"El maltrato a los homosexuales en Cuba fue política de estado, y esos frutos se recogen todavía"

Cuando todos en Cuba entiendan que el homosexualismo no es una enfermedad, ni una desviación o degeneración moral, ya no hace falta la ley.

Homosexuales en Cuba © Cubadebate/ Ladyrene Pérez
Homosexuales en Cuba Foto © Cubadebate/ Ladyrene Pérez

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Este artículo es de hace 6 años

Yosuán, el peluquero, tenía 19 años cuando llegó a La Habana, pero su fuga comenzó el mismo día en que una vecina corrió escandalizada hasta su casa. «Yo estaba lavando unos tenis en el patio, y escuché cuando ella se lo dijo a mami: “En el pueblo están diciendo que anoche vieron a tu hijo apretándose con otro macho cerca del estadio”. Casi me muero la de vergüenza».

Entonces se escuchó el grito ahogado de Mariana, y comenzó el largo silencio de Pacheco. El tornero del pueblo, el antiguo combatiente internacionalista en tierras africanas, el hombre rudo y obstinado, jamás volvió a mirarle la cara a su hijo varón.


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«Una mañana escribieron un letrero ofensivo en la puerta de la casa. A la semana ya no soportaba aquello —recuerda el joven—, papi se fue, mami no dormía y tampoco cocinaba, y mi hermana prefería quedarse en la universidad los fines de semana. Yo no me atrevía a salir a la calle, dejé la escuela de economía, y solo seguí yendo a la iglesia».

Fue precisamente en la iglesia católica del pueblo donde algunos se solidarizaron con él. Una mujer mayor le sugirió que se marchara, y le habló de una hermana suya que vivía sola, y necesitaba compañía en la Habana. Entonces, a los 23 días del escándalo, dejó el cuarto y se subió al tren.

«Allí mismo vendí una cadena, dos pantalones y unas zapatillas de marca. No tenía dinero y jamás había estado a La Habana. Al llegar llamé a mima del primer teléfono que encontré, ella pensaba que me había suicidado porque no me encontraban, pero a mí jamás me dio por eso. Yo sé que me quiere, pero se alegró de mi partida, pensó que así papi volvería.»

Yosuán quiso estudiar, pero estaba ilegal en La Habana; Ofelia, una anciana buena, pero algo cascarrabias, nunca le permitió cambiarse la dirección para su casa. Entonces comenzó a trabajar en una fábrica particular de escobas. A los ocho meses de su llegada se enamoró de un profesor y se fue a vivir con él a un cuarto de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI).

«Me iba casi de noche para el trabajo, para que nadie me viera salir, y también de noche regresaba. Allí cocinábamos, nos lavábamos la ropa, sentíamos aquel lugar como si fuera nuestra casa. Pero un día nos delataron, Ernesto perdió el trabajo, y lo sancionaron por el partido. Muchos de los que estuvieron de acuerdo con la expulsión vivían con sus novias o mujeres, pero a nosotros nos juzgaban diferente. Nos botaran por ser gays».

Suerte Ofelia, que una vez más los acogió a ambos en su casa. Primero se defendían revendiendo artículos de la shopping, hasta que comenzaron un curso de peluquería y luego Ernesto consiguió trabajo en un banco del Cerro.

Ahora viven rentados en una casa donde además montaron un salón de belleza. «Esta felicidad nos cuesta 170 dólares al mes, pero deja mayores ganancias», asegura Yosuán, tan diestro con la tijera como con las palabras.

¿Todo lo que has logrado aquí, no era posible conseguirlo allá en Las Tunas?

Claro que no. En oriente todo es más difícil, resulta el doble de complicado asumirte como homosexual. La incultura tiene mucho que ver con la pobreza y el mismo desbalance económico que hoy existe entre occidente y oriente, se expresa en términos sociales y culturales. Allá te cierran todas las puertas, te ofenden, te agreden. Mi propio padre dijo que para él yo estaba muerto. No se entienden igual que aquí las diferencias.

En oriente todo es más difícil, resulta el doble de complicado asumirte como homosexual

¿En La Habana no te sientes marginado?

La marginación existe en todas partes, porque en primer lugar no tenemos leyes que nos amparen. Pero aquí se vive diferente, la gente se centra más en otras cosas, todo el mundo está en “su lucha” y tratando de buscarse los cuatro pesos, y entonces no importa tanto el hecho de con quién te vas a la cama.

El homosexual o el travesti son fuente de chistes, pero ya no tanto de agresiones y ofensas en la calle. Si a algún intolerante se le ocurre ofenderte o gritarte, es posible que otros le salgan al paso y lo reprendan por eso. Ya muchas veces el sentido común indica que eso no está bien. Pero en oriente o en las zonas rurales del país, si alguien te agrede es muy probable que otros se sumen.

El homosexual o el travesti son fuente de chistes, pero ya no tanto de agresiones y ofensas en la calle. Si a algún intolerante se le ocurre ofenderte o gritarte, es posible que otros le salgan al paso y lo reprendan por eso.

¿Crees que en Cuba somos más homofóbicos que en el resto del mundo?

