Entrevista de Jesús Díaz Loyola a Bobby Batista, hijo de Fulgencio Batista

"Creo que el 10 de marzo de 1952 fue un error político de mi padre (...) fue un contrasentido porque el 10 de marzo, en realidad, se saltó la Constitución del 40 y derrocó al gobierno democráticamente elegido de Carlos Prío Socarrás, tres meses antes de las elecciones presidenciales"

Bobby Batista, hijo de Fulgencio Batista © Raiko Daniel
Bobby Batista, hijo de Fulgencio Batista Foto © Raiko Daniel

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Este artículo es de hace 6 años

Roberto Francisco (Bobby) Batista Fernández (Nueva York, 1947), uno de los nueve hijos de Fulgencio Batista y Zaldivar, el expresidente de Cuba que precipitó el advenimiento del Castrismo, no tiene ningún reparo para admitir que el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 fue el mayor error político de su padre: “Una acción innecesaria que se saltó la Constitución legítima de 1940 y acabó manchando su legado.


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En el preludio de 1959, él y toda su familia tuvieron que huir de la isla para seguir con vida, antes de la entrada de los barbudos rebeldes en La Habana. Lo hicieron en sendos aeroplanos que les llevaron a un exilio permanente, pero que tampoco les fue fácil.

Harto de que la historia de su padre sea tergiversada, escribe memorias con su legado más íntimo. "Jamas en la historia de Cuba ha habido un presidente tan calumniado como el general Fulgencio Batista”, dice.

Aunque por las circunstancias de la vida política de su padre, nació en Nueva York, su infancia está marcada por Cuba, adonde llegó con dos años en el verano de 1949 y permaneció hasta que se fueron definitivamente, hace ahora 60 años. Bobby tenía entonces nueve años.

—¿Cómo fue su salida de Cuba?

—Salimos dos días antes de la llegada de año nuevo. Llegamos el 30 de diciembre de 1958 a Nueva York, mi hermano Carlos Manuel y yo con la ilusión de pasar las Navidades cuando, en realidad, nos íbamos para siempre.

—¿Y que pasó en Nueva York?

—(Se emociona) Fue el momento más duro que recuerde jamás. Nos recibió una turba de gente profiriendo insultos y gritándonos a dos niños de 9 y 11 años que no sabíamos de nada. Escuché los improperios y las groserías mas horrendas que se podían oír. Ese día fue de gran confusión porque no sabía lo que pasaba con mi padre, y tampoco comprendía la razón de esa palabrería.

—¿Cómo conocieron los cambios que se estaban dando en La Habana?

—En la madrugada del 1 de enero de 1959, mi hermano y yo despertábamos en un hotel de Nueva York, todavía con el sobresalto de la llagada. En la televisión vimos las imágenes de una Habana confusa con disturbios callejeros por todas partes y la noticia ingrata de la salida de mi padre. Entonces -aún inocentes- ya asumíamos la conciencia de lo que pasaba.

Marta Fernández Miranda, Primera Dama y segunda esposa de Fulgencio Batista.

Ese día, mi madre (Marta Fernández Miranda) nos llamó para comunicarnos que estaban a salvo en República Dominicana, tras ser negada la entrada de mi padre a los Estados Unidos. Poco después, mi madre se reencontró con nosotros en Nueva York y desde allí fue un alma consejera y mediadora en el momento más nefasto en la vida política de mi papá, que no solo se vio conminado a dejar Cuba sino que vivió bajo un asedio constante del gobierno de (Rafael Leónidas) Trujillo, mientras permaneció en República Dominicana hasta mediados de 1959.

Foto de la familia Batista en el Palacio Presidencial de La Habana, en los justos años 50, antes de abandonar Cuba

—¿Cómo fueron los primeros años de exilio?

—De Dominicana, mi padre consiguió viajar a Lisboa, Portugal y encontrarse allí con mi madre, mis hermanos Jorge, Rubén, Carlos Manuel y yo. Mi hermana Mirta con su marido e hijos, tomaron residencia en Newton, Massachusetts. Mi hermana Elisa Aleida y su marido, partieron rumbo a Madrid, España. Carmelita viajó a Fort Lauderdale, Florida, donde tomaron residencia. Fulgencito y Marta María, fueron a nuestra casa en Daytona Beach, Florida.

—¿Y cómo fue en Portugal?

—En Portugal, el presidente (Antonio de Oliveira) Salazar nos ofreció protección a todos. Nos instalamos en la isla de Madeira y más tarde en Estoril. Mientras nosotros estudiábamos, mi padre vivió en Portugal los primeros años de destierro, inmerso en los manuscritos de lo que serían después los libros de sus memorias que publicó a lo largo de 14 años de exilio. A partir de 1964, nuestra residencia se estableció en España, ya al abrigo de Francisco Franco.

