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La Habana, 11 dic (EFE).- Cuba culminará 2018 gobernada por primera vez en casi 60 años por un presidente que no se apellida Castro e inmersa en la reforma de su Constitución, un proceso con el que busca atar la tímida apertura económica de los últimos años, insuficiente aún para reflotar una economía en apuros permanentes.
El pasado 19 de abril, el general Raúl Castro, en el poder desde que su hermano Fidel enfermó en 2006, cedió el testigo a Miguel Díaz-Canel, un ingeniero electrónico de 57 años forjado desde la base del Partido Comunista de Cuba (PCC, único legal), iniciando un largamente anunciado relevo generacional con un claro mensaje de continuidad, no de transición.
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Castro seguirá al frente del PCC hasta 2021 y Díaz-Canel, en su primer discurso como mandatario, despejó dudas sobre el papel que jugará hasta esa fecha el dirigente octogenario pese a su retiro de la primera línea: "encabezará las decisiones de mayor trascendencia para el presente y el futuro".
El nuevo gobernante ha recorrido el país en estos primeros meses con la preocupación de enderezar la renqueante economía nacional y enfrentar la corrupción en los sectores estatal y privado.
Con la crisis de Venezuela, principal socio político y económico de Cuba, los bajos precios de los minerales y la caída del turismo por las nuevas sanciones de Estados Unidos, la economía no crecerá el 2% que preveía inicialmente el Gobierno, reducido ahora al 1%, si es que llega.
A este escenario crítico iba a contribuir este diciembre la entrada en vigor de nuevas normas de freno al sector privado con el fin de "reordenar" el llamado "cuentapropismo" tras un lustro en ebullición.
Sin embargo, en una decisión sin precedentes y ante el malestar y desánimo que las medidas habían causado en los autónomos y en la opinión pública, el Gobierno derogó en el último minuto las regulaciones más polémicas, como la que solo permitía tener una licencia o la que limitaba la capacidad de los restaurantes a cincuenta asientos.
El sector agrupa ya a casi 600.000 cubanos, genera el 13% del empleo y aportó el 14,6 % de los ingresos al presupuesto nacional en 2017.
Además, la retirada de Brasil de miles de médicos cubanos por diferencias de La Habana con el presidente electo Jair Bolsonaro asesta otro inesperado golpe a las arcas de la isla.
La vía de oxígeno para las finanzas estatales sigue siendo una inversión extranjera que aún no llega al ritmo esperado por la lentitud burocrática con la que se aplican las reformas aperturistas impulsadas bajo el mandato de Raúl Castro.
Precisamente para cimentar esas reformas Cuba atraviesa un proceso de reforma constitucional.
La nueva Carta Magna, que no introduce cambios en el sistema político, sustituye a la de 1976, se votará en febrero y reconoce la propiedad privada, elimina el término "comunismo", introduce las figuras de presidente de la República y primer ministro y abre la puerta al matrimonio homosexual.
Este último punto ha sido uno de los más discutidos por los cubanos, que también han hecho hincapié en la insuficiencia de los salarios estatales -unos 30 dólares mensuales de promedio- o las limitaciones al "cuentapropismo".
En el escenario internacional, las relaciones con EE.UU. siguieron en vertiginoso deterioro tras el frenazo al "deshielo" del presidente Donald Trump.
Díaz-Canel viajó en septiembre al país vecino con una apretada agenda y un mensaje conciliador supeditado, como siempre, a que Washington no cuestione la soberanía de la isla ni interfiera en cuestiones internas.
A la vez, las relaciones políticas y económicas entre La Habana y Moscú tomaron nuevos bríos y quedaron selladas en noviembre con una visita del presidente cubano a Rusia en la que se firmaron varios acuerdos financieros y Vladimir Putin prometió que su país garantizaría la soberanía energética cubana.
Tras Rusia, Díaz-Canel estuvo en China, Corea del Norte, Vietnam y Laos -todos aliados- y después recibió al presidente del Gobierno de España, el socialista Pedro Sánchez, en la primera visita oficial de un jefe del Ejecutivo español al país caribeño en 32 años.
La visita de Sánchez buscó impulsar las relaciones institucionales con Cuba, preparar un viaje de los Reyes de España en 2019, promover las inversiones ibéricas en la isla y respaldar a los casi 300 empresarios españoles ya presentes y que sufren problemas de impagos.
La isla, duramente golpeada en 2017 por el huracán Irma, se libró este año de ciclones, aunque la tormenta subtropical Alberto causó graves daños en mayo en el centro del país.
También enlutó Cuba el accidente aéreo en el que el 18 de mayo perdieron la vida 112 de los 113 ocupantes de un vuelo de Cubana de Aviación que se estrelló poco después de despegar del aeropuerto de La Habana.
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