de medicamentos y recursos para atenderlas. Emigró para España porque en Caracas llegó a negarse a poner una prótesis en mal estado, pues sabía que a la semana los pacientes estarían de nuevo en el hospital y en peores condiciones.
Ella, por su parte, recibió estando en Madrid la triste noticia de que su sobrino de poco más de 40 años se había muerto porque en el hospital no había manera de hacerle una diálisis.
Tristemente, esto no le sorprendió porque cuando supo del deteriorado estado de salud de su familiar ya esperaba lo peor. Un compañero de trabajo había pasado por lo mismo y también murió por no recibir atención médica a tiempo.
Antes compraban medicamentos cuando lo necesitaban. Ahora se abastecen de fármacos con los familiares que están fuera de Venezuela porque allá sólo venden una caja por persona cuando llega a la farmacia.
La madre de ella padece de la tensión y cada familiar le envía al menos dos cajas para tener seguro algunos meses.
Ambos intentan disfrutar en Madrid hasta de lo más mínimo: en Venezuela han estado hasta tres días sin electricidad, ni agua y con unos calores insoportables.
Los recientes apagones, sin embargo, no los han afectado porque ya estaban por España. Aún así aseguran que antes se iba la luz y cuando regresaba les daba tiempo a cargar los móviles, ver algo en la televisión y preparar la comida. Cocinan con hornilla eléctrica y aprovechaban esos momentos. Poco más.
Ninguno de los dos imaginó que Venezuela llegara a la actual crisis. “Tanto denunciar las muertes que causaría una invasión militar y los apagones acabaron con la vida de más de 40 personas. Y esos son los casos que uno se entera, a saber cuántos más hay”, dice él.
En los hospitales solo quedan enfermeras y médicos formados en las misiones educativas de los chavistas, cuenta esta venezolana.
“Los más cualificados se han ido a otros países. Fueron los primeros en emigrar”, dice convencida y agrega “¿por qué nadie me dijo nada concho?”
Ambos dejaron de hablar a quienes apoyaban al chavismo porque nunca se fiaron de las promesas del fallecido Hugo Chávez y menos de Nicolás Maduro. Así perdieron amistades de toda la vida.
Entienden a quienes se codean con el gobierno porque viven como reyes y mientras escasean las cosas en Venezuela para la mayoría, se van a Miami o países vecinos a hacer sus compras.
“Esos coño de su madre deberían irse todos con Maduro en el avión que le dejaron los rusos y que nos dejen en paz”, afirma ella.
A quienes no entienden es a quienes pasan los mismos trabajos que cualquiera y siguen al lado del chavismo.
Ellos regresarán a Venezuela pronto. Y si la situación no mejora, valoran la posibilidad de emigrar a otro país. No quieren ser una carga para sus hijos que ya tienen la vida hecha y entienden que serán un estorbo a la semana de vivir en sus casas.
Llevan trabajando casi toda la vida y solo quieren pasarlo bien y descansar. En su país de momento no pueden.
Como ellos hay cientos de venezolanos en esa situación o peor. Como los venezolanos, nosotros los cubanos pasamos por momentos así de críticos.
En Venezuela hablan, protestan y exigen cambios desde antes del pasado 23 de enero, cuando Juan Guaidó fue designado presidente interino del país.
Aunque el régimen de Maduro intenta callarlos, los venezolanos se manifiestan porque quieren un país libre y sin socialismo.
Con información adicional de Te lo cuento News y El Pitazo TV.
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