Exilio español: en la foto, Batista sentado junto a su esposa Marta Fernández Miranda; de pie: su hijo Jorge Batista Fernández a los 23 años y su esposa Rosa, 18 años; Roberto Francisco (Bobby) Batista Fernández, con 18 años; Carlos Batista Fernández, 15 años; Fulgencio Rubén Batista Godínez, 13 años, y Martita, 8 años, posan en los jardines escalonados de un hotel con vistas a la Bahía de Formentor, Mallorca, España, en abril de 1966.

—¿Y su padre no pudo volver a los Estados Unidos?

—Mi padre nunca pudo regresar a los Estados Unidos porque se lo prohibieron. Yo si pude ir y volver porque soy americano, nacido allí.

—Siempre se ha dicho que Batista se fue de Cuba con una gran fortuna. Los críticos lo acusaron, incluso, de llevarse millones al exilio. ¿Es cierto eso?

— Se comentó mucho, pero no hubo pruebas.

—¿La familia Batista ha percibido la pobreza?, ¿han conocido las dificultades?

—Dificultades económicas, no. El que conoció dificultades económicas fue mi padre, por todo lo que pasó desde muy niño.

El niño Fulgencio Batista (entonces Rubén Zaldívar) con 8 años (1909) en su natal Banes, Holguín

Nació en el campo, en un bohío del oriente cubano, en la pobreza más absoluta, y poco a poco se fue labrando caminos. Trabajó en los ferrocarriles, trabajó en un campo de caña y se educó en un colegio pequeño que había cerca de Banes (Holguín). Se hizo taquígrafo hasta que fue militar y sargento.

—¿Admira a su padre?

—Yo siento un gran respeto hacia mi padre. El recuerdo de mi padre es muy vivo. El recuerdo y la imagen de mi padre están sumamente presentes porque fue un gran padre; fue muy cariñoso y comprensivo. Nos educó muy bien. Tuvo siempre prioridad por nuestro bienestar y nuestra felicidad.

—¿Qué les contaba su padre sobre Cuba?

—Bueno, pues nosotros hablábamos con él, y él hablaba de Cuba siempre porque su gran amor era Cuba. Y en todo momento, defendía a la Patria por encima de todo. Quería el bienestar y quería una Cuba democrática.

—La Cuba de Batista y la de Castro. ¿Qué tiempo fue peor?

—Hombre, es que no cabe duda que seis años de dictadura de Batista comparados con 60 años de dictadura Castrista, la diferencia es brutal. De entrada mi padre, se puede decir, que quitando el periodo de 1952-1954; bajo los Estatutos Constitucionales, fue el hombre fuerte de la República porque a partir de 1954, digan lo que digan, fue electo presidente y gobernó nuevamente al amparo de la Constitución de 1940, restituida el 24 de febrero de 1954.

—¿Cuál fue el error político de su padre?

— Creo que el 10 de marzo de 1952 fue un error político de mi padre. Yo tenía cuatro años. Pero fue un contrasentido porque el 10 de marzo, en realidad, se saltó la Constitución del 40 y derrocó al gobierno democráticamente elegido de Carlos Prío Socarrás, tres meses antes de las elecciones presidenciales.

Fulgencio Batista y parte del ejército, en los días del Golpe de Estado del 10 de Marzo de 1952

En la madrugada del 10 de marzo de 1952, en mangas de camisa y acompañado por 16 amigos, entró Fulgencio Batista en el Estado Mayor del Ejército y dirigiéndose al personal que estaba allí, les dijo: "Yo soy Batista, ayúdenme a resolver el problema de Cuba". Hubo aplausos, y seis llamadas telefónicas a los mandos resolvieron el problema.

—¿Qué opinión le merece ese acto de su padre?

—En mi opinión este no era el momento político más conveniente para mi padre. Si hubiese esperado a las próximas elecciones, su popularidad habría probablemente aumentado y por lo tanto habría tenido más papeletas para ser elegido presidente. Pero se precipitó. Fue una acción innecesaria que acabó manchando su legado.

La historia recoge que al día siguiente del golpe, ningún banco se fue de Cuba, ninguna fábrica cerró, las escuelas continuaron abiertas, y a nadie, ni a los que no aceptaron el 10 de marzo -militares y civiles-, dejó de respetárseles su decisión y sus derechos. Nadie fue encarcelado, ni se le intervinieron sus negocios o expropiado sus casas.

Ese cuarto de siglo, de 1933 a 1958, fue uno de los períodos más creativos del país. Cuba estuvo mejor que nunca en logros económicos. El 67% de los capitalistas eran cubanos. Y las leyes sociales, la educación, la salud pública, las exportaciones eran, en muchos casos, más altas que las de países más grandes y más antiguos.

—La Constitución cubana de 1940 fue proclamada como ley fundamental el 10 de octubre de 1940 en la oriental cuidad de Güáimaro, Camagüey, y considerada la más avanzada y progresista de su tiempo en América. Aun después de restaurada por Batista en 1954, la Revolución la volvió a ignorar e implantó su propia Constitución en 1976. ¿Qué piensa de eso?

