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Miguel Alvarado es uno de los 280 mil niños venezolanos que podrían morir a causa de la desnutrición que aqueja al país. Acaba de cumplir 16 años y presenta fístula enterocutánea de alto gasto, a causa de su estado crítico de desnutrición proteico-calórica.
En estos momentos, Miguel se encuentra en el hospital Dr. Miguel Oraá, de Guanare, y como muchos venezolanos, espera por la ayuda humanitaria que pueda entrar al país. Según la Fundación Gotas de Esperanza, para su tratamiento Miguel necesita urgentemente gasas, guantes, compresas, adhesivo, antibióticos, vitaminas y sondas.
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Miguel no es la única persona en esta penosa situación en el país sudamericano, pero sí pertenece al grupo más vulnerable y que se ha convertido en blanco de la crisis, o sea, los niños.
En un video compartido en Instagram, el representante de Gotas de Esperanza comunicó al presidente interino Juan Guaidó que su organización se ponía a disposición de la ayuda humanitaria cuando logre entrar a Venezuela. "Nuestros niños, nuestra gente se está muriendo", dijo.
De acuerdo con un estudio de Cáritas de Venezuela, durante 2017 fallecieron semanalmente entre cinco y seis niños por falta de alimentación, y al menos 33% de la población infantil presentaba retardo en su crecimiento.
Según Pablo Hernández del Observatorio Venezolano de la Salud (OVS), el 60% de la población infantil se encuentra desnutrida. Cerca de un millón doscientos mil venezolanos padecen la desnutrición crónica, especialmente en los estados Amazonas, Apure, Delta Amacuro, Monagas y Sucre.
El pasado 23 de febrero, burlando la vigilancia del gobierno de Nicolás Maduro, los primeros cargamentos de ayuda humanitaria -medicina, comida y bienes de primera necesidad- entraron a Venezuela. Sin embargo, militares del gobierno quemaron al menos tres de estos camiones con la ayuda.
Por el momento, gran parte de la ayuda destinada al pueblo venezolano se encuentra concentrada en la zonas fronterizas con Colombia o Brasil.
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