El poemario Fuera de juego, publicado en 1968, cuando todavía existían ciertos márgenes para la disensión y la crítica, fue un estigma que acompañó al escritor cubano Heberto Padilla a lo largo de los años que vivió en Cuba, víctima del ostracismo.
En el poemario, aparecían versos como este, que ponían en claro, la desconfianza de ciertos dirigentes de la Revolución, respecto a los intelectuales: “¡Al poeta, despídanlo! / Ese no tiene nada aquí nada que hacer. / No entra en juego. / No se entusiasma / No pone en claro su mensaje. / No repara si quiera en los milagros. / Se pasa el día entero cavilando. / Encuentra siempre algo que objetar”.
Para complicar la situación, el poeta decidió defender la estética y la literatura de Guillermo Cabrera Infante, ya exiliado en el Reino Unido. Padilla firmó y posteriormente hizo pública su retractación, en la cual se acusaba a sí mismo de contrarrevolucionario y se mostraba avergonzado de su propia obra. Todo este proceso se conoce como El Caso Padilla, y abrió tenebrosamente la puertas del llamado Quinquenio gris de la cultura cubana (1971-1975).
Así, El Caso Padilla involucró a buena parte de la intelectualidad cubana de la época, obligada a radicalizarse en favor de lo que se consideraba arte y literatura revolucionaria, adscrita, más o menos, al método del realismo socialista. En tiempos difíciles es el primer poema de Fuera del juego, y por el tono en que describe los sacrificios que exige la Revolución recuerda la Oda a mi generación, de Silvio Rodríguez.
Por el Día Internacional de la Poesía, es bueno recordar En tiempos difíciles, uno de los monumentos poéticos más elocuentes entre la literatura cuestionadora que también generó la Revolución:
A aquel hombre le pidieron su tiempo
para que lo juntara al tiempo de la Historia.
Le pidieron las manos,
porque para una época difícil
nada hay mejor que un par de buenas manos.
Le pidieron los ojos
que alguna vez tuvieron lágrimas
para que contemplara el lado claro
(especialmente el lado claro de la vida)
porque para el horror basta un ojo de asombro.
Le pidieron sus labios
resecos y cuarteados para afirmar,
para erigir, con cada afirmación, un sueño
(el-alto-sueño);
le pidieron las piernas,
duras y nudosas,
(sus viejas piernas andariegas)
porque en tiempos difíciles
¿algo hay mejor que un par de piernas
para la construcción o la trinchera?
Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño,
con su árbol obediente.
Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros.
Le dijeron
que eso era estrictamente necesario.
Le explicaron después
que toda esta donación resultaría inútil
sin entregar la lengua,
porque en tiempos difíciles
nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.
Y finalmente le rogaron
que, por favor, echase a andar,
porque en tiempos difíciles
ésta es, sin duda, la prueba decisiva.
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