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Los diplomáticas de Cuba y Venezuela no estarán presentes en la toma de posesión de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil, acto que se celebrará el próximo 1 de enero.
En un principio se invitó a todos los países con los se mantienen relaciones bilaterales, pero los colaboradores del futuro dirigente carioca pidieron que dejar fuera a los representantes de La Habana y Caracas.
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Esta información ya la comunicó el domingo Ernesto Araujo, el futuro ministro de Relaciones Exteriores. Sin embargo el canciller de Venezuela, Jorge Arreaza, compartió en su cuenta de Twitter una serie de fotos de las invitaciones.
"Aquí pueden leer las 2 notas diplomáticas oficiales enviadas por las autoridades brasileñas invitando al Gobierno venezolano y al Presidente @NicolasMaduro a asistir a la toma de posesión de @jairbolsonaro", escribió.
En este sentido la Cancillería informó que "inicialmente recibió del Gobierno del presidente electo la recomendación de que todos los jefes de Estado y de Gobierno de los países con los que tenemos relaciones diplomáticas debían ser invitados y así fue hecho".
"En un segundo momento fue recibida la recomendación de que Cuba y Venezuela no deberían ser incluidos en la lista, lo que exigió una nueva comunicación a esos dos Gobiernos", agregó el Ministerio.
Bolsonaro también valoró lo ocurrido y explicó que ni Díaz-Canel ni Maduro serían bienvenidos.
"Él, Maduro, seguramente no recibirá una invitación a la toma de posesión. Ni él ni el dictador que sustituyó a Fidel Castro .... Fidel Castro, no, Raúl Castro ", afirmó cuando la prensa se le acercó mientras intentaba tomar agua de coco en un quiosco, en Praia da Barra.
En su cuenta de Twitter justificó la decisión y señaló que los "regímenes que violan las libertades de sus pueblos" no estarían invitados a su investidura. "Defendemos y respetamos verdaderamente la democracia", escribió.
El cruce de declaraciones se produjo días después de que Maduro implicase a Bolsonaro en un supuesto plan orquestado por Estados Unidos con objeto asesinarlo y poner fin a la llamada revolución bolivariana, a raíz de una reunión del gobernante electo con el asesor de Seguridad Nacional estadounidense, John Bolton.
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