Xenofobia y palizas en Centros de Inmigrantes de Trinidad y Tobago

Gloria cuenta a CiberCuba cómo las venezolanas que piden asilo son encerradas como criminales, incluso en cárceles de máxima seguridad, donde las oficiales las llaman "nasty spanish" (españolas asquerosas).

Refugiada venezolana. © CiberCuba.
Refugiada venezolana. Foto © CiberCuba.

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Este artículo es de hace 6 años

Gloria (nombre ficticio) es venezolana y llegó en enero pasado a Trinidad y Tobago de forma ilegal. No llevaba pasaporte consigo porque para nadie es un secreto que conseguir este documento en Venezuela "es algo sumamente difícil y costoso", comenta a CiberCuba.

Nada más llegar a Puerto España, la joven solicitó protección internacional. Dos meses después, el 31 de marzo, un operativo policial de casi una veintena de agentes allanó el lugar donde residía junto a otros tres venezolanos y fue detenida. "Registraron toda la casa. Sobre las tres de la tarde me llevaron a una estación de Policía. Me quitaron mi único documento de identidad, mi cédula, y mis pertenencias. Me metieron en un calabozo. Pasadas varias horas llegó un oficial de Inmigración y me dijo que sería trasladada al día siguiente".


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Y así fue. Veinticuatro horas más tarde Gloria estaba en la Oficina de Inmigración de Puerto España, pero no la atendieron y tuvo que pasar una noche más en la estación de Policía. Finalmente, a las 48 horas, le tomaron declaración y se la llevaron para un Centro de Detención de Inmigrantes en Aripo (punto más alto de Trinidad y Tobago, ubicado en la Región de St. George).

Allí estuvo 15 días hasta que la devolvieron a la Oficina de Inmigración. Tres días después la sometieron a juicio, en la Corte número 3 de Puerto España. Una abogada alegó ante la magistrada el tratado de Naciones Unidas para proteger a los exiliados venezolanos, pero la jueza le dijo que no tenía pruebas de eso.

Gloria pasó después por una cárcel de alta seguridad donde compartió celda con una asesina, volvió al Centro de Detención de Inmigrantes y finalmente consiguió la libertad condicional. Su único delito: ser refugiada.

La joven ha accedido a contar su experiencia a CiberCuba, con el compromiso de no desvelar su identidad. "Si de algo sirve mi testimonio y en algo puede algún organismo colaborar a que esto cambie, a que la situación de los refugiados en este país mejore, pues estaré muy agradecida. Le agradezco a todas las personas que puedan colaborar con los refugiados en Trinidad y Tobago. Creánme que están siendo vulnerados todos sus derechos. Yo, que pasé por esta amarga experiencia, puedo dar fe de que en Trinidad y Tobago no se respeta la humanidad de las personas en los recintos de detenidos", asegura a CiberCuba.

En la cárcel de máxima seguridad de Arouca

La vista oral de Gloria fue aplazada dos meses después de que la jueza asegurara que desconocía el grado de protección que la ONU había dado a los venezolanos. "Asistí a cinco juicios en total y estuve tres meses y una semana en la prisión de máxima seguridad de Arouca", cuenta a CiberCuba.

Allí estuvo conviviendo con mujeres acusadas de asesinato o tráfico de drogas, "con toda clase de delincuentes y criminales".

"Fui testigo de un cruel trato hacia diez compañeras venezolanas que tuvieron un problema con una joven trinitaria y las oficiales de la prisión arremetieron sólo contra las venezolanas. Si hubiera sido un caso de disciplina, todas debían haber sido castigadas. Vi cómo mis compañeras venezolanas fueron alineadas hacia las celdas de castigo. Las golpearon brutalmente y las dejaron marcadas con hematomas en sus cuerpos", comenta.

Las 10 venezolanas castigadas en la cárcel Arouca permanecieron 15 días en celdas sin acceso a la luz del sol y sólo les dieron de comer pan y agua. "Permanecieron en esa situación de forma totalmente injusta", apunta Gloria.

"Personalmente sufrí xenofobia por parte de las oficiales de la prisión. Nos decían que éramos unas "nasty spanish" (españolas asquerosas). Lo repitieron muchas veces y eso lo tienen que soportar venezolanas que están condenadas a dos y tres años en esa prisión por entrar ilegal en Trinidad y Tobago".

"Viví una amarga experiencia en ese lugar, en una pequeña celda oscura y fría, donde mi compañera era una asesina. Ella era una mujer con vicios y yo, una muchacha completamente sana".

En el Centro de Detención de Inmigrantes

La vista oral de Gloria se aplazó una y otra vez porque la abogada no llegaba a tiempo o no tenía los documentos completos. Ella no estaba condenada y en el último juicio, la magistrada tuvo en cuenta los tres meses y una semana que llevaba en la cárcel de Arouca y la dejó en libertad. Pero los agentes de Inmigración no respetaron la sentencia.

