Juan González: singular zona patrimonial de Santiago de Cuba

Cansados de tanto reguetón, carnaval o playa Siboney atestada de gente, hasta la cascada de Juan González llegan cada año personas, jóvenes principalmente, buscando algo diferente en medio de una cotidianidad tan aplastante como aburrida.

Cascada de Juan González en Santiago de Cuba © CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez
Cascada de Juan González en Santiago de Cuba Foto © CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

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Este artículo es de hace 6 años

Cualquiera pensaría que en la santiaguera comunidad de Juan González, donde está uno de los más conocidos y visitados escenarios de la batalla naval de la Guerra Hispano-Cubana-Norteamericana, existe una iniciativa digna, estatal o privada, que obtenga algún provecho económico de esa riqueza patrimonial e histórica, y a la vez, apostara por mayor conocimiento y reconocimiento de este pecio.

Resulta que en la playa de igual nombre se asoma hace ya 120 años lo que fuera la torreta y el cañón Hontoria del Crucero Acorazado «Almirante Oquendo», de la armada colonial española, pieza de ese navío que llama la atención más que cualquier placa de bronce que pudiera colocarse, y que permanece erguida en franco desafío a las inclemencias y azotes del tiempo y de los fenómenos meteorológicos, también con irrespeto a la desidia, la indisciplina y la inconciencia de no pocos.


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Crucero acorazado Almirante Oquendo - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

Dicho cañón indica que ahí está uno de los pecios del famoso conflicto bélico que marcó el inicio del fin del colonialismo español en América y, también, la primera intervención imperialista de Estados Unidos en el continente. Sin dudas, el sitio tiene tela por donde cortar cuando se habla de historia y patrimonio, pero muy poco en sacarle provecho a su riqueza, al menos desde una iniciativa estatal emplazada en la zona.

Crucero acorazado Almirante Oquendo - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

El paisaje de Juan González es singular por la unión de las ensenadas de las desembocaduras de dos ríos, uno de igual nombre que la localidad y el Nima Nima. Están separados por una distancia de 700 metros y conforman un accidente geográfico peculiar junto con sus valles, estos últimos separados por una pequeña punta escarpada y ambos coronados por formaciones montañosas de la Sierra Maestra.

Juan González - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

Entre estos terrenos abruptos florece con esfuerzo una pequeña comunidad que también tienen características únicas, sobre todo mucho arraigo a la zona y, también, muchas y muy justas reclamaciones: la última novedad, cuando Cuba habla ya de telefonía 3G, es que hace poco más de un mes existe cobertura móvil 2G, llega la televisión digital pero no los canales de alta definición, y urge, a gritos, un mercado agropecuario, una pequeña tienda recaudadora de divisas donde se comercialicen productos de la canasta básica, también un eficiente sistema de acueducto, y, sobre todo, mejoras en la transportación de personas.

Juan González - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

También, por qué no, una iniciativa estatal que enclavada en el sitio apueste por mayor conocimiento y reconocimiento de un patrimonio sumergido único en el mundo y que derive, además, en una fuente de empleo que beneficie a los lugareños.

Lo que no ofrece el Estado, lo hace un pescador

Hasta la puerta del hogar de Héctor Miguel Armada Alvarado, en la comunidad de Juan González, llegan todos los años personas de Cuba y otras naciones, y todos con el mismo fin: buscando un guía que les ayude a conocer de cerca los restos del Crucero Acorazado «Almirante Oquendo», posiblemente el navío más conocido del «Parque Arqueológico del Patrimonio Natural y Cultural Subacuático Batalla Naval de Santiago de Cuba», que desde el año 2015 ostenta ser Monumento Nacional y que hoy tiene serias aspiraciones a ser incluido en la lista indicativa del Patrimonio de la Humanidad.

Héctor Miguel Armada Alvarado - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

“Principalmente vienen extranjeros. Han llegado y han estado buscando un guía y equipos de buceo, y yo he prestado mis equipos, principalmente patas de rana y caretas, y les he servido de guía”, asegura.

El Crucero Acorazado «Almirante Oquendo» se encuentra a una profundidad que oscila entre los cuatro y los 13 metros, y según Armada, “tiene un buen estado de conservación. Es lindo ver estos restos rodeados de peces pequeños, principalmente loros e isabelicas”.

Crucero acorazado Almirante Oquendo - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

Este hombre, que desde los 12 años se sumerge en las aguas de la playa de Juan González para bucear y en otras para pescar, porque está prohibido hacerlo en los pecios, asegura que no es el único que sirve de guía a turistas nacionales y foráneos curiosos, pero, según él, lo llamativo es que no vienen desconocedores, “viene con conocimientos de la historia, ya saben de la batalla naval, lo que buscan es ver de cerca, es lo que les falta y los que los trae hasta aquí”.