—La Constitución del 40 ha sido el gran acierto político de Cuba de todos los tiempos. Queda claro que la Revolución no abogaba por la soberanía del pueblo, más bien por la suya propia como ha demostrado a lo largo de la historia. Ojalá más temprano que tarde sea restaurada.

1952-1958: "A lo largo de ese período se cometió algún que otro atropello, alguna que otra falta a la obediencia constitucional, y se le pasó factura a mi padre."

—¿Cómo ha pesado en el rumbo de Cuba el error político de su padre?

—Como hijo de mi padre, me gusta siempre pensar que lo hizo por el bien de la Patria; y yo creo que sí, que su intención era sacar a la Patria adelante. Pero lo digo y lo repito, no era el momento más adecuado de hacerlo. Fue un error político porque mi padre tenía que haberse mantenido como candidato a las presidenciales del año 1952 con su partido, que era el Partido de Acción Unitaria (PAU). Sin embargo, no lo hizo y se saltó ese momento. Gobernó y gobernó muy bien, pero tuvo luces y sombras. Las luces por el progreso, porque (el fidelismo) heredó la Patria, heredó la República cuando él se marchó. Y las sombras fueron que a lo largo de ese período (1952-1958), pues se cometió algún que otro atropello, alguna que otra falta a la obediencia constitucional y se le pasó factura a mi padre.

—Visto lo que pasa hoy en tantos países llamados democráticos y en las dictaduras latinoamericanas propiamente, ¿asume como polémico el mandato de su padre?

—Mi padre fue polémico porque casi nadie quiso creer en sus previsiones, que resultaron correctas si se estudia la realidad de Cuba a partir del 10 de marzo de 1952. Todo lo que mi padre sentenció acerca del movimiento comunista en Cuba, ha sucedido en nuestra Patria y en otros países latinoamericanos.

—¿Se arrepintió su padre alguna vez del golpe del 10 de marzo?

—Yo creo que mi padre en muchas ocasiones, quizá no hubiese, no deseaba esos acontecimientos sino que se vio forzado a provocarlos de alguna forma.

—¿Y qué lo forzó? ¿Hubo algún factor externo? porque el 27 de marzo de 1952 Estados Unidos reconoció oficialmente al régimen de Batista.

— Mucho se ha hablado acerca de este tema. Seguramente mi padre estimó que la República estaría mejor conducida bajo su mandato. Ningún factor externo le ayudó. Se coció todo entre él y miembros del Ejército, y algún que otro político.

—¿Y cuál fue el lado positivo de ese golpe, si lo hubo?

—La trayectoria política de mi padre se remonta antes de 1933. Y el 10 de marzo tuvo el acierto de llevar a Cuba a la prosperidad económica de todas las clases sociales, muy en especial las profesionales como las de los médicos, abogados, arquitectos, ingenieros y el mundo de las finanzas en general. Se trabajó muy duro en todo lo relativo a la educación y a la salud pública. Ahí están las obras en esos terrenos y además el volumen de obras públicas. Tras el golpe de marzo, Cuba se puso en un momento de gran auge económico, y eso había que agradecerlo al ímpetu de mi padre.

—Recoge la historia que tras instaurar un régimen militar en Cuba, Batista aumentó el salario de las fuerzas armadas y de la policía, se otorgó él un salario anual superior al del presidente de Estados Unidos entonces, suspendió el Congreso y entregó el poder legislativo al Consejo de Ministros, suprimió el derecho de huelga, restableció la pena de muerte (prohibida por la Constitución de 1940) y suspendió las garantías constitucionales. ¿Es cierto todo eso?

— Si te refieres al Golpe de Estado de 1933, es verdad que mi padre abogó y logró que todo lo relativo al Ejército fuese mejorado, y desde luego, los sueldos. Hago hincapié en esto porque uno de los fines de la Revolución de los Sargentos –la del golpe del 33– residía en lograr la mejora castrense a todos los niveles. En aquel entonces no pudo subirse el sueldo por sí mismo. El 8 de septiembre de 1933 bajo la Pentarquía, lo ascienden a coronel del Ejército y por ende habrá tenido el salario correspondiente. Ahora, si te refieres al Gobierno de Marzo, golpe de estado incruento como lo había sido el 4 de septiembre, los Estatutos Constitucionales en vigor hasta 1954 mantuvieron el espíritu de la Constitución de 1940 en su parte dogmática, y por lo tanto no existía ni pena de muerte y se mantuvieron las garantías constitucionales en la medida de lo posible, tomando en consideración que estábamos inaugurando un nuevo amanecer patrio.

—Tras el golpe de marzo, la producción azucarera nacional fue en caída, y sólo en el año 1957 fue cuando único generó más ingresos que en 1952 con 630,8 millones de pesos. ¿Qué opinión le merece?