"Al día siguiente me llevaron al Centro de Detención de Inmigrantes donde pasé dos meses y medio más". Gloria no sabía qué hacía allí ni qué iba a ser de su vida.

"En ese lugar viví experiencias muy amargas. Si en la prisión de mujeres de Arouca, las oficiales padecen xenofobia, en el IDC es todavía peor. Las oficiales tienen un grado de xenofobia inimaginable. En cualquier momento te ven horrible, te gritan, no tienen un mínimo de respeto por las venezolanas que allí se encuentran. Cuando yo llegué hacía una semana que las detenidas habían hecho una huelga porque una venezolana de avanzada edad estaba teniendo un accidente cerebrovascular y las oficiales no se estaban tomando la molestia de llamar a un médico o de trasladar a la señora a recibir atención médica. La señora estaba sufriendo un ACV (accidente cebrerovascular) y ellas decían que estaba fingiendo. Las muchachas sabían lo que estaba pasando porque había dos venezolanas enfermeras entre las detenidas e identificaron los síntomas. Las oficiales llamaron a la Policía al ver la revuelta y ellos entraron al área donde estaban las mujeres y las golpearon brutalmente; las arrastraron por el cabello hacia las celdas y les dejaron hematomas en todos sus cuerpos, 'aruños' en el cuello, las cachetearon... Yo no fui testigo presencial. No vi cómo ellos las golpearon, pero vi a todas estas mujeres, una semana después y todavía todas, incluyendo una muchacha embarazada de 4 meses, tenían hematomas en el cuerpo de lo que había sucedido en ese lugar. Yo no estuve allí, pero me partió el alma ver a esas mujeres", señala a CiberCuba.

"En el IDC se maltrata de forma psicológica a las mujeres. Se supone que ellos nos dan una llamada semanal porque nuestras familias están en Venezuela y tenemos que llamar vía WhatsApp para poder comunicarnos con ellas. Nos dan la llamada cuando a las oficiales les apetece. Puede ser que nos den media hora o puede ser que sean 15 minutos. Ese es el momento más amargo de toda la semana. Las oficiales se encargan de amargar ese momento. Nos humillan porque ellas son las que tienen el control del teléfono y del tiempo. Nos manipulan. Si hacemos cualquier cosa nos dicen que nos van a quitar la llamada porque saben cómo nosotras anhelamos comunicarnos con nuestras familias. No podemos ni siquiera reírnos ni cantar y eso les molesta terriblemente. Nos dicen que nos callemos la boca o si no, nos van a quitar la llamada. Es un momento sumamente amargo para nosotras", se lamenta.

La comida, insiste, la traen de algún lugar y la dejan sobre una mesa. Dos horas después es que la sirven a las internas, cuando está fría y apetece poco comerla. "Es una comida muy, muy decadente. Nos ofrecen una botellita de agua de menos de 500 mml al día. Cuando se acaba, hay que beber el agua que sale de la pila. Todos los días allí se suscitan actos de xenofobia en contra de estas mujeres. Es verdaderamente deplorable el poco nivel profesional que tiene las oficiales en el Centro de Detención de Inmigrantes. No existe razón para la cual una oficial trate de forma xenofóbica a una detenida, de la manera en que lo hacen los oficiales allí. Les hablo de la manera en la que se dirigen a las detenidas, en las que las tratan, les responden o entregan la comida. El espacio es completamente reducido y no permiten a las detenidas salir a ver el sol. Sólo 15 o 30 minutos en toda una semana. Pasamos el resto del tiempo en un lugar muy bajo. Es muy amargo, muy triste, muy deprimente estar en este lugar y las oficiales se encargan de hacerlo todavía peor".

Libertad condicional

Tras pasar dos meses y medio en el infierno del IDC, a Gloria la llevaron a la oficina de Migración de Puerto España y la sometieron a un nuevo juicio, que ellos llaman "minicorte". El veredicto fue "orden de deportación" pese a que ella es solicitante de asilo.

La joven se negó a firmar la deportación y el juez le dio una semana de plazo para que presentara en Inmigración la documentación que acredita que ha solicitado protección internacional. Siete días después, aparecieron su expediente y las pruebas de que había pedido asilo.

El juez determinó que ella debía esperar en el IDC, el Centro de Detención de Inmigrantes, "hasta que se resuelva su situación".

Un mes después, la llamaron y la multaron con 2.100 dólares trinitenses, que tuvo que pagar para poder quedar en libertad condicional.

Gloria continúa en Trinidad y Tobago, con una orden de supervisión de Inmigración.

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Tania Costa

(La Habana, 1973) vive en España. Ha dirigido el periódico español El Faro de Melilla y FaroTV Melilla. Fue jefa de la edición murciana de 20 minutos y asesora de Comunicación de la Vicepresidencia del Gobierno de Murcia (España)


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