Valla Playa Juan González - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

En contraste, para los lugareños el Crucero Acorazado «Almirante Oquendo» no es más que una referencia: “la parada del barco”, “la playa del barco”, “del barco para la allá está Caletón y para acá está la ciudad”…

“Para la gente de por aquí el barco no tiene importancia, lo vemos todos los días”, acota y añade “yo he llevado cubanos también pero no de Santiago de Cuba, sino de otras provincias como Guantánamo. Conocen la historia del tiempo en que encalló y quieren verlo de cerca. ¿Pero a los santiagueros y los que son de por aquí? A ellos no les importa mucho, o al menos yo no he llevado a casi ninguno que no sea buzo o especialista en algo”.

Más allá de la carretera, de unos pocos metros a ambos lados del Crucero Acorazado «Almirante Oquendo», ni se habla de que famoso pecio es Monumento nacional, mucho menos del «Parque Arqueológico del Patrimonio Natural y Cultural Subacuático Batalla Naval de Santiago de Cuba».

Juan González - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

Se comenta más lo malo del transporte, de la pipa con agua que no llega o del nivel del cauce de cascada que se encuentra en la localidad. La cotidianidad es tan dura aquí para los mil habitantes de unos 300 núcleos familiares que habitan en la zona, que comentar sobre el patrimonio sumergido es casi como pedir un concierto de la orquesta sinfónica nacional o una actuación del cuerpo entero del Ballet Nacional de Cuba en una angosta margen del río lleno de piedras.

- CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

Cascada de Juan González, destino para los jóvenes escapista y turistas postfordista

Cansados de tanto reguetón, carnaval o playa Siboney atestada de gente, hasta la cascada de Juan González llegan cada año personas, jóvenes principalmente, buscando algo diferente en medio de una cotidianidad tan aplastante como aburrida.

Es así que lugares como la famosa cascada se convierten en destinos tanto para el aventurero, el nudista, como para el que busca estar en un lugar donde la salpicadura de alguien no es un problema.

Cascada de Juan González - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

“Lo malo de la cascada es que está a la merced de las lluvias, entonces a veces está deliciosa otras no tanto. Lo otro es el transporte que se pone brutal y también que el acceso, aunque es relativamente fácil para una persona joven, no lo es para un niño pequeño o para una persona no tan joven, y menos si no es muy dada a escalar rocas, etc.”, asegura Jorge, que ha visitado el lugar más de 10 veces.

- CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

En el imaginario del santiaguero Juan González es hoy el lugar «donde está la cascada», no el sitio que forma parte del «Parque Arqueológico del Patrimonio Natural y Cultural Subacuático Batalla Naval de Santiago de Cuba», pero tampoco es que esté en la mente de muchos, sino de algunos que conocen este sitio, una cifra que cada día aumenta, para perjuicio de este paraje.

“Hace 20 años cuando vine por primera vez, nadie o pocas personas sabían de la cascada o de las cinco pozas donde uno puede bañarse. Era una delicia, con decirte que hasta desnudo me he bañado y hasta hice el amor… pero hoy esta realidad está cambiando, sucede que muchos destinos de Santiago de Cuba, antes a duras penas conocidos, hoy se están convirtiendo en parajes cada día más explotados, lo mismo con la playa Arenas Blancas que antes ni se conocía ya hoy está hasta sucia, porque el Estado no crea medios o formas para protegerlas, como cestos de basura o recogida de desechos, y estos se acumulan. Las personas tampoco tienen conciencia, no cuidan”.

- CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

En temporada no veraniega la cascada de Juan González sigue siendo preferida entre quienes no gustan las grandes aglomeraciones de personas que se mueven en el agua a ritmo de reguetón. Cualquier mes que no sea julio y agosto, la localidad que antes vio morir el famoso navío español, ve llegar personas que cuando más se toman un «selfie» con fondo en el mar y el barco hundido, y enseguida se enrumban hacia la cascada.

¿Qué hacer en una localidad costera cuando no se vive del mar?

Esa fue la disyuntiva que le deparó la vida a Odalis Marzán Rivera, que llegó a la localidad de Juan González por la misma razón que muchos arriban al lugar: un hogar barato, relativamente cerca de la ciudad de Santiago de Cuba, y sobre todo, porque es mejor estar ahí que vivir agregado.

Odalis - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

Juan González tiene esa peculiaridad: acoge a muchos que no encontraron otra manera de resolver su problema de vivienda que no sea comprando en localidades así, apartadas y a precios bajos, pero que a la larga pasa factura.

