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Hershey debe haber sido un lugar bello, pero hoy es un pueblo dormido y olvidado. Se encuentra en el occidental municipio de Santa Cruz del Norte, en la provincia de Mayabeque, y alguna vez fue una villa modelo y autosustentable, impulsada por la prosperidad de la industria azucarera en el continente durante la primera mitad del siglo XX.
Fue en esta zona, estratégicamente cercana a La Habana, donde el confitero, filántropo y empresario estadounidense Milton Hershey levantó un central en 1926 para refinar toneladas de azúcar crudo y exportarlas hacia su famoso imperio del chocolate en Pennsylvania.
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Buscando la comodidad y productividad de sus trabajadores, el terrateniente norteamericano ordenó entonces la construcción de viviendas, centros médicos y educativos, lugares de esparcimiento y de culto, y hasta un ferrocarril para el traslado de materiales y personas hasta el puerto capitalino.
El pueblo comenzó a respirar aires de progreso autosustentado. Quedaron edificados un colegio público gratuito, una clínica, un cine, un club social deportivo que incluía un campo de golf y otro de baseball, así como una planta de energía, alcantarillado y agua potable.
Como la mayoría de los negocios privados en la Isla al triunfo de la Revolución, el central de Hershey -que había sido comprado por el magnate del azúcar Julio Lobo- fue expropiado y con esto se detuvo para siempre motor de la industria local.
El poblado cayó en una suerte de abandono; después de los 90, la economía del territorio colapsó estrepitosamente y nunca se volvió a levantar.
¿Qué ha quedado y cómo se vive en Hershey hoy?
Al igual que en el resto del país, la mayoría de las viviendas que se construyeron durante la etapa dorada del poblado se encuentran en muy mal estado. Sin embargo, todavía quedan portentosas y funcionales edificaciones, que se encuentran habitadas y conservan su brillo republicano.
En general, los techos y otras estructuras de las casas, construidas al más puro estilo norteamericano, han pasado a la historia. Los originales fueron sustituidos por las planchas de zinc o fibrocemento, quizás después de que algún huracán los destruyera.
Estos inmuebles, los derruidos y los conservados, cohabitan con varios bloques de edificios multifamiliares, conocidos como microbrigadas, un estilo constructivo implementado en la Isla para paliar la crisis de la vivienda.
Otro elemento que distingue hoy a Hershey es el visible abandono de su central, sus instalaciones públicas y espacios comunes, así como el descuido en la higiene de las calles y el desabastecimiento en las tiendas, farmacias y bodegas.
Lo que una vez fue el Centro Comercial, hoy es una edificación antigua que se encuentra en un estado deplorable. Las aceras que lo rodean, como es común en el resto del pueblo, están cuarteadas y levantadas por las raíces de los árboles.
El cine también está abandonado, mientras que el parque infantil pasa meses con el césped sin cortar y funcionan solo algunos de sus aparatos.
Aquí se halla un monumento a las madres del mundo en estado ruinoso: la estatua de una mujer que se yergue como elemento “decorativo” del parque, mientras sostiene la figura de un bebé sin cabeza.
La presunta casa del último propietario, el venezolano Julio Lobo, es la edificación más amplia levantada en Hershey y sobrevive como una cuartería que habitan varias familias.
Pese la dejadez generalizada, existen en la villa algunos (pocos) chalets que parecen acabados de importar desde Estados Unidos. Estas casas -de piedra, chimeneas, portales cerrados y ventanales altos- son espaciosas y poseen una extensa área de jardín. Según advierten los locales, pertenecieron a los altos directivos del central.
La zona de las fábricas
El lugar donde se centralizó la actividad industrial del poblado es actualmente una “zona de guerra”, debido al indescriptible estado ruinoso de las estructuras allí presentes. Todavía se pueden leer en los muros los carteles con los planes de molienda de hace más de 50 años.
La gigantesca nave que ocupa el Taller Ferroviario se encuentra totalmente oxidada y la mayoría de sus cristales rotos. La instalación es frecuentada por obreros que presumiblemente realizan labores de mantenimiento y reparación de piezas.
En las inmediaciones del antiguo Central y la Planta Eléctrica la vegetación está descontrolada y atrae a las vacas que son criadas en la zona. Existe un almacén de cerámica cercano y frente al él, se ubica la fachada en ruinas del único hotel levantado en el barrio.
Vecinos de Hershey contaron a CiberCuba que varios empresarios extranjeros han presentado a las autoridades municipales sus proyectos para adquirir e invertir en instalaciones abandonadas con alto valor patrimonial, con el plan de convertir algunas de ellas en museos. Pero la respuesta del Gobierno siempre fue negativa.
Un residente del poblado, Asdrúbal López González, conoció a Julio Lobo y sabe con exactitud dónde están ubicados su despacho personal y el chalet de su hija María Luisa, hoy ruinas cubiertas de vegetación.
Nacido y criado en la localidad, Asdrúbal relató que se ganó la admiración de sus vecinos décadas atrás, cuando comenzó a jugar en segunda base para el equipo de pelota Hershey Sport Club, que salió victorioso en varios campeonatos antes de 1959.
Como dato curioso, el ex pelotero asegura que un cilindro abandonado cerca del hotel fue empleado en la edificación del pueblo después de haber sido usado en la construcción del Canal de Panamá.
Aunque se jubiló hace años, Asdrúbal continúa trabajando hoy en el almacén de cerámica. Cada vez que se encuentra con algún visitante se asegura de hablar con mucho amor de su querido pueblo. “Hershey era toda una joyita”, insiste.
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