Uno de los tantos dolores de cabeza que debe enfrentar por estos días cualquier periodista cubano es qué hacer, o qué no hacer, con esa dama bajita, de cabello corto y curvas sinuosas que va de la mano del gobernante Miguel Díaz-Canel a todas partes. La mujer de aspecto desenfadado que se sabe es su esposa, que aparece en todas las fotos desde la investidura de su compañero, pero que nadie sabe si se puede llamar Primera Dama o no.
El asunto es de un surrealismo divertidísimo: nadie sabe, nadie pregunta, nadie se atreve. Y la prueba del desconcierto general es que un día le llaman de una forma, otro día de otra, y a veces directamente no la llaman. Giran la periodística cabeza a otra parte, como si no la vieran ahí en primerísima plana.
Veamos: la primera vez en casi sesenta años que la prensa oficialista mencionaba la mera existencia de una “Primera Dama” en Cuba ocurrió el pasado 21 de abril durante la visita del gobernante venezolano Nicolás Maduro a La Habana. Maduro llegó acompañado de su esposa y la nota informativa de la televisión cubana dijo que “por primera vez las delegaciones tienen en su composición a las primeras damas de Venezuela, Cilia Flores, y de Cuba, Lis Cuesta”.
Por más natural que quisiera deslizarse el detalle fue la comidilla lo mismo en las calles que en las redacciones de prensa de todo el país: ¿se había oficializado el título de primera dama? Así lo parecía.
Sin embargo, vuelve a ser una visita diplomática relacionada con Venezuela la que destape el nerviosismo oficial cubano ante un tema evidentemente tabú: ¿es Primera Dama o no lo es?
El pasado martes 30 de mayo Miguel Díaz-Canel llegó a Caracas en su primera visita oficial luego de ser investido mandatario de la isla cubana. A su lado, con un llamativo vestido malva y negro, la sonriente Lis Cuesta. ¡Vaya dolor de cabeza para los medios cubanos!
Ni la televisión cubana ni los diarios oficialistas de la isla en sus versiones digitales parecieron notar siquiera la presencia de quien iba de la mano de Díaz-Canel, y a quien el noticiero estelar definiera como “Primera Dama” apenas un mes atrás. Solo Cubadebate identificó como “esposa del presidente cubano” a Lis Cuesta en una de las seis fotos publicadas. Ni rastro de su condición de Primera Dama.
“Se trata de lo que en diplomacia suele llamarse una confusión por omisión”, dice para CiberCuba el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Tampa Oscar Tyler-Valdes. “Los protocolos a veces se siguen en las visitas de Estado aunque no estén del todo claros porque no haya existido transparencia en el anuncio o no de determinado cargo. Pero esos protocolos internacionales si bien son respetados en el exterior, deberían ser respetados primeros en el interior del país”.
Para este experto en diplomacia, hijo de cubanos emigrados a Estados Unidos en los primeros años de la Revolución, evidentemente se trata de un conflicto de origen político que está teniendo repercusiones diplomáticas:
“Hay que entender, de entrada, que el país que fundó el concepto de Primera Dama fue Estados Unidos. De hecho se considera a Martha Washington, esposa de George Washington, la primera en ostentar esa denominación aún cuando de manera formal se definió así mucho después. Esa es la razón por la que Fidel Castro quiso desterrar ese título desde el principio.”
“Entonces -prosigue Tyler-Valdes- revivir un título de Primera Dama suena a ruptura evidente con las tradiciones más rancias del castrismo, algo de lo que se ha querido cuidar desde un principio Miguel Díaz-Canel. Yo creo que el asunto de llamarle Primera Dama a su compañera fue cuestión de entusiasmo de la prensa cubana, y no de orden oficial”.
Pero entonces, ¿tiene o no categoría de Primera Dama Lis Cuesta cuando viaje al exterior?
“Desde luego”, afirma el profesor. “Hay que entender que al no ser un cargo electo, y por tanto no tener funciones oficiales asignadas ni autoridad sobre los ciudadanos del país que su esposo preside, su función puede ser mantenida con ambigüedad dentro de Cuba aunque fuera de Cuba se le presente formalmente como Primera Dama. Ser Primera Dama es más un ejercicio que un título oficial para la diplomacia”.
Según el experto, ningún Estado suele cuestionar si formalmente una Primera Dama en ejercicio es reconocida como tal en su país.
“Basta con reconocer al presidente o primer ministro, que es por quien los ciudadanos votaron y a quien obligatoriamente sí reconoce cualquier Constitución moderna. Las presentaciones con Lis Cuesta y sus homólogas, por ejemplo con Cilia Flores o incluso con Melania Trump -en el improbable caso de una visita a Estados Unidos- sí siguen los protocolos oficiales para primeras damas aunque el aparato propagandístico de su país la llame de otra manera o simplemente la ignore”.
Oscar Tyler-Valdes precisa con sorna, eso sí, que en particular algo le llamó la atención de las imágenes que vio de Miguel Díaz-Canel y su esposa llegando a Venezuela: “¿Nadie sabe lo más básico de atuendos protocolarios en Cuba, como para advertirle a Lis Cuesta que el morado no es un color de respeto en lides presidenciales, y menos aún en un vestido con evidentes intenciones de acentuar curvas?”, dice con sorna.
Nadie sabe quién asesora a la dama holguinera en cuestiones de vestuario, pero menos aún quién asesora a la prensa cubana en temas protocolarios. Con Dalia Soto del Valle (esposa de Fidel Castro) o Vilma Espín (esposa de Raúl Castro) siempre fue muy fácil: jamás asomaban, era fácil ignorar sus existencias. ¿Pero y Lis Cuesta? ¿Cómo mirarla, cómo nombrarla? ¿Existe?
Aún no llega la indicación oficial.
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