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Siempre que los padres quieren aludir a las facultades histriónicas o melodramáticas de una niña, se le dice: “eres igualita a Gina Cabrera”, otra prueba de la permanente popularidad de la actriz cubana, cincuenta o sesenta años después de que ocurrieran sus mayores éxitos.
Llamada realmente Luisa Georgina Cabrera Parada, la actriz comenzó su carrera como declamadora para incursionar luego, desde muy joven, en la actuación teatral, radial, cinematográfica y televisiva, además de desempeñarse ocasionalmente como locutora, narradora y directora.
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Puede decirse que Gina Cabrera fue la actriz más elogiada por los críticos y amada por el público, entre 1948 y 1958, un periodo en el cual recibió, todos los años, los principales premios de la revista Carteles, o el trofeo Panart, entre muchos otros, por sus papeles en teatro, o en la radio, interpretando obras célebres como Gigi, Romeo y Julieta o La dama de las camelias.
Debutó en el cine con el melodrama Sed de amor (1945), seguido por la comedia concebida a la medida de Leopoldo Fernández y Aníbal de Mar, Príncipe de contrabando (1950). Luego, vino La renegada (1951) al lado de Rita Montaner y, cuando ya era una de las actrices más populares y mejor pagadas de los medios cubanos, le llegó la coproducción con México, La rosa blanca (1954) dirigida por Emilio El Indio Fernández.
Pero fue en su trabajo como actriz de televisión el que le confirió mayor popularidad. Fue fundadora de este medio, y luego dio muestras de notable versatilidad en comedias, melodramas, novelas, aventuras o programas infantiles. Fue también pionera de telenovelas en los espacios llamados Miércoles de amor Palmolive, donde estableció, desde 1955, una célebre pareja romántica con el actor Alberto González Rubio.
Gina Cabrera fue una de las actrices más dedicadas a difundir los clásicos de la escena por la pequeña pantalla, sobre todo en el espacio Gran Teatro del Sábado, por CMQ, donde se televisaron obras no solo de Benavente, Tennessee Williams, Ibsen y Pirandello, sino también de Shakespeare y Eurípides. Más tarde, ya con la Revolución, sería protagonista también del Teatro ICR.
Tanto en Radio Liberación como en Radio Rebelde o Radio Progreso, Gina Cabrera protagonizó infinidad de novelas radiales, programas informativos, y espacios para niños, como el muy recordado espacio mañanero Tía Tata cuenta-cuentos.
Después de la Revolución, Gina Cabrera se mantuvo haciendo televisión, en papeles heroicos o épicos en Los mambises, así como en teleteatros como Mariana Pineda y La zapatera prodigiosa. Gina Cabrera también fue alfabetizadora y maestra de actuación de niños y adultos, además de formar parte de comisiones de evaluación de actuación y otras actividades afines con la enseñanza del arte.
Después, las apariciones de Gina Cabrera se fueron espaciando, hasta desaparecer casi por completo de los medios, aunque reapareció en un programa de los años noventa que conducía Alfredo Rodríguez, y su rostro todavía hermoso, noble, se asomaba de vez en cuando a recibir algún premio por la labor de toda una vida.
En 2003 le entregaron el Premio Nacional de Televisión, junto con Rosita Fornés, Raquel Revuelta, María de los Ángeles Santana, Margarita Balboa y Maritza Rosales.
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