El 6 de julio se conmemora un aniversario más de la masacre del río Canímar, donde murieron asesinadas entre 50 y 60 personas; uno de los más abominables crímenes del Gobierno de Fidel Castro que, sin embargo, es prácticamente desconocido para los cubanos tanto dentro como fuera del país.
En 2018 se cumplen 38 años de aquel hecho que enlutó a la ciudad de Matanzas. En el verano de 1980, después de que miles de cubanos habían abandonado legalmente la Isla por el puerto del Mariel, dos jóvenes hermanos decidieron que también era su momento de escapar hacia una nueva vida.
Uno de los relatos más pormenorizados de aquel evento lo brinda el escritor Norberto Fuentes, durante años figura muy cercana a Fidel Castro, en su libro Los hijos del enemigo.
Cuenta Fuentes que ese 6 de julio, Sergio Águila Yanes, de 19 años y su hermano menor Silvio, ambos reclutas del Servicio Militar Obligatorio, junto a su amigo Roberto Calveiro, resolvieron tomar el barco XX Aniversario, que hacía un recorrido turístico por el río Canímar, y desviarlo hacia Miami.
Cuando el barco se alejó del muelle, sacaron sus armas e intentaron sorprender a los guardias. Pero uno de ellos sacó su pistola y Sergio le disparó y lo hirió. Lo depositaron en un bote y lo enviaron a la orilla. Una vez que la embarcación quedó bajo el control de los jóvenes, ordenaron al capitán que tomara rumbo a los Estados Unidos.
Enel barco viajaban entre 60 y 100 personas aproximadamente. Todavía hoy no se sabe el número exacto.
Pronto las autoridades conocieron el hecho. En aquel entonces el primer secretario del Partido en la provincia era Julián Rizo Álvarez, a quien Fidel Castro dio órdenes explícitas de no permitir la fuga del barco pasara lo que pasara.
Inmediatamente Rizo envió dos lanchas torpederas a detener el buque. Trataron de hacerles desistir, pero los muchachos no obedecieron y continuaron hacia el norte.
Notificado de ello, Rizo tomó entonces una decisión: hundir el barco con disparos. Algunos pasajeros levantaron a sus hijos suplicando que no lo hicieran. Pero la orden fue dada: comenzó la masacre.
A los dos primeros barcos que atacaron el XX Aniversario se les sumó otro patrullero más fuertemente equipado y un avión que comenzó a tirar mientras le daba vueltas encima.
Con casi la mitad de los pasajeros, hombres, mujeres y niños, muertos o heridos, Rizo intensificó el ataque.
“Cuando se dio cuenta de las repercusiones internacionales que habría si el XX Aniversario se escapaba, Rizo tomó el mando del enorme buque 23 de Mayo y le ordenó que interceptara y hundiera el barco de río, mucho más pequeño”, cuenta Fuentes.
Sergio había trasladado a las mujeres y los niños a la bodega para protegerlos de las balas. Pero tras dos embestidas del 23 de Mayo, el barco fugitivo prácticamente se partió en dos.
A partir de ahí se pierde la certeza de qué sucedió con Sergio, el principal artífice de la fuga. Cuenta Fuentes que le dijo a su amigo Roberto Calveiro: “Los comunistas no me cogerán vivo nunca”, y se disparó en la sien. Otros sobrevivientes afirman que se ahogó.
Además de los hombres, mujeres y niños que murieron baleados, hubo otros que se salvaron pero que luego no pudieron soportar la fuerza de las aguas y se hundieron.
El joven Calveiro salió ileso del tiroteo y empezó a nadar, hasta que los patrulleros lo vieron y comenzaron a dispararle.
“Más tarde, cuando fue recogido en el mar por el cabello y golpeado en un patrullero, los guardafronteras que le dispararon le confesaron: ‘Chico, no sé cómo pudiste sobrevivir con todas las balas que te disparé’. Cuando llegaron al fin a la costa, los guardias le dijeron a Roberto que se echara a correr. Roberto se negó, sabiendo bien que le dispararían”, recuerda el texto de Fuentes.
Calveiro, al igual que Silvio Águila, fue condenado a 30 años de prisión y pasó los siguientes doce años de su vida en la cárcel. Fueron liberados a inicios de los 90 y marcharon hacia España.
Del resto de las víctimas, los guardafronteras solo recuperaron 11 cadáveres. Las familias de los desaparecidos no recibieron ninguna explicación, solo que habían muerto en el mar debido al secuestro del barco.
A los diez únicos sobrevivientes les ordenaron no hablar con nadie sobre el suceso y no reunirse en ningún grupo en los que estuvieran presentes más de dos de ellos. Sus casas fueron vigiladas por agentes del gobierno durante los dos años siguientes. A los familiares de las víctimas el gobierno intentó sobornarlos con equipos electrodomésticos.
Por su parte, Julián Rizo fue ascendido a los pocos meses a la Secretaría del Partido Comunista a nivel nacional.
Es curioso que al buscar su nombre en Internet, ni siquiera en las páginas webs oficialistas del régimen aparecen datos relativos a su persona. Solo su ignominioso protagonismo en este crimen es descrito con suficientes detalles en la red.
La masacre del río Canímar recuerda demasiado a la del remolcador 13 de marzo, ocurrida 14 años después.
El régimen silenció con igual cobardía las vidas de civiles inocentes, entre los que se encontraban niños y adolescentes.
No deben verse como hechos aislados. La “maldita circunstancia del agua por todas partes” de la que hablaba un viejo dramaturgo cubano, ha determinado para muchos cubanos una vía de escape hacia otro destino, pero también una barrera natural donde innumerables vidas han sido segadas por el gobierno.
Si en 1994 el mundo conoció horrorizado la tragedia ocurrida en la Bahía de La Habana, los hechos de Matanzas de 1980 apenas se conocen, aunque han pasado 38 años.
En los 80 no existía el desarrollo que tienen las comunicaciones actualmente. No había redes sociales ni periodistas independientes alternativos que contaran "la otra verdad".
También muchos, por temor, desconocimiento, o cegados por la euforia socialista, justificaban de alguna manera la actuación del gobierno contra aquellos que desertaban del proyecto revolucionario. La prensa oficialista alentaba y justificaba las acciones contra los “gusanos” y “escorias”.
Han pasado los años y muchos se han quitado la venda de los ojos.
Se van conociendo las historias, la gente habla, recuerda, reflexiona…
Sin embargo, el tiempo pasado no debe hacer olvidar el dolor de los familiares de las víctimas. Algún día, los crímenes del 13 de marzo y del XX Aniversario tendrán que ser juzgados y sus responsables tendrán que pagar por el luto que sembraron.
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