—En cuanto al tema del azúcar, ten en cuenta que en 1952 hubo un excedente injustificable de la zafra. Imprescindible fue tomar medidas para evitar el desastre económico que acechaba. Si posteriormente bajó el precio del azúcar, esto no entorpeció el avance de la economía cubana que ya en 1958 había situado el peso cubano a la par con el dólar norteamericano (hoy un dólar se cambia por poco más de 20 pesos en la isla). El país alcanzó una pujanza extraordinaria desde el punto de vista económico. Con la llegada de los rebeldes al poder se mal administra esta industria, y debido a los grandes errores de este régimen, cae en picado para no recuperarse nunca más.

No se comprende cómo se puede tener a un país tan arruinado cuando se han tenido 60 años para gobernar

—¿Qué diferencia haría hoy entre la era de Fulgencio Batista y la era de Fidel Castro?

—Lo que no se comprende es cómo se puede tener a un país tan arruinado cuando se han tenido 60 años para gobernar y cuando heredaron, porque ellos (el castrismo) sí que heredaron una Cuba, una República pujante, rica y en gran progreso. El progreso más grande que haya conocido la República de Cuba, lo conoció con Fulgencio Batista; no bajo esta gente. Esta gente ha sido nefasta.

—¿Y cómo se demuestra eso?

—Mejor que yo te lo diga, es referirse al libro “Respuesta", y al otro libro: "Piedras y leyes”, porque ahí se plasman las verdades de mi padre; las verdades históricas, probadas y con cifras fehacientes y de manera sólida y constructiva. Pero me remito igualmente al importante volumen de literatura producida por terceros acerca de la República y la era castrista. Hay un denominador común entre todos los autores que analizan desde fuera los resultados de un régimen absolutista.

—La opinión pública conoció la existencia de una guerrilla en Cuba en febrero de 1957, tras la histórica entrevista a Fidel Castro que realizó Herbert Matthews del New York Times. Batista confesaría después en sus memorias que gracias a esa entrevista “Castro empezó a ser un personaje de leyenda”. ¿Piensa usted hoy lo mismo?

—No me cabe ninguna duda de que así fue.

—Muchas fuentes han culpado a Estados Unidos por haber incautado las armas destinadas a las fuerzas armadas bajo el régimen de Batista en su lucha contra los guerrilleros de Castro. Y culparon también al Departamento de Estado por respaldar la conjura internacional dirigida por los comunistas para adueñarse de Cuba. ¿Cómo justificó su padre la derrota de Cuba?

—Fueron varios los factores que contribuyeron a su caída: el desplome de la moral del Ejército constitucional después del embargo de armas a mi padre por parte de Estados Unidos, decretado el 13 de marzo de 1958; la imagen mediática que se le dio a este personaje tan sui géneris (se refiere a Fidel Castro); y finalmente la política negativa en general del Departamento de Estado de EEUU en contra de mi padre.

Se nos tachó de muchas cosas. Pero mi padre siempre intentó inculcarnos el amor a la Patria

—¿De qué hablaba Batista ya exiliado en el seno familiar?

—La verdad es que mi padre se sentaba muy a menudo a hablar con nosotros. A mí, por ejemplo, me costaba mucho preguntarle sobre Cuba porque para mí era muy doloroso, porque sufrimos mucho con la salida del país. Pero mi padre siempre intentó inculcarnos el amor a la Patria; y hablaba con nosotros de todo lo que se podía hablar. Él era un patriota siempre agradecido del pueblo cubano, y siempre tenía como meta el bienestar y el progreso del pueblo cubano. Esa era su gran meta, su gran idea, su ideal. Pero claro, ¿cómo iba a valorar al gobierno que le derrocó? No podía tener una opinión favorable. Es imposible.

—¿Sentía su padre admiración por alguien?

—Siempre José Martí, por sus valores patrióticos y de reverencia hacia la Patria. Precisamente, tomó una cita de Martí para presentar su libro “Respuesta”: “Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y destruyen”. Con esto está todo dicho en su manera de pensar.

—¿Qué no se ha dicho de Fulgencio Batista que las generaciones actuales deberían conocer?

—Estas generaciones tienen que leer los textos donde se refleja la verdad histórica. Todos los textos, de la tendencia que sean, pero que digan la verdad histórica. Hay muchos historiadores, dentro y fuera de Cuba, que hablan mucho de esta realidad que aconteció y que sufrió la Patria y que sigue sufriendo bajo las mentiras y las manipulaciones del gobierno rebelde.

—¿Cree usted que los gobiernos de corrupción dictatorial han prevalecido siempre en Cuba?

—Por desgracia ha sido así. Aunque para contestar a este pregunta se necesita meditar sobre los distintos periodos de nuestra historia y ver cómo este error se puede subsanar de cara al futuro para que se gobierne con transparencia y honestidad, construyendo una Patria sólida en democracia.