No he viajado. Pero no, no creo. Aunque, claro, depende del país con el que nos estemos comparando. Como te decía, considero que la pobreza implica atraso cultural y dependencia. En otros países cuando ganas lo suficiente para mantenerte, y tienes tus necesidades cubiertas no estás obligado a intercambiar con tus vecinos, no le pides prestada un poco de sal a la mujer de al lado, no ves quien sale y quien entra en su casa, por lo tanto, no te metes en la intimidad de los demás, eres más respetuoso. Y si a eso le sumas una educación más humanista, y un cuerpo legal que respalde a los homosexuales, pues evidentemente estamos hablando de un ambiente de mayor aceptación.

¿Qué leyes consideras que deben adoptarse ahora mismo en Cuba?

Mira, no soy abogado, y ya te dije que no pude ni entrar a la universidad, pero me gusta leer, y analizar a fondo las cosas. Yo considero que debiera reconocérsenos en primera instancia. Por ejemplo, Ernesto y yo llevamos 6 años juntos, nuestra relación es más seria que la de muchos matrimonios heterosexuales y, sin embargo, no se nos reconoce como esposos, y eso nos afecta, no solo desde el punto legal.

También es importante legislar en materia de derecho familiar, laboral o educativo, para que no se cometan injusticias o al menos para que las injusticias no queden impunes.

Es importante legislar en materia de derecho familiar, laboral o educativo, para que no se cometan injusticias o al menos para que las injusticias no queden impunes

¿Qué piensas acerca del trabajo que ha desarrollado Mariela Castro al frente del Centro Nacional de Educación Sexual, el CENESEX?

Ha sido un trabajo importante, pero de alcance muy limitado.

¿Consideras que podía haber llegado más lejos?

Ha tenido mucha oposición dentro del gobierno. El hecho de ser la hija de Raúl le abrió muchas puertas, pero igualmente le ha cerrado otras. Es como si el padre mismo le dijera: 'Hasta aquí, si te pasas de este límite dirán entonces que te he permitido demasiado porque eres mi hija'. Sin embargo, creo que Raúl debió haber propiciado esos cambios durante su mandato, sobre todo para, de alguna manera, tratar de subsanar los atropellos del pasado. No se puede olvidar que en los años sesenta y setenta el maltrato a los homosexuales en Cuba fue política de estado, y esos frutos se recogen todavía.

Raúl debió haber propiciado esos cambios durante su mandato, sobre todo para, de alguna manera, tratar de subsanar los atropellos del pasado. No se puede olvidar que en los años sesenta y setenta el maltrato a los homosexuales en Cuba fue política de estado, y esos frutos se recogen todavía

Algunos consideran que con Díaz-Canel como presidente se abren nuevas posibilidades de avanzar en materia de igualdad de género

Quizás se logren dar algunos pasos, quizás Días-Canel, por ser más joven, traiga otra mentalidad. Pero al señor presidente ni lo conozco, no sé tampoco cómo piensa, ni qué planes tiene. De cualquier manera, los dinosaurios que se han opuesto en el pasado a cualquier avance en materia de igualdad de género siguen allá arriba, y son los que deciden, a pesar de tener un nuevo presidente.

¿Dinosaurios?

Dirigentones de esos bien cuadrados, anticuados con poder, machistas y homofóbicos recalcitrantes. Los que dicen que aún no se puede ir más lejos, que no se puede aprobar una ley para que dos mujeres o dos hombres se casen, porque sencillamente el pueblo no está preparado para entender eso.

Y yo pregunto: ¿acaso debimos esperar que el pueblo estuviera preparado para aceptar a los negros como iguales y entonces después adoptar las leyes que así lo consagraran en la constitución?

No. Las injusticias hay que acabarlas, y las leyes deben anteceder a los cambios de mentalidad.

A nadie se le ocurriría adoptar una ley para respetar a las rubias, porque todo el mundo ya las respeta.

Cuando todos en Cuba entiendan que el homosexualismo no es una enfermedad, ni una desviación o degeneración moral, ya no hace falta la ley.

Cuando el pueblo nos vea como iguales, y nos respete como a los rubios, a los altos o a los bajitos, ya no hace falta la ley.

Cuando el pueblo nos vea como iguales, y nos respete como a los rubios, a los altos o a los bajitos, ya no hace falta la ley

Las leyes se necesitan ahora, para que nadie se sienta con el derecho de pisotearnos, de maltratarnos, o de impedirnos que nos casemos con la persona que amamos, más allá del sexo biológico.

¿Consideras entonces que estamos muy atrasados en ese sentido?

Y lo peor es que muchos de los que hoy no aceptan las diferencias se dicen socialistas, progresistas, cuando ser homofóbico en el siglo XXI es tan injusto como ser racista, o como fue el hecho de negarle el voto a la mujer en otros momentos de la historia. Son visiones atrasadas y profundamente injustas.

¿Que les dirías a aquellos que aún ven el homosexualismo como algo torcido y repudiable?

A esos que piensan como mi padre, me gustaría hacerles entender que ser homosexual no es una enfermedad, y tampoco es una elección. De la misma manera que ningún heterosexual decidió un día que le gustaría el sexo opuesto, nosotros tampoco elegimos que nos gustaría el mismo sexo. Ser homosexual es tan natural como ser heterosexual, como que unos tengan el pelo crespo, y otros lo tengan lacio, rubio o negro.

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