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Cada cual entiende el fútbol –y el Mundial- como le viene en ganas. Es un derecho que nos asiste a todos. Esta columna sintetiza mis impresiones de cada jornada en la fiesta mayor del deporte más hermoso del mundo.
La jornada
Pocas veces hubo aguas más tranquilas para navegar hacia la gloria mundialista. Italia ni siquiera se presentó en la fiesta. Alemania salió por la puerta del fondo en los octavos. Brasil, el candidato de las mayorías, hizo los bártulos en cuartos. Encima, España fue una sombra y Argentina no se sabe lo que fue...
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De manera que Francia, el único gran favorito que respondió a los cálculos, llegaba al césped de San Petersburgo con las banderas de la ambición a toda asta, a la manera de un Eugene de Rastignac con tacos y pantalones cortos.
Veinte años atrás, Les Bleus se coronaron por única vez en esta clase de contiendas. Entonces, dirigidas por el genio de Zidane, en sus filas habitaba este hombre que ahora los ha dirigido con el tino de la frialdad, Didier Deschamps, hasta el punto de hacer que Francia luciera todo el tiempo como el equipo más flexible del torneo, capaz tanto de llevar las riendas del ataque como de echarse atrás para esperar agazapada por el chance de la contra.
Sin embargo, los vaticinios para la semifinal no eran, ni por asomo, unánimes. No podían serlo, puesto que enfrente estaban los verdugos de la Canarinha, un grupo más fogoso, espectacular y creativo, con mejores maneras del centro en adelante y los arrestos inevitables de haber eliminado a la pentacampeona del planeta.
Sin embargo, los galos volvieron a dar la sensación de estar sobrados. Sus hombres de recuperación cortaron las conexiones entre De Bryune, Hazard y Lukaku; y en un duelo de oportunidades divididas apareció un cabezazo de Samuel Umtiti que dejó sentenciado el contencioso en otro acierto de la pizarra de su técnico.
Al final, sin dar muestras de brillo pero sí de autoridad, Francia irá a la final. Como un grande que es, ganó haciendo alardes de conocimiento táctico, derrochando debidamente lo que sabe, y a mí –que suelo aferrarme a la literatura- me recordó aquel episodio en que después de echar una lágrima ante la tumba del viejo Goriot, Eugene de Rastignac caminó hasta un punto desde donde se podía ver todo París y exclamó: “Ahora nos veremos las caras tú y yo”.
Inglaterra o Croacia: uno de ellos se encarará por el trono con los galos.
El gol
El golpe de testa de Samuel Umtiti, valiosísimo.
El equipo
Francia, que parece estar timoneando a su antojo cada juego.
La individualidad
Courtois fue espléndido, pero Kanté ha sido por mucho el jugador más regular de todo el Mundial.
El fiasco
Kevin De Bruyne nunca encontró el modo de romper el cerco.
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