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El cementerio de San Rafael, en Guantánamo, sufre desde hace años un deterioro que va in crescendo ante la indiferencia de las autoridades y la indisciplina social.
Además de la falta de mantenimiento que ha llevado al deterioro constructivo de las tumbas, la necrópolis carece de un inadecuado sistema de drenaje que causa problemas más allá de su tapia, debido a los gases contaminantes que proceden de la descomposición de los cuerpos.
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El camposanto, de 400 metros cuadrados de extensión, no cuenta tampoco con iluminación nocturna, lo que ha posibilitado la sustracción de joyas y objetos de valor del interior de los panteones.
Han llegado, incluso, a robarse las argollas de bronce de las tapas de las tumbas, lo cual dificulta luego su manipulación.
Según el diario local Venceremos, especialistas de la cultura del territorio han alertado de la urgencia de rescatar las valiosas piezas arquitectónicas del lugar, donde se aprecian elementos del art-deco, y se combina armónicamente el art nouveau con el neoclásico, y el barroco con el gótico.
Reparar el estado de las criptas patrimoniales, aunque es responsabilidad de sus dueños, requiere asesoría técnica y atención de la Oficina de Monumentos y sitios históricos y de las autoridades locales, los cuales deben garantizar que al realizar las obras constructivas se respeten las cualidades arquitectónicas de las edificaciones.
También debe exigirse a los propietarios de las 3.816 bóvedas particulares que velen por su mantenimiento, así como a los vecinos zonas aledañas no echar basura y no permitir a los niños que entren a jugar como si fuera un parque.
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