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Cuando de sexo, pasión, locura y amor se trata, los cubanos son una especie casi única. Su idiosincrasia los lleva a modelos exclusivos. Los criollos pueden parecer frívolos y mujeriegos, pero solo tiene que presentarse una fémina que cuaje en su patrón para que la caballerosidad asome a flor de piel.
El cubano es una extraña mezcla de español, chino, africano y hasta de indios. Con su sonrisa patrimonial es un ser laborioso, emprendedor, conversador por naturaleza, generalmente un bailador por excelencia.
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No importa cuán angustiado ni necesitado esté, el cubano siempre está dispuesto a darte hospitalidad y alegría. Su calidez humana y su inimaginable ocurrencia le hacen salir airoso ante cualquier obstáculo que le depare la vida.
Lo mismo cree en Dios, en Changó, la Ouija, las cábalas y hasta los horóscopos y al mismo tiempo no cree en nada. No necesita leer y mucho menos graduarse de alguna universidad para conocer, comentar o compartir cualquier tema, sin importar su rigor profesional. En pocas palabras, se las sabe todas.
No te saluda ni te dice adiós con la mano, te abraza como si no te hubiera visto en años o te sopla un buen manotazo en el hombro o la espalda. Eso sin importar el sudor, el calor o la enfermedad que tenga.
No se extrañe si ve a una mujer u hombre cubano con más de una relación. Son polígamos por naturaleza. Y no es que no amen, al contrario, cuando desbordan su amor lo expresan con la transparencia de un niño.
Los cubanos son simpáticos e inteligentes, en grupos siempre se les oye gritar, pero en la intimidad, la pasión hace lo suyo. Los piropos son su especialidad, lo que los hace Máster en las ciencias de amar. Las relaciones personales y el sexo para ellos son el pasatiempo nacional, es como una obsesión.
Atractivos gracias a la diversidad antes mencionada, su mayor riqueza se deriva de la forma de coquetear tanto del hombre como de la mujer. A cualquier foráneo se le hace agua la boca cuando tiene ante sí un ejemplar de la Isla.
Sabedor de que le esperan unas exquisitas horas de sexo y una pasión desbordante, la “víctima” se frota las manos y da gracias en silencio cual premio mayor ganado.
Acostumbrados a regalar su pasión en días como San Valentín, muchas parejas obvian los tradicionales obsequios y comienzan una guerra sexual que los lleva a ser “enemigos” acérrimos en la cama. El reto esta planteado: el primero que logre que su contraparte alcance el orgasmo, ése es el vencedor.
No se extrañe si ve a una mujer u hombre cubanos con más de una relación. Son polígamos por naturaleza. Y no es que no amen, al contrario, cuando desbordan su amor lo expresan con la transparencia de un niño.
Al cubano solo dele, frijoles y sexo, lo demás es secundario. Por eso no se rompa la cabeza buscando cómo deslumbrarlo con un buen presente para San Valentín. Desnúdese y hágale el amor como solo un dios puede hacerlo. Porque los cubanos, cuando de pasión, sexo y locura se trata, son una especie única. Casi en peligro de extinción.
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