Mariela Castro sale del closet

Está pasando que la misma mujer que secuestró el tema de la diversidad sexual cubana e hizo de este una falsa bandera multicolor que ondear en foros internacionales, ahora sirve como caballo de Troya para infiltrar en esa misma comunidad un artículo que no representa sus verdaderos intereses.

Mariela Castro durante una marcha contra la homofobia en Cuba, 2017 © web CENESEX
Mariela Castro durante una marcha contra la homofobia en Cuba, 2017 Foto © web CENESEX

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Este artículo es de hace 5 años

Hasta el episodio 68, podía admitirse la duda. Era sensato dudar: Mariela Castro marchaba sonriente junto a drag queens por una Habana donde los policías tenían órdenes de educar a bastonazos a aquellas locas descarriadas, según les instruían de arriba.

Es verdad que solo marchaba con quienes mostraban tiernas adhesiones a la causa de su tío y su padre. Aunque fueran muy sutiles. Alcanzaba con un “Viva Fidel” gritado a media voz desde una conga en Marianao. Pero si mirabas con indulgencia, si no intentabas llevar al puño y letra el significado de diversidad, podías comerte el millo: la hija del segundo hombre más poderoso del país parecía ser de veras la defensora de la diversidad sexual en una isla donde ser homofóbico era signo de compromiso revolucionario. Era muy bien visto.


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El episodio 68, como la Guerra del ´68, partió esta ilusión a la mitad. Y no es sano ni honorable pretender que todo puede seguir igual, sobre todo para quienes ese artículo de la futura Constitución les fue birlado con la sutileza de un acto de magia, de desaparición, bien ensayado y mejor ejecutado.

¿Qué ha ocurrido con ese artículo, de lejos el más progresista y controversialmente esperanzador para una comunidad históricamente maltratada en Cuba? Que se los aguaron -como la leche de las bodegas- y se lo quieren vender como si fuera lo mismo.

El Artículo 68 hablaba de matrimonio entre dos personas. Así de simple. No hizo falta explicar que los gays, lesbianas, intersexuales, transexuales, bisexuales, y cualquier integrante de alguna minoría sexual, podía reconocerse en el vocablo. Personas, así sin más.

Pero de repente, luego de la bochornosa algarabía eclesiástica cubana, luego de las provincianas voces de quienes pensaron que el matrimonio homosexual les obligaría a ellos a serlo, se imprimió una nueva versión, un nuevo borrador de la Constitución por la que deberán votar los cubanos, donde ese artículo 68 había sido vaporizado y en su lugar aparecía un 68 que jugaba a las trampas descaradamente: volvía a reconocer el matrimonio como la unión de dos cónyuges. Y tanto el Código de Familia cubano como la praxis legal en todo el territorio reconocen cómo cónyuges a dos individuos de sexos diferentes que deciden contraer matrimonio. Volvía el viejo fantasma de la definición matrimonio=hombre+mujer. Les colaban el truco con vaselina etimológica, a ver si colaba.

Y de repente, Mariela Castro se sacó el disfraz. Había sostenido su personaje mientras las circunstancias no la obligaron a posicionarse. En la primera ocasión real, frontal, en que la Historia la hizo tomar partido inequívocamente, la infanta que ha hecho fama y fortuna proclamando por todo el mundo su vocación de libertaria sexual, dio el visto bueno al Artículo 82 y pidió a la comunidad gay de Cuba, fueran miembros o no del CENESEX, que primero votaran sí por la Constitución y ya luego pelearan por la inclusión del reconocimiento explícito del matrimonio igualitario en el Código de Familia.

Algo así como “primero lo primero, compañeras y compañeros”. Ya después si eso vamos viendo. Primero voten sí, aunque sus sueños, sus aspiraciones de respeto legal y social hayan quedado burlados esta vez con un truco barato socialista.

Y esto ningún miembro honesto de la comunidad gay, ningún integrante de una minoría sexual, ningún miembro del CENESEX, ningún individuo que hasta ahora hubiera dudado de las buenas intenciones de Mariela Castro y su oportunista centro de estudios, debería permitirse el deshonor de ignorarlo o hacer la vista gorda, como si nada estuviera pasando.

Está pasando, y mucho. Está pasando que la misma mujer que secuestró el tema de la diversidad sexual cubana e hizo de este una falsa bandera multicolor que ondear en foros internacionales, ahora sirve como caballo de Troya para infiltrar en esa misma comunidad un artículo que no representa sus verdaderos intereses.

La página oficial del CENESEX y sus perfiles de redes sociales son ahora mismo pasquines propagandísticos del voto al sí. Son centros de captación de votos que, aterrados con la idea de que sus miembros sean la nota discordante del anhelado voto unánime cubano, han pasado a la acción: ponerse del lado de la Asamblea Nacional, de espaldas a la pareja homosexual de 20 años de relación que veía ahora en la posibilidad de matrimonio la reivindicación de tantos años de escarnio.

Mariela Castro y el CENESEX han salido del closet de una vez por todas. Y eso es digno de festejarse. Ante todo, porque ya es imposible ignorar por más tiempo al elefante blanco en la habitación: la infanta Castro es una sórdida herramienta de manipulación, quizás de las más hábiles y de las que más daño han hecho a la causa de la verdadera democratización del país.

Ahora corresponde a la comunidad que en Cuba le respetaba, o le tenía fe, o marchaba junto a ella en sus desfiles de dudosa pluralidad, salir del closet. Uno más. Una vez más. Romper vínculo con una farsa que es la antítesis de cualquier pensamiento honesto de libertad, aceptación, igualdad y tolerancia, y hacerlo de manera pública, con el mismo coraje irreversible que algún día decidieron vestirse de drag queen y salir por las calles de La Habana a exhibirse sin vergüenza ni temor.

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Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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