Yolanda celebra que su hija terminara el grado once con buenas notas. Como ellas dos, el resto de los cubanos disfrutan las vacaciones cuando el año lectivo llegó a su fin, no obstante, desde ya se preparan para un momento definitorio en la vida de muchos de los nacidos en este país caribeño: las temidas pruebas de ingreso a la enseñanza superior.
Su pequeña quiere Medicina y sabe que cada décima cuenta. Aunque en la actualidad acceder a esta carrera no es tan duro como décadas atrás, lo cierto es que tampoco la regalan con solo aprobar los exámenes, como pasó en los años recientes, y aún está entre las más solicitadas por quienes terminan el grado doce y buscan continuidad de estudios.
Razones tiene para el jolgorio, pero lo que se le avecina no es fácil. Ellas no quieren arriesgar nada. Ser médico cubano es una inversión y manera de garantizarse el futuro mediante los viajes que los galenos pueden hacer en misiones por el Estado o autogestionadas.
En cualquier caso en la actualidad este profesional de la salud es una nueva clase social en la Isla: logran acceder a puestos laborales y trabajar en otras naciones, tienen algunos de los salarios más altos en el país que les vio nacer y son de los pocos que tienen ciertas prebendas, como las laptops que se les vende, o vendían pues en algunos lugares hace meses que se esperan estos equipos y no llegan.
“Cuando tu hijo empieza grado 12, desde el primer día, también empieza con los repasadores según las pruebas de ingreso que vaya a hacer. Esa es la manera de garantizar que el estudio sea sistemático, también es la vía para reforzar lo aprendido en la escuela, sobre todo cuando te toca un profesor que no sabe ni dónde está parado, uno de estos que aún ni saben nada de la vida y menos de enseñanza, porque ellos mismos estudiaron pedagogía porque no les llegó más nada, y no por amor al magisterio como debía ser. Entonces el repasador es la forma que tienes como padre de agenciarte un maestro que tenga experiencia y sepa realmente enseñar”, comenta Yolanda.
En los últimos años en Cuba se han aplicado diversas estrategias con el objetivo primero, de incentivar el amor por los muchachos hacia las carreras pedagógicas, y segundo, lograr engrosar las matrículas en las aulas de los futuros profesores de la nación caribeña.
Sin embargo, lo que realmente ha sucedido es que los maestros del mañana solo estudian carreras pedagógicas porque no tenían buenos índices para acceder a otras especialidades, o tenían mucho miedo a enfrentarse a una prueba de ingreso y prefirieron esta salida más fácil, u optaron por ser profesores pues tenía la fama de ser este un camino sin muchos obstáculos y del cual todo el mundo logra egresar. Al final, muy pocos sienten verdadero amor por el magisterio y eso deja secuelas sociales.
“Entonces, ¿qué sucede?, que uno busca un repasador para suplir las deficiencias de la educación pública cubana. Pero las soluciones no son baratas. Los precios de un repasador rondan los 50 o 75 pesos cuando tu hijo está en un grupo de personas, en un aula, pero cuando es un solo alumno puede llegar a costar hasta 20 CUC al mes, o más, para recibir 8 clases al mes o 4 pero de mayor cantidad de horas. Sé de un repasador que ha llegado a tener por mes unos 60 estudiantes distribuidos en aulas y turnos, así que por lo bajito se embolsillan unos 3 mil pesos fácilmente, aunque se lo ganan y bien ganados”, agrega Yolanda.
La figura del repasador ha ganado protagónico en los últimos años en Cuba. Si antes solo se hablaba de ellos en la enseñanza primaria, más como forma de reforzar los hábitos de estudios, luego han devenido imprescindibles para quienes optan por un cupo en las universidades cubanas. Incluso en estas, entre quienes cursan carreras, también se han convertido en un acompañante necesario, especialmente entre las que son de corte menos social y humanísticas.
Rolando pasó por el traumático proceso dos veces. “Muchos critican que los muchachos tengan repasadores, pero la verdad es que uno como padre tiene que hacer todo lo posible por sus hijos, y no quiere que estén en desventaja. Si los amigos de mis hijos tienen repasadores y yo puedo pagarlo, pues lo hago si con eso garantizo una mejor preparación. Hay cosas que éticamente son cuestionables, pues uno de mis muchachos tuvo un profesor de la escuela que le repasaba luego en su casa, pero hay cosas que yo prefiero ni averiguar. No sé cómo eran las clases en la escuela, pues como repasador sí eran buenas”.
Muchos critican que los muchachos tengan repasadores, pero la verdad es que uno como padre tiene que hacer todo lo posible por sus hijos, y no quiere que estén en desventaja
Hay profesores que han devenido “gurús” cuando se trata de acceso a la universidad. Algunos, incluso, tienen ofertas especiales como una especie de “10 preguntas para aprobar los exámenes”, otros se promocionan como expertos en adivinar los cuestionarios, y no pocos usan antiguos cargos, como el de ser metodólogos provinciales años atrás, que convierten en una especie de garantía de calidad.
