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México, 28 oct (EFEUSA).- En su más reciente novela, El mercenario que coleccionaba obras de arte, la escritora cubana Wendy Guerra huye del mito de los buenos contra los malos y desvela el parecido de los revolucionarios con sus opuestos al defender sus ideales.
"Este libro generará un escándalo en izquierdas y derechas porque no hay mucha diferencia entre los guerrilleros y la contra, entre la contra y las revoluciones", asegura en entrevista a Efe la ganadora del premio Bruguera por la novela "Todos se van" (2006).
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La nueva obra, editada por Penguin Random House, gira alrededor de Adrián Falcón, un mercenario nacido en Cuba que llegó a la tercera edad desencantado de las ideologías.
En uno de los pasajes más desgarradores, el hombre se va a luchar contra los comunistas y para darse fuerza a la hora de actuar canta canciones de Silvio Rodríguez, el símbolo de la nueva trova cubana y defensor de la Revolución, cuyas canciones se sabe de memoria.
"Todo partió de una historia real. Solía encontrarme en exposiciones de arte a un hombre; un día me preguntó si me atrevería a escribir sobre la vida de un mercenario. Que le gustara Silvio me dejó aterrada y dije aquí hay una novela", confiesa.
Empeñada en exponer la historia sin hacer juicios, la autora retrata el lado humano de un hombre de más de sesenta años, empeñado en derrumbar el Gobierno de Fidel Castro y luego involucrado en la lucha contra los sandinistas y perseguido por terrorismo.
"Un escritor debe salir de su zona de confort y esta fue mi oportunidad de hacerlo; escribí metida en la piel de un hombre. Aunque el tópico es cubano éste es un libro más de Centroamérica o de América Latina", asegura.
Wendy adopta en sus novelas la postura del retratista. Desde que escribió "Todos se van" en forma de diario, más que una crítica de la Revolución es una cronista del día a día de los cubanos de a pie.
Un momento desgarrador de su obra es cuando Adrián Falcón rinde homenaje al enemigo y confiesa su respeto por las personas convencidas de su fe, aunque no comulgue con ellas.
"Su homenaje al enemigo es el momento más lírico de la novela. Pide que le digan dónde están esos hombres y les hace un homenaje; y yo me pregunto si los militares de Cuba están conscientes del nivel de sus enemigos y si podrían rendirles homenaje alguna vez", cuenta.
Por ser una escritora independiente, Wendy Guerra no tiene acceso a los medios en Cuba y considera que le han cerrado la boca.
"¿No es una vejación a nivel histórico y de derechos humanos que le corten la lengua a una mujer como yo y no la dejen hablar en su país?", se cuestiona y luego confiesa ser abusada en cada regreso a La Habana, donde le quitan los libros.
Denuncia el machismo imperante en la isla donde es gracioso que un hombre le de una nalgada a una mujer. "Vivo en un país donde son abusadas las mujeres y a nadie le importa, el mundo lo ve y nadie hace nada. Si le pellizcan una nalga a una mujer en Nueva York se enteran todos; en Cuba es normal", asegura.
La escritora pertenece a la generación nacida en los primeros años de la Revolución, cuyos padres en muchos casos apenas pudieron atender la familia porque la prioridad fue apoyar a Fidel Castro a construir el "hombre nuevo". Es la misma historia del guerrillero de su novela que se califica como un "padre pelagatos".
"No quiero quedar como alguien que está haciendo loas a la Revolución ni a la Contrarrevolución; esta es una novela dura. No hay izquierdas ni derechas, hay seres humanos enfrentándose a dogmas, a demonios políticos. Yo no juzgo a nadie. La naturaleza de la bestia, de eso trata la novela, ojalá la crítica lo tome así", dice.
En un combate, el protagonista se encuentra la mochila de un joven muerto por sus tropas. El chico es nicaragüense y el mercenario descubre una carta suya a su madre en la que confiesa sus deseos de irse y su seguridad de que lo van a matar. Es suficiente; después de eso Adrián Falcón cierra su historia de guerrillero.
"El problema es el ser humano. Este libro habla del ser humano, más allá de que vivas en Cuba y seas militante del Partido Comunista o estés en el Miami", repite Wendy Guerra, desmarcada del mito de los buenos contra los malos.
Por Gustavo Borges
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