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¡La vida es de pin…!
Complace ilustrar esta crónica semanal, con el cartel concebido - asimismo condenado - por el genial diseñador gráfico cubano Nelson Ponce, para nuestro corto inicial, de la serie Crematorio 1: En fin… el mal.
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Es como una alegoría a la felicidad indescriptible que despiertan ciertas plegarias atendidas.
Pero, además, una galleta sin mano, con el guante más fino, a esas mentes obtusas que - en nombre de una revolución falsa, mentirosa e indigna - retrasan el progreso ineludible de los tiempos, machacándole la vida diaria a millones de ciudadanos.
Por no decir: a todos los cubanos. Incluidas sus familias. Si es que la tienen. O puedan llamarla así.
En 1991, mi tesis de graduación - como parte de la histórica primera generación de estudiantes de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños - titulada Oscuros rinocerontes enjaulados (muy a la moda)- fue estrenada en el cine La Rampa, durante la entonces Muestra de Jóvenes Realizadores de La Habana.
Un corto filmado en 35 mm, blanco y negro. Y pintado a mano, cuadro a cuadro.
Lo que surgió como un experimento visual, a la par de canalizar nuestra veneración por la obra cinematográfica de Norman McLaren, Tomas Gutiérrez Alea (Titón), Vittorio de Sica, Totó, Tati, Felini, Chaplin, Keaton, Lloyd, Swanson, Normand y todo el cine silente - de repente y desde entonces - sobre ese pequeño divertimento y mi propia figura como creador, se estableció el fantasma pseudo-político del diversionismo ideológico - ¡bendito sea el señor! - en algunos de los comecandelas-militantes-comunistas-de apariencia-bodegueros-cuatreros-bandidos-dirigentes de turno que parece procrear con efusión el añejo, pellejo, medieval y arcaico partido comunista cubano. Y lo escribo así, con minúsculas. Aunque en verdad, lo que merecen es el olvido.
Creo que a la sazón el comisario político que estaba de moda se llamaba Carlos Aldana. Que más tarde lo desaparecieron del mapa. ¿Dónde estará metido ahora?
Ese clima absurdo, e improductivo, creado alrededor de una obra de tan sólo 16 minutos, realizada por un novato cineasta, no impidió que, con ella, yo representara al país, en festivales internacionales en Alemania, Francia, España, Finlandia, Dinamarca, Italia, Chile, Brasil. Que, además, gracias a ella, obtuviera la importantísima Beca John Simon Guggenheim, en el New York de 1996. Y que fuera acogida en el Archivo del Museo de Arte Moderno (MOMA) de esa irrepetible, conmovedora e inextinguible ciudad.
Ese fue un año increíble, alucinante e inolvidable, que me permitió filmar, estudiar, aprender, regodearme, sentir y vivir, a plenitud, en el mismísimo centro de la Gran Manzana. Y mientras yo disfrutaba de la existencia, fumándome un porro en Grammercy Park, ¿dónde estaban mis censores para ese entonces? ¡Jamándose un cable en La Habana!
“Hoy la vida me ha de sonreir…” inicia, al piano, en una frase, una canción de Bola de Nieve. Y parece hacerlo de una forma parecida, en esta traslación conmigo.
Dos de nuestros Crematorio (s) - el primero y el cuarto, recientemente estrenado - han sido seleccionados para una Muestra de Cine Cubano Censurado, en conjunción con la exposición concebida para esa importantísima institución artística, titulada Untitled – sin título, es decir, sin nombre - por esa gran creadora cubana y amiga, que es Tania Bruguera. Quien ha abierto las puertas de su perseguido escandaloso “silencio”, a una gran bulla artística, a una verdadera barahúnda política, a un bateo con jonrón del pensamiento diferente, de la creencia distinta, de modos de actuar y existir de manera desigual.
Como un alarido ciclópeo a la tolerancia, a la comprensión, al reconocimiento, a la verdad y al entendimiento que necesitamos como cultura y como nación.
Allí estaremos junto a Orlando Jímenez Leal y su mítico corto PM. Aquel que desatara la cacería de talentos a atosigar y a eliminar bajo la consigna de corte fascista “Todos conmigo, contra mí nada”.
Además, estará su imprescindible Conducta impropia, que filmó junto a Néstor Almendros.
Y Manuel Zayas con su exacto y exquisito documental Seres extravagantes. Lo cual es volar a cielo abierto, al poder pensar que se respirará la impronta irremplazable del inmenso Reinaldo Arenas. ¡Sea eterna su memoria como infinitas sus letras! Y Eliécer Jímenez con su Persona, Miguel Coyula con Nadie, Ricardo Figueredo con Despertar, Marcelo Martín con El tren de la línea norte y Carlos Lechuga con su reciente triste y vergonzoso anatema sobre su Santa y Andrés.
En un programa curado por el agudo, serio y respetuoso crítico Dean Luis Reyes. En el que se quedan, de seguro, muchos tantos otros nombres de realizadores y obras acalladas, perseguidas, mutiladas, o que ni siquiera vieron la luz, durante estos más de sin-cuenta años de cepos, mandiles, mordazas, falacias, sinrazones, abusos e ignominias.
Será como recibir una de las más dulces o anheladas de las recompensas. A todos aquellos que nos auguran o desean éxito en Hollywood, “la meca del cine”, debo advertirles que éste es el verdadero triunfo que perseguimos. Como suele decir mi madre, luego de haber vivido hermosas experiencias: ¡Me puedo morir tranquilo!
El que se reconozcan nuestras miradas y voces, por uno de los foros de mayor prestigio artístico en el mundo, a pesar de que las hayan tratado de acallar en nuestra tierra, estimula y ayuda a enfrentar el futuro, por híspido o afanoso que se muestre.
Gracias a todos los que han contribuido con tan lindo momento.
Pero sobre todo a los censores.
Esos de cuyo nombre, ni tendremos el más mínimo de los recuerdos. Por eso, ni siquiera, vale la pena mencionarlos.
Esos sin los que, por su tozudez, oportunismo, bajeza, inhumanidad, miopía u oscurantismo, hubiésemos logrado llegar tan alto, tan hondo, tan soñado, tan cerca y al mismo tiempo tan lejos.
Lo demás, ya es anécdota o paisaje.
Después de la batalla.
¡Gracias censura!
(sonido de trompetilla)
Una vez más: ¡Te cogiste el culo con la puerta!
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