“El menor de mis hijos que recientemente pasó por esto, tuvo primero un profesor de la universidad, de matemática. Yo creía que el hombre era ducho en esto, y realmente lo era, pero el tema está en que había otro que era el que todos los muchachos buscaban porque tenía una especie de tarjetas con ejercicios que se aseguraba que si las resolvías ya estabas bien preparado. Yo hablé con él. Estaba lleno y tuve que pagarle en vez de 75 pesos al mes, 100 pesos para que incluyera a mi hijo. El hombre además tenía el don de adivinar más o menos por dónde iban las preguntas del examen de matemática cada año. Yo no creo en adivinos, sí en experiencia, y más si comparo que el profesor de mi hijo del pre no tenía más de cinco años de graduado y era el hijo mala cabeza de un amigo mío. Te imaginarás que me alarmé”, explica Rolando.
Hay quienes aseguran que las pruebas de ingreso se venden cada año, a pesar de que el Ministerio de Educación y el Estado en sentido general dedica gran parte de esfuerzos a garantizar la transparencia de estos, pues de lograrse deriva en equidad en el acceso a la universidad.
Sin embargo, nadie sabe cómo se filtran estas pruebas, pero la verdad es que hay años en que esto deja de ser una suposición y se convierte en una realidad: se venden en la calle y en las escuelas.
“En mi año, cuando estudiaba en el pre, en 2010, las pruebas se vendían hasta en 50 CUC, sé que se vendían hasta en más dinero y otras en menos, ¿cómo se filtraban? No sé, pero los mismos profesores te lo ofrecían. Años antes supe de una ocasión que la prueba se llegó a vender tanto que todo el mundo la tenía. Ya casi llegabas al aula y te preguntaban “¿la tienes?” Eso que te cuento fue muy real, más o menos en 2005, por ahí. Muchas personas en ese entonces lo que hacían era reunirse varios y comprarlas, pues te imaginarás que si las necesitas todas no es fácil pagar 150 CUC, por ejemplo, por todas”, comenta Rafael.
Lourdes acaba de pasar un proceso bastante difícil con su hijo. Él quería medicina, pero le llegó enfermería.
“Hay dos cosas que no entendí nunca y no creo que nadie me pueda explicar. Tampoco nadie me saca de la cabeza que detrás hubo dinero. Lo primero es que sé de muchachos que pedían Medicina, tenían acumulados similares al de mi hijo y en las pruebas de ingreso sacaron notas inferiores hasta por 20 puntos. En la revisión no subieron, sin embargo, en las vistas públicas subieron y no dos o tres puntos, sino 10, 15 y hasta 20, ¿cómo se explica eso? Pagaron a los profesores de las revisiones de la vista pública o usaron relaciones, profesores conocidos, amistades, lo que sea. No hay otra explicación. Y lo cierto es que mi hijo se quedó en eso. Lo otro. Si llegaron cierta cantidad de plazas, porque eso se publica, ¿cómo se explica que se otorgaron esa cifra menos una? ¿Qué pasó con ese cupo, a manos de quién fue a dar? Si llegaron 37, digamos, y se otorgaron 36, porque yo me tomé la molestia de contar, ¿qué pasó con ese último cupo? Vete tú a saber”.
Los profesores universitarios son algunos de los responsables por cuidar la transparencia el día que se aplican los exámenes de ingreso a la enseñanza superior. Estos se desplazan por las escuelas de cada provincia, incluso, hasta las zonas rurales. Allí hay formas muy ingeniosas de desviarlos de sus responsabilidades.
Selena no conocía estos oscuros mecanismos y pecó de ingenua. “Una vez en un preuniversitario de un campo me tocó cuidar exámenes. Un profesor del lugar me dijo que estaban haciendo café en el patio, imagínate, café de un campesino, tostado y pilado de forma tradicional, y además había frutas y jugos. Yo decidí cogerme un descansito, llevaba toda la mañana cuidando examen. Un colega más viejo que yo me dijo que no lo hiciera más cuando me lo encontré en el patio, que los guajiros hacían eso para sacarnos de las aulas y ayudar a los muchachos. Pasó así pero decidí dejar eso ahí porque no me convenía, pero cogí a un profe ayudando a un aula. Luego supe que estos profes recibían regalos de los padres cuando ayudaban a los alumnos”.
Las pruebas de ingreso generan todo un negocio. Desde los repasadores, con sus diferentes modalidades, y que pueden ser o no una manera de afianzar conocimientos hasta una forma de sustituir la deficiencia de un profesor, pasando por la venta de estos exámenes, que hay años que se filtra masivamente, otras de forma más discreta, hasta aquellas ocasiones que quizás no suceda, quien sabe.
Bien aplicado, debía ser un mecanismo muy equitativo, sin embargo, en el proceso, arbitra cualquier cantidad de dinero e ingeniosos artilugios mediante los cuales esa hermosa intención muchas veces se echa a perder.
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