—¿Es un golpe de desgracia que en tres cuartos de siglo los cubanos no hayan conocido un gobierno auténticamente democrático?

—A partir de 1933, gobiernos verdaderamente democráticos fueron los de mi padre en el periodo de 1940-1944, el del Dr. Ramón Grau San Martín, 1944-1948 y el del Dr. Carlos Prío Socarrás, entre 1948 y 1952. A continuación, puede decirse que el mandato de mi padre de 1954 a 1958 tuvo características democráticas al ser elegido conforme a la Constitución de 1940.

¿Cuándo existió bajo ningún presidente que los cubanos tuviesen que dejar la isla a nado, en balsas y a merced de los tiburones?

—¿A qué atribuye que Cuba esté hoy como está?

—Todo se vino abajo porque hubo un conjunto de circunstancias que provocaron el declive de Cuba. Pero además existe un sinfín de libros que tratan este tema, incluidos los libros de mi padre. Y se siguen publicando cada vez más.

—¿Cree que el último medio siglo, verdaderamente ha sido el peor para Cuba?

—Eso que lo diga la gente. ¿Cuándo existió bajo ningún presidente (anterior a la Revolución) que los cubanos tuviesen que dejar la isla a nado, en balsas, a merced de los tiburones y el escándalo continuo del exilio? El tener que salir como puedan de la isla, de su propia Patria. ¡Hombre! ¿Quién ha visto eso?

—Actualmente casi un millón 800 mil cubanos viven en Estados Unidos y, probablemente, más de dos millones estén dispersos por el mundo. ¿Es un golpe de suerte o de desgracia?

—(Indignado) ¡Que no, que no! El exilio ha hecho mucho daño con familias enteras divididas. Emigrar siempre ha sido muy duro. Lo peor es la división de las familias: unos en Miami, otros en California. Otros por Japón, unos en Madrid. Eso es muy duro; los hermanos separados, padres e hijos desperdigados por el mundo. No hay unión familiar cubana, es imposible; el exilio lo ha roto todo, hasta la identidad.

—Siendo un hombre de raíces cubanas y habiendo nacido en América, ¿dónde se siente más a gusto?

—No hay un lugar específico donde me sienta más satisfecho. Mi corazón está roto por tener parte de mi vida en Nueva York y parte en Madrid.

—¿Cuba le ha roto el corazón?

—Cuba nos tiene roto el corazón hace ya mucho tiempo. Se vivieron momentos muy tristes, y se siguen viviendo momentos tristes y duros. Pero está la esperanza de que algún día brille la luz y la caridad, y se pueda volver a vivir en paz en un ambiente político democrático con pluralidad de partidos y con respeto a una Constitución. La Constitución, digo yo, es como una estrella polar que nos debe guiar a todos. Sin ella no existe rumbo fijo.

De Batista se ha dicho que era elegante y exigente en el vestir; que era muy cubano en el comer, y no era extravagante en sus gustos. Era un padre extraordinario, que aceptaba las quejas llorosas de sus hijos pequeños que regresaban de la escuela, donde sus compañeritos le decían que su padre era un asesino… Y, aun así, el presidente tenía el tiempo, las ganas y la paciencia de sentarse a conversar con sus hijos y explicarles lo que no entendían de la escuela.

—¿Qué siente hoy hacia su padre después de tantos años?

—Yo creo que mi padre como todos los políticos, tuvo sus aciertos y tuvo sus errores. Debemos poner en una balanza lo positivo y lo negativo de sus magistraturas porque, sobre todo, llevó la Patria al progreso más absoluto que jamás haya conocido la República. Y bueno, tuvo fallos como el del golpe de Estado del 10 de marzo. Y quizás se le haya ido de las manos el control del orden público cuando empezaron los rebeldes a interrumpir la paz diaria de las ciudades y del pueblo cubano. Pero digamos, que la actuación policial se ejercía únicamente cuando se infundían sus atropellos y crímenes sobre la población. Así es, así es...

Bobby siente una inmensa añoranza por Cuba y sus raíces. Desde Banes, Holguín, donde nació su padre, le enviaron una fotografía del panteón de sus abuelos. Sueña con recorrer la isla de punta a cabo, pero ese día no ha llegado. Sus abuelos fueron africanos y españoles. "Dicen que soy una buena mezcla entre mi madre con raíz gallega y mi padre de raíz africana".

—¿Qué más admira de Cuba alguien que tuvo una infancia vinculada al poder?

—Yo lo que más admiro de Cuba es que el cubano es currante, que el cubano sabe salir adelante. Yo admiro que el cubano puede con todo y por eso tengo esperanza de que Cuba pueda un día volver a la democracia y a la libertad.

—¿Qué se siente al ser heredero de una familia histórica?

—Disfruto porque el camino transitado hasta aquí no ha sido en vano. Y la familia está hoy unida, sin arrepentimientos ni remordimientos, y con el orgullo de formar parte de la historia de nuestra isla.

