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Hay un refrán popular que reza: "Árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza". Y esto es lo que pasó precisamente con esta perenne y reaccionaria "Revolución". Nació torcida en su modo de hacer, en su forma de actuar, en su manera de enfrentar y refrendar las decisiones. La fuerza fue su convencimiento. La manipulación, su inteligencia. La negación de sus reales principios y de su fin, su método.
Truncada desde que se mantiene el divorcio entre el decir y el hacer, las cosas se hicieron sin importar a quién harían daño, aprovechándose de la simpatía y el poder que habían alcanzado sobre el pueblo al derrocar a un tirano.
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Esta "Revolución" nació torcida desde que el 5 de enero de 1959 se disolvió el Congreso y no se creó ningún cuerpo legal que refrendara las leyes promulgadas. Éstas eran dictadas y aprobadas por el Consejo de Ministros.
El 7 de febrero de 1959 se promulga la Ley Fundamental de la República, derogando así la Constitución de 1940, pese a que prometieron respetarla en el alegato del Moncada. Era una de las más avanzadas de América en aquellos momentos y respaldaba logros sociales como los salarios iguales para trabajos iguales; prohibía los latifundios; ampliaba la cobertura del seguro social; establecía el sufragio para las mujeres; protegía los derechos individuales y sociales; garantizaba elecciones democráticas y la separación entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
Se prometió celebrar rápidamente elecciones libres y se tardó 17 años en hacerlo y cuando ya el país entero estaba en manos de un Gobierno que había tomado el poder por la fuerza de las armas. Para entonces solo existía quien en realidad gobierna en Cuba, el Partido Comunista. Celebraron las elecciones y sometieron a aprobación la nueva Constitución cuando ya no quedaba vestigio alguno de oposición organizada, pues la habían descabezado por la fuerza.
Desde que se rompió el equilibrio entre los tres poderes y todos pasaron a estar en manos del régimen; desde que se engañó al pueblo y a la opinión pública internacional negando contra viento y marea el rumbo comunista que pretendían dar al país; desde que siendo el adalid de un supuesto gobierno empobrecido y austero en lugar de asentarse en un Campamento Militar, Fidel Castro se hospedó durante tres meses en el más lujoso hotel del país, el Habana Hilton.
Luego se estableció en una lujosa casona en las Sierras de Cojimar, cuestión que fueron imitando cientos, de acuerdo a su grado militar, nivel jerárquico en el Ejército y el Gobierno y las relaciones dentro de éste.
La Revolución nació torcida desde que se pretendió dirigir un país sin conocer nada de economía y se comenzó a arrebatar por fuerza mayor todo aquello que existía en manos de particulares: economía, medios de comunicación, librerías, editoriales... Nada escapó de las manos del régimen.
Y en el colmo de la ignorancia e indolencia se fueron nombrando administradores de la economía, no por sus conocimientos sino por su lealtad a Fidel.
Cuando por cumplir un deseo y un capricho se invirtió y se malgastó sin importar resultados; cuando por tratar de resolver una situación se precipitaron las cosas y no se analizaron las consecuencias y surgió un sinfín de problemas.
Desde que se marginó a todo aquel que no refrendara lo que la revolución hacía y pretendía hacer, cercenando así sus derechos y libertades.
A pesar de que por Ley se prohibió el poner una simple foto en edificios y/o centros estatales de ningún dirigente que estuviese vivo, en la práctica se convirtió a un hombre en Dios, de quien no se podía discrepar en los más mínimo y en todo se le otorgaba la razón y se hacía cuanto él dijera sin el más mínimo análisis. Implantándose el vigente y negado “culto a la personalidad”.
Desde que nos negamos a nosotros mismos y nos sometimos a los dictados de un gobierno totalitario.
Y ya se sabe. Árbol que nace torcido, ni Dios, ni el Diablo enderezan.
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