El altar del delirio: ¿Quiénes quieren a Fidel Castro en el santoral cubano?

Reclamar un sitial para Fidel Castro en la religiosidad popular es un imperdonable agravio a la memoria histórica de la nación cubana, por muchos seguidores que puedan continuar atados a su veneración

Una foto de Fidel junto a un altar en Cuba Foto © Twitter/ El del Caracol de agua

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Este artículo es de hace 5 años

Una de las más exaltadas voces del oficialismo cubano acaba de lanzar una afirmación en las redes sociales que tiene tanto de irracionalidad como de desmemoria. Resulta que, según Yusuam Palacios, Fidel Castro "alimenta cada día la virtud de millones de seres humanos" y por eso "ha de vivir eternamente en la religiosidad popular".

Estereotipo del "hombre nuevo", Yusuam es una figura en auge desde sus enardecidas parrafadas en la VII Cumbre de las Américas en Panamá, en 2015, y su vertical postura ante el "subversivo" discurso de Barack Obama en La Habana de 2016. Pero el presidente del Movimiento Juvenil Martiano y diputado a la Asamblea Nacional de Poder Popular es también blanco de memes constantes en las redes sociales por sus estrafalarias declaraciones de fe... castrista.


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Yusuam se ha inspirado ahora en el mensaje de otro colega que incluye una foto con la imagen de Fidel Castro colgada entre un Corazón de Jesús y otras figuras religiosas en un improvisado retablo en Contramaestre, Santiago de Cuba. Y acude a un pensamiento de José Martí para tratar de moldear sus raras asociaciones espirituales: "Un pueblo irreligioso morirá porque no hay nada en él que alimente su virtud".

No deja de ser curioso que la propaganda oficial avale formas de religiosidad para perpetuar el legado de Fidel Castro. En realidad, la prolongación del culto a su personalidad en los medios estatales y la vida pública después de su muerte ha tomado matices de devoción que replican en recordatorios perennes al patriarca ido por las cuentas de Twitter del presidente Miguel Díaz-Canel y otros personajes de la élite gubernamental.

La prolongación del culto a la personalidad de Fidel Castro en los medios estatales y la vida pública después de su muerte ha tomado matices de devoción

Una ley aprobada por el Parlamento cubano en diciembre de 2016 prohíbe el empleo del nombre de Fidel Castro para designar instituciones, plazas, parques, calles y otros lugares públicos, e impide utilizar su imagen para erigir monumentos, bustos, estatuas, tarjas conmemorativas y otros homenajes.

Pero la legislación, que supuestamente pretende evitar el uso de la figura de Castro en el tráfico mercantil y la publicidad comercial, es letra muerta para detener la avalancha propagandística que desde el poder intenta incrustar su omnipresencia en el imaginario nacional. El proceso para implementar una nueva Constitución en el país sirvió también para incorporar al texto menciones personales a Castro y a su credo político.

Nada mejor para ilustrar el delirio oficialista que los entusiastas reportes de visitas al monolito de piedra que guarda sus restos en el Cementerio de Santa Ifigenia como si se tratase de una peregrinación de fieles a la tumba del santo patrón revolucionario. Rodeado de próceres independentistas, a unos pasos del Mausoleo a José Martí, las cenizas de Fidel Castro descansan en el sitio que se promociona como "el Altar de la Patria".

Nada mejor para ilustrar el delirio oficialista que los entusiastas reportes de visitas al monolito de piedra que guarda sus restos en el Cementerio de Santa Ifigenia como si se tratase de una peregrinación de fieles a la tumba del santo patrón revolucionario

La alusión a la "vida eterna" del Comandante a través de la religiosidad popular comporta también una mascarada de desmemoria.

Uno de los signos inconfundibles de los sistemas totalitarios es la necesidad de reescribir la historia. Acomodar el relato del pasado a los intereses de conducción política y desdibujar la memoria incómoda.

Uno de los signos inconfundibles de los sistemas totalitarios es la necesidad de reescribir la historia

Para un régimen que en la misma arrancada de los años 60, bajo las andanadas del propio Fidel Castro, implantó la concepción marxista como ideología oficial, desterró sacerdotes católicos, clausuró colegios religiosos, prohibió celebraciones eclesiásticas, proscribió la Navidad durante décadas, envió a cientos de creyentes a las cárceles y los campos de trabajo forzado de las UMAP y expulsó a estudiantes de universidades por su devoción, resulta necesaria la operación de maquillaje histórico que viene gestándose.

La estrategia gubernamental se rige por la lógica de la conveniencia política. El acercamiento a los sectores religiosos, especialmente a la jerarquía de la Iglesia Católica, es un fenómeno que se aceleró con el desmoronamiento de los pilares ideológicos del socialismo desde finales de la década del 80 y el creciente protagonismo de la fe entre los cubanos, agobiados por la crisis económica y la desesperanza.

Tres visitas papales desde 1998 y un histórico encuentro propiciado en suelo habanero entre el Papa Francisco y el Patriarca Cirilo I de Moscú, líder de la Iglesia Ortodoxa Rusa, en 2016, ayudaron a proyectar internacionalmente la imagen de una Cuba en evolución hacia la tolerancia religiosa y la libertad de culto para cualquier denominación o creencia, siempre y cuando no desafíen el orden político.

En la última década, la Iglesia Católica se convirtió en interlocutor clave del gobierno cubano para asuntos de alta política, como la excarcelación de 124 prisioneros políticos en 2010, y la mediación entre Washington y La Habana que concluyó con el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países, en 2015.

Pero Yusuam quizás está ajeno a las infamias del pasado, y no ve -o no quiere ver- contradicción alguna en su propuesta. Hoy con 32 años, tenía apenas cuatro cuando en 1991 el Partido Comunista comenzó a admitir creyentes en sus filas, en lo que sería el inicio de un largo, sinuoso e inacabado proceso de normalización de relaciones entre las instituciones religiosas y el régimen que lleva las riendas del país.

¿Debemos concederle el beneficio de la duda al mediático Yusuam? ¿Ingenuo o fanático? He conocido otros jóvenes que ignoran por completo ese pasado ignominioso de persecución religiosa; en parte por esa operación de desmemoria que empieza en el seno familiar, continúa en la escuela y permea los medios estatales de comunicación. Algunos dicen tener cierta noción de lo sucedido, pero lamentablemente le restan importancia.

De cualquier forma, reclamar un sitial para Fidel Castro en la religiosidad popular es un imperdonable agravio a la memoria histórica de la nación cubana, por muchos seguidores que puedan continuar atados a su veneración.

Reclamar un sitial para Fidel Castro en la religiosidad popular es un imperdonable agravio a la memoria histórica de la nación cubana, por muchos seguidores que puedan continuar atados a su veneración

De cara al futuro, lo que no pueden permitirse los cubanos es la insensatez y el olvido.

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Wilfredo Cancio Isla

Periodista de CiberCuba. Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna (España). Redactor y directivo editorial en El Nuevo Herald, Telemundo, AFP, Diario Las Américas, AmericaTeVe, Cafe Fuerte y Radio TV Martí.


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