—¿Dejó Batista una familia numerosa?

—Mi padre creó dos familias y las dos familias que creó nos hemos quedado muy, muy unidas. Y nos queremos con honestidad, con sinceridad y con gran amor. Hemos heredado eso de nuestro padre que supo sembrar el amor en las dos familias que él educó.

El 13 de marzo de 1957, un comando de 64 jóvenes del Directorio Revolucionario estudiantil asaltó el Palacio Presidencial con el objetivo de linchar a Fulgencio Batista. La operación fue un fracaso que costó la vida a 40 de los asaltantes.

—¿Alguien no creyó en Batista alguna vez?

—Muchísima gente. Eso está visto. Cuando el abortado ataque a Palacio, el 13 de marzo de 1957. No se me olvida. Mi madre vivía el sexto mes de embarazo de mi hermana Marta, y mi padre se mantuvo inclaudicable. Poco tiempo después hubo una gran manifestación a su favor: 250 mil personas concentradas frente al mismo Palacio Presidencial. Todos a alabar y hacerle un desagravio a mi padre. Y hubo después unos grandes comités cubanos que fueron a Palacio a condenar el ataque tan brutal y criminal que un grupo decidió cometer contra la familia Batista; no solamente contra nuestro padre porque querían matarnos a todos. Sin embargo, uno o dos años después, esa gran muchedumbre estaba en contra de mi padre.

—¿Cuándo comenzó el liderazgo de su padre?

—En el momento en que el presidente Gerardo Machado quería transformar la Constitución, a finales de los años 20 se produce un alzamiento de sargentos entre los que estaba mi padre y que condujo a la Revolución del 4 de septiembre de 1933, también conocida como Revuelta de los Sargentos que acabó con el gobierno provisional de Carlos Manuel de Céspedes y Quesada.

El entonces sargento taquígrafo Fulgencio Batista, al centro, sombrero en mano, poco después de la rebelión de los sargentos que encabezó en 1933

En ese periodo, mi padre alcanza la jefatura de las Fuerzas Armadas, y con el grado de coronel toma el control del país y establece una junta de gobierno conocida como Pentarquía, y favorece el clima para llegar a la Constitución del 40, una etapa de la historia de la que poco se habla y al amparo de la cual es elegido presidente. Gobierna cuatro años en coalición con comunistas y otras tendencias hasta 1944, en que concluye su primer mandato y se marcha a residir en los Estados Unidos, periodo en el que nací yo.

Fulgencio Batista, en Daytona Beach, 1946, durante sus años en Estados Unidos, período en el que nació Bobby
Junto a su mujer, Marta Fernández Miranda

En 1948, tras ser elegido senador en el exilio, Batista retorna a Cuba y se perfila como candidato a las elecciones de 1952. Vuelve a ser activo y funda su propio partido (PAU) hasta que el golpe de estado del 10 de marzo apoyado por parte del ejército nacional que no le favoreció, lo retorna al poder.

En 1960, el presidente Kennedy habla de las supuestas brutalidades de Batista y cita que “el régimen asesinó a 20.000 cubanos en siete años”. Pero la historia demostró que esa cifra fue una mentira mediática propalada. En todo el período del batistato no murieron más de 3000 personas. La revista cubana Bohemia se "inventó ‘los veinte mil muertos', escribió después de huir al exilio su propietario y director, Miguel Ángel Quevedo, poco antes de suicidarse en 1969.

—¿Hubo mucha farsa mediática para desprestigiar a Batista?

—De tres mil personas muertas durante el “batistato”, nada de nada. Fueron, según opinión generalizada, menos de 1,500. Y que conste, no porque estuviésemos provocando.

—El objetivo era atacar a Batista y destruirlo. ¿No cree?

—De sobra es conocido que se prefirió al tiranuelo de Birán a mi padre porque la imagen que los medios crearon (de Castro) le hicieron aparecer como el libertador. No se sabe bien de qué, porque al nivel que estaba Cuba (la de Batista), pocas repúblicas latinoamericanas le hacían competencia.

—¿Culpa a alguien?

—A estas alturas, en mi opinión, no se debe hablar de culpables; se debe hablar de un frente unido de compatriotas cubanos (dentro y fuera de la isla) contra el régimen que todos conocemos.

—«El Padrino II» de Francis Ford Coppola. La Cuba de Batista retratada como «Las Vegas caribeña». ¿Exagera los tiempos de Batista?

—Esa película con su mérito cinematográfico, no refleja sin embargo la verdadera Cuba de entonces.

—Los Batista de Banes y los Castro de Birán son de la misma tierra oriental cubana: Holguín. ¿Tuvo Fidel Castro algún vínculo con la familia Batista antes de revelarse con su Revolución?