Odalis decidió desafiar la lógica de que quien vive en una localidad rural y costera: ni agricultura ni vivir del mar. Esa fue su decisión y las manualidades, la solución. Encontrar en medio de esta geografía agresiva alguien que haga arte con retazos de tela es una verdadera sorpresa, más que vivía de esto, no exclusivamente, pero sí una fuente importante de ingresos.

Manualidades - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

“Hace más de 20 años que me dedico a esto. Aprendí de mi hermana que trabajaba en la textilera, pero yo los hago mejor que ella”, asegura entre carcajadas, “solo hacía cuadraditos, para la cocina, poco a poco fui incluyendo otras formas, como las frutas por ejemplo. También hago alfombritas para la casa, palilleros para echar los palillos, cojines, y otro similar para guardar los panes”.

En su patio, en medio de perros, corrales de cría de cerdos, gallos y gallinas y patos, ha creado un hermoso remanso, a la sombra de techos de guano y numerosas plantas ornamentales, ella cose una buena parte de las piezas que vende a 25, 30 ó 35 pesos. El resto del tiempo es atendiendo los animales, que es negocio de su esposo, o barriendo el patio, también haciendo otras actividades en la casa.

Manualidades - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

“Muchas personas me hacen encargos, y generalmente quienes compran son las personas del barrio, cosas así se venden en las tiendas recaudadoras de divisa de la ciudad, pero aquí no hay, y aprovecho yo esa oportunidad y vendo mis cositas”.

“Es muy difícil comprar las telas que necesito, tengo que viajar a Santiago de Cuba a buscar las cosas… antes en la tienda donde venden las cosas por la libreta, vendías ropa de «trapichopi», pero hace años que no se venden… es que a decir verdad, cualquier cosa que uno quiere hacer aquí tiene que ir a la ciudad, no hay de otra, salvo que quieras comerte un pescado, cualquier otra cosa es difícil hacerlo”, sentencia.

Manualidades - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

“Prefiero vivir aquí, aunque sea pasando trabajo, porque vivía en el Distrito, pero el agregado apesta en cualquier lugar y no hay como vivir solo. Aquí vivimos mi esposo y yo, lejos y pasando trabajo, pero vivimos los dos solos. Aunque claro, vivir aquí tiene sus cosas malas. Mi hijo, por ejemplo, vive en Santiago de Cuba, allá puede ser más feliz”.

Odalis saca sus ideas de los audiovisuales que ve. Ella es, posiblemente, la única de las habitantes de Juan González que saca algún provecho económico de la llegada de la televisión digital, más con aquellos programas que ofrecen ideas de hacer cosas en el hogar.

Televisión digital - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

***

A Juan González no le disgusta que la visiten, mucho menos que la olviden con facilidad. El mayor recuerdo será una foto, un «selfie», y quizás un recuerdo… pero eso es desear demasiado.

Tiene el estigma de lo singular: una bodega, una manicura, una casa de alquiler, una «paladar» ilegal, hasta un distribuidor del paquete que, para remate de los males, es cristiano y no trabaja los fines de semana, justo cuando el hastío supera hasta la paciencia de un monje budista experto.

Esa cruz también llega a las actividades que de una forma esporádica pero repetitiva, rompen la tradicional monotonía: una vez al año los cangrejos lo cubren todo, hasta el más recóndito recoveco de la carretera y de las casas, entonces comienza el suceso de recoger la hueva de la hembra de la especie y sacar el caro. Hay quienes viven de eso al menos un par de meses.

En el mes de julio, con el Festival del Caribe, Juan González acoge una de las ceremonias mágico religiosas: la Oda a Yemayá. Ese momento motiva a que muchos de la zona recopilen hasta agua de beber para vendérsela a todo el que se asoma por el inhóspito paraje ese día del año.

Pero lo común, el día a día de personas que literalmente son de «a pie», es levantarse temprano y dirigirse bien al mar a sacar algunos productos, o la ciudad de Santiago de Cuba donde muchos son obreros, custodios o domésticas, y regresar tarde en la noche, luego de maldecir vivir en el punto intermedio entre dos puntos poblados, a la merced de los designios del transporte.

Entonces cae la noche, que lo cubre todo, y donde hoy es menos oscura gracias a la televisión digital y a la telefonía móvil, “y no quieras ni imaginarte cómo era antes, con los apagones del período especial, por ejemplo, o en medio del huracán Sandy, eso sí que daba ganas de llorar”, asegura una lugareña.

Huellas del impactp del huracán Sandy - CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez
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José Roberto Loo Vázquez

Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.


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