El huracán Irma dejó 158.000 viviendas afectadas en Cuba. Entre ellas, la de Laura Sánchez y Guillermo de León, habitantes de la zona de Punta Alegre, en el municipio de Chambas, en Ciego de Ávila.
Laura contó al diario local Invasor el momento terrible en que fue consciente de que no tenía un lugar donde vivir: “Yo lloré mucho, me alteré de los nervios. Al ver tanto destrozo por todas partes me preguntaba cuándo volvería a tener vivienda”.
Esta pareja siempre tuvo presente que no podían pasar mucho tiempo sin hogar.
“Yo nunca había fabricado viviendas, ni cosas por el estilo -dijo Guillermo-, no tenía experiencia en ese giro, pero no dudé de que sí podía hacerlo. Me autorizaron a levantar en el mismo lugar donde Irma nos había derribado la otra casa, y le metí mano al asunto. Fue una etapa muy dura, en la que me mantenía fajado de día y de noche; a veces eran las 10:00 p.m., e incluso más tarde, y yo seguía ahí. Me dolían hasta los huesos que no tengo en el cuerpo, pero mi casita avanzaba mediante la llamada tecnología o sistema Sandino".
“No tengo quejas; los compañeros de la construcción me prestaron algunos instrumentos. Tampoco puedo dejar de mencionar la ayuda que me ofreció Oriel: un muchacho que vive cerca.”
Justo a los dos meses y doce días después del paso de Irma, tuvieron una casa de dos cuartos, sala, cocina comedor y baño.
Contaron, según el medio que publicó el reporte, con la ayuda de una especie de micro-comunidad, a cargo de fuerzas de la Brigada 2 de Construcción de Obras Varias, y con la Dirección Municipal de la Vivienda en calidad de inversionista.
“Pudimos comprobar que cuando alguien resulta dañado por un ciclón o por algún fenómeno meteorológico, no debe cruzar los brazos y esperar a que vengan otros a hacerles todas las cosas o a resolverles los problemas. Nos toca poner de nuestra parte, asumir y participar", concluyó Laura.
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