—Fidel Castro, a principios de los años 50, antes de los sucesos del 26 de julio de 1953, fue una vez a la biblioteca que mi padre tenía en la finca Kuquine en Arroyo Arenas, La Habana. Fue allí junto a su cuñado Rafael Lincoln Díaz Balart y Gutiérrez, el hijo de Rafael José Díaz Balart, íntimo amigo de mi padre. Todos ellos eran de Banes, y la hija de Díaz Balart (Mirta Francisca de la Caridad) estaba casada entonces con Fidel Castro. Por eso fue allí y le hizo una observación sobre su colección. Castro le dijo: "Batista, el único libro que le falta es "Técnicas de golpe de Estado” de Curzio Malaparte (1931)." Pareciera una premonición de lo que mi padre hizo después.

Batista en unión de su esposa y Jorge, su primogénito en la finca Kuquine, en el año 1958

—¿Tal vez allí, ya mostraba Castro los instintos de su ofensiva revolucionaria?

—Me remito a la intervención de mi padre después en la Reunión de Presidentes en Panamá en 1956, donde alertó de los peligros del comunismo y del brote de disturbios que éstos provocaban por las Américas.

—Se decía en Cuba que su padre fue el padrino de Raúl Castro, que él lo bautizó. ¿Que de cierto tiene eso?

—Es falso.

—Siempre se ha dicho que la historia habría tenido otro curso, si Batista no hubiera liberado en mayo de 1955 a Fidel Castro y a los otros presos del asalto al Cuartel Moncada. ¿Usted que cree?

—Muchos afirman que la amnistía fue un error. Pero en eso estoy con mi padre al ciento por ciento; hizo muy bien en dar una lección de grandeza política a sus adversarios y liberar a los asaltantes del Moncada.

—¿Su padre era un hombre del sillón o un hombre de la calle?

—Era un hombre popular, era un hombre de la calle. Cualquiera que haya conocido a mi padre puede hablar de su amabilidad, de su simpatía, de su sonrisa y de su empatía. Era un hombre de mucha empatía que sabía ponerse en el lugar ajeno y compartir los sentimientos de los demás.

—¿Sintió su padre temor en los últimos años en la isla?

— Yo era muy niño. Pero si te pones a ver los acontecimientos del momento, con la cantidad de atentados terroristas que había y con la cantidad de motines y de golpes de estado que se querían dar, pues entonces era imposible que tuviese paz. Sus últimos dos años en Cuba tuvieron que ser un calvario para él.

—¿Cuál es el mejor legado de Fulgencio Batista?

—Pues el mejor legado fue el del amor entre todos nosotros. Era amoroso, era un ser muy sensible. Parece mentira porque él sale de la nada, sale de la pobreza más absoluta y, sin embargo, resulta un hombre que se hace a sí mismo y que adoraba el arte en todas sus formas. Cuando llegó a España se desesperaba por ir a galerías y conocer de pinturas. Visitaba, entre otros, el museo del Prado y le apasionaba El Rastro...

—¿Le quedó alguna ilusión por realizar?

— Quizá yo me puedo aventurar a 60 años vista, a 50 años vista, y decir quizá, lo que él hubiese deseado siempre era volver a Cuba.

—¿Volver a Cuba? Eso implicaba un cambio en Cuba.

—Volver a Cuba en buena forma, no en son de guerra. Es lo que él hubiese deseado.

—¿Como tantos cubanos célebres que nunca volvieron, como le pasó a Celia Cruz... y a tantos otros?

—Bueno, pues sí, también como a Celia, tan querida.

—¿Admiraba la familia Batista a Celia Cruz?

—Y a Olga Guillot...

—¿Cuéntenos de eso?

—Cuando Olga Guillot cantaba en Madrid, mis padres iban a verla, y fueron a ver a Celia también. Incluso, les enviaba flores.

—¿Cómo califica hoy la Cuba que vino después de Batista?

—No hay ningún paralelo con la de Batista. En Cuba había división de poderes. Hoy eso no existe. En Cuba se podrá criticar o no la democracia que brindó mi padre. Quizá haya sido una dictadura blanda, quizá haya sido una democracia blanda. Eso está en la historia. Pero en lo que no caben dudas es que lo que vino después fue una hecatombe dictatorial totalmente abusiva.

—¿Luchó Batista por Cuba estando en el exilio?

—Desde el principio del exilio abogó por la unidad de todos los cubanos con independencia de su creencia política.

—De no haber sido presidente de Cuba, ¿qué otra cosa hubiese deseado ser Fulgencio Batista?

—Creo que historiador o literato. Le hubiese gustado algo relacionado con el arte, y luego la política. (Sonríe)

—¿Le hubiera gustado a Bobby Batista haber nacido en Cuba?

— Pues sí, si me hubiese gustado, sí porque ahí está la tradición y la raíz familiar. Pero bueno, dicho esto, tengo que defender a la ciudad de Nueva York porque la quiero y la admiro, y me siento muy feliz como auténtico neoyorquino. Pero claro, me tira mi padre, me tira mi madre, y ellos son cubanos por encima de todo.

