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Urbano Labrada es un cubano que nunca ha conocido los equipos electrodomésticos. Para él sólo ha existido en su cotidianidad el carbón y la leña que él mismo recoge en el campo de vez en cuando, recortes de madera y algún que otro mueble viejo que alguien haya desechado: suficiente para cocinar una semana.
La leña y el carbón en pleno Siglo XXI se hace presente en muchos hogares santiagueros, tanto en poblados rurales, como en medio de la ciudad, donde también es común ver columnas de humo entre los edificios, provenientes de improvisados fogones de leña. Una problemática que se agrava debido a los altos costos de los equipos electrodomésticos en la red de tiendas, incompatibles con los salarios en el país caribeño, además de la inexistencia de piezas de repuesto en los talleres destinados a la reparación, especialmente, de los equipos de cocción.
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Cada mañana la rutina de Urbano, residente en el consejo popular Altamira, comienza con la “coladita de café”, encendiendo su rústica hornilla con algunos trozos de papel hasta que la madera logre prenderse y sobre algunos hierros viejos que usa como sostén para las cazuelas, coloca un caldero negro por el tizne propio del humo de madera, donde calienta agua en tanto, va a buscar un antiguo coladero de los que desde antaño se usan para colar el café de la manera tradicional.
Sin embargo, entre el aroma del café que se cuela en el traspatio de aquella humilde vivienda, también resalta el tóxico humo, impregnándose en la ropa y la piel. La humareda se esparce por todo el vecindario, haciendo que los vecinos cercanos cierren bruscamente sus ventanas y puertas.
Todo esto, mientras el Gobierno cubano saca pecho con su “Revolución Energética”, una iniciativa fidelista, llevada a cabo en mayo del 2004 y que se resumió en cambiar y repartir equipos electrodoésticos a un bajo precio, según las libretas de racionamiento en el país.
El proyecto tenía las aspiraciones de erradicar la sobrecarga del sistema eléctrico nacional, la distribución de queroseno, más conocido como “luz brillante” y el número de personas que cocinaban con leña. Sin embargo la ambiciosa iniciativa se quedó en aguas de borrajas.
Muchos de los electrodomésticos repartidos, de procedencia china, no estaban fabricados para el uso diario y colapsaron en su mayoría a las pocas semanas de usarlos, por lo que muchos volvieron a tener que usar su rústico fogón.
Urbano nunca recibió uno de estos equipos, que habrían aliviado su vida diaria, puesto que estos solo eran entregados a personas con un contador eléctrico, y para ello, debía tener propiedad de la vivienda, requisito que no cumplía Labrada. Él quedó fuera del proyecto partidista y continuó con la leña como recurso principal para cocinar.
“Siempre he cocinado igual, en la parte de atrás de la casa y aunque a los vecinos les moleste, no puedo hacer más nada. No tengo ningún equipo y la corriente que uso para la luz, es gracias a mi hermano que me pasa la corriente de su casa, por lo que la única forma que me queda es la leña”, comenta Labrada a CiberCuba, mientras sirve el café manualmente colado.
Urbano Labrada, que sobrepasa las seis décadas, sobrevive haciendo escobas artesanales de guano, que vende posteriormente en la calle, pero el dinero que logra recaudar solo le alcanza para “malcomer”, según sus palabras y difícilmente puede aspirar a comprar una olla arrocera o una hornilla eléctrica, que se venden en las tiendas recaudadoras de divisas a precios que sobrepasan los 50.00 CUC.
Urbano, también fue visitado por la Dirección de Trabajo y Seguridad Social del municipio Santiago y aunque fue diagnosticado como caso social, solo ha recibido promesas por parte de los trabajadores sociales. Todavía espera por la chequera que le ofrecieron por cumplir los requisitos para una prestación social, que hasta el momento no ha llegado a sus manos.
Además, por gestiones de algunos familiares, autoridades de la Dirección de Vivienda y Planificación, igualmente visitaron su casa, que se encuentra en peligro de derrumbe. Pero tras la visita, los funcionarios solo le orientaron derribar la antigua vivienda que data de principios del siglo pasado. Para ello le dieron una bonificación para la compra de materiales de la construcción, aunque él no quedó conforme.
“Lo que dieron fue una basura. No alcanza ni para hacer el baño que tampoco tengo, por lo que aún sigo con mi casa en peligro de derrumbe que un día de estos me cae arriba”, criticó el indignado señor, al que también le habían prometido un subsidio, que tampoco llegó.
Labrada, hace todos sus quehaceres de la cocina en el traspatio de su casa, dependiendo del clima incluso para comer. “Si llueve no puedo cocinar, porque mi cocina es al aire libre. También siempre trato de cocinar temprano y todo junto, para no molestar tanto a las otras casas y que la comida esté lista temprano por si cae un aguacero”, contó.
Una vecina cercana, quien conversó con CiberCuba, refirió su inconformidad y molestia ante el humo que se genera por la cocción con leña. “Entiendo que Urbano no tenga plata para comprar los equipos. Yo misma los tengo gracias a mi hija que vive en Estados Unidos, porque son muy caros, pero esa humacera lo afecta a él y a nosotros. De por sí el aire está muy contaminado y con ese humo diario más”, dice.
“He estado a punto de hacer una queja con Higiene y Epidemiologia por lo del humo, pero me he aguantado porque sé que si viene higiene le van a poner una multa o le van a prohibir cocinar con leña, y no le van a dar ni siquiera un equipo. Pero esta situación es inaguantable, las sábanas, las ropas, todo coge tremenda peste a humo”, señaló la vecina mostrando cómo mantiene sus ventanas cerradas.
No obstante, Urbano, que vive solo y no posee quién lo ayude económicamente, subsiste entre el tizne que genera su rústico fogón y el vapor que de este proviene, a pesar de los daños a sus ojos, la piel y pulmones.
Aunque cocinar con leña evoca ciertas costumbres de antaño, con peculiares sabores a los que contribuye la cocción lenta, para Urbano, quien es víctima de la desidia gubernamental y promesas olvidadas, cocinar con leña es su única opción para sobrevivir.
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