Roberto (Bobby) junto a su padre en la finca Kuquine de La Habana, en 1957

—¿Qué vivencias guarda de su niñez?

—Hombre, yo recuerdo muy bien a Cuba. Tengo vivencias de estar en el kindergarten, de estar en "La Salle" de Miramar... Fueron siete u ocho años de mi vida que pasé en Cuba. Recuerdo muy bien nuestra residencia personal que era la finca Kuquine, y recuerdo nuestra etapa en Palacio Presidencial y nuestras temporadas en la Ciudad Militar Columbia, adonde nos desplazábamos para atender las necesidades administrativas de mi padre.

—¿Y esas vivencias, solo las guarda en el recuerdo?

—He empezado a escribir apuntes sobre mi familia, sobre la historia de mi familia, lo cual me permite meditar sobre determinados acontecimientos de la historia de Cuba, básicamente acontecimientos de la política de mi padre.

Si algún día pudiera llevar los restos de mi padre a Cuba, no lo dudaría

—¿Cómo fue el final de su padre, Bobby?

—Lo que debemos tomar todos en consideración es que mi padre supo rehacer su vida en el exilio, rodeado siempre de su familia y amigos, además de nuevas amistades que cosechó con gran cariño en Portugal y España. Y en tal ambiente falleció, con todos a su lado.

El día de la desgracia, en el verano de 1973, estábamos todos en Marbella. Mi padre había llegado de Portugal con Rubén y su mujer, Carmita; con mi madre, con Jorge y Rosa, la que entonces era su mujer, y con otros amigos. En la frontera portuguesa con España se detuvieron a almorzar, y creo que mi padre comió exageradamente ese día. Llegó a Marbella, volvieron a cenar, y esa noche cuando regresaron al hotel, una villa de Guadalmina, mi padre se sintió indispuesto. En ese momento tuvo un malestar; mi madre llamó al médico y cuando llegó, mi padre ya estaba muerto. Lo velamos en Marbella y a la mañana siguiente, siete de agosto de 1973, fue enterrado en el cementerio de San Isidro, en Madrid, en el mismo lugar donde estaba enterrada la madre de mi madre y mi hermano Carlos Manuel, y donde siguen todos enterrados.

La Primera Dama, Marta Fernández Miranda, al centro de traje oscuro, durante la inauguración del hotel Habana Hilton, en el mismo año 1958, en que la familia Batista abandona Cuba

Tras el óbito de Batista, Marta Fernández Miranda, su mujer, vivió el resto de sus días en su casa de West Palm Beach, Florida, EEUU. Fue una mujer de bien apoyando a organizaciones médicas de beneficencia. El propio Bobby, ha dicho sobre ella:" Tenía el don de la caridad".

—¿Cómo fue el final de su madre?

—Mi madre no se recuperó del golpe de la muerte de mi padre ni de mi hermano Carlos Manuel con 19 años. Aún así, vivió muchos años más, pero sufrió después la terrible enfermedad del Alzheimer y falleció en octubre 2006. Hoy descansa en el panteón familiar de Madrid.

—¿Qué pregunta no le han hecho y le gustaría que le hicieran?

—Pues te soy honesto, para mí lo principal es que me hagan las preguntas que lleven a relucir la verdad histórica de la Patria a lo largo de la historia de Cuba. Y en mi caso, desde luego, en todo lo referente a mi padre. De todos es sabido que se ha dicho mucha mentira sobre Fulgencio Batista, como político e incluso como persona. Se ha calumniado mucho sobre él. Y no todo es verdad.

—¿Cuál es su último pensamiento cada día?

—Rezo el Padre Nuestro, y me suelo encomendar a mi padre, a mi hermana Mirta, a mi madre y a mis otros hermanos que ya han fallecido. (Mirta falleció el 5 de noviembre de 2010; Rubén, el 7 de noviembre de 2007 y Carlos Manuel, el 3 de noviembre de 1969). Como ves, noviembre es un mes fatídico para nosotros.

—¿Qué le diría Bobby Batista hoy a los cubanos?

—Que busquen la verdad histórica y que aboguen por las libertades de Cuba, que aboguen por los derechos fundamentales del individuo y que los pongan en práctica; si es posible allá donde estén, siempre en la esencia del respeto a las personas.

—¿Cuál considera usted el personaje de su vida?

—Tuve la gran suerte de ser hijo de mi padre, y su memoria y su imagen me siguen protegiendo allá donde el esté.

—¿Aún después de muerto, guarda algún deseo para con su padre?

—Hemos deseado que nuestros fallecidos descansen en la paz merecida, pero si algún día pudiera llevar los restos de mi padre a Cuba, no lo dudaría.

Este texto fue publicado originalmente en Atrio Press y reproducido en CiberCuba bajo la autorizacion de su autor Jesús Díaz Loyola.

Fotos: Raiko Daniel, archivo familiar

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