El Capitolio en plena restauración, el Gran Teatro remozado y lleno de luces, la vecina Manzana de Gómez convertida en vórtice del turismo más caro y sofisticado… en el radio de cuatro o cinco cuadras, solo queda sumergida en la oscuridad y el silencio la esquina que ocupa el cine teatro Payret, hasta hace unos años uno de los centros culturales más importantes de la capital.
La historia del cine teatro Payret se inicia en la época colonial, acompaña la Guerra de Independencia, el nacimiento de una república y llega al triunfo de la Revolución e incluso al siglo XXI. Por su escenario y pantalla ha desfilado la historia del arte cubano. En diferentes épocas, rivalizó con otros teatros cercanos como el Tacón (1838), el Albisu (1870) y el Irijoa (1884), renombrado en 1900 como Teatro Martí.
Amante de las artes, y en particular del teatro, su constructor y primer propietario fue el catalán Joaquín Payret, y su apellido nombraría para siempre el teatro inaugurado el 21 de enero de 1877 con una función en provecho de la Casa de Maternidad y Beneficencia. Sin embargo, la verdadera vida teatral comenzó el 23 de enero de 1878, con la presentación de la ópera La Favorita, de Gaetano Donizetti. Y evidentemente, el Payret formaba parte de la lista “de la gran escena” en aquel momento, pues muy pronto pasaron por sus tablas la ópera de Verdi La fuerza del destino, y también albergó el debut en Cuba de Anna Pávlova, y la actuación de la francesa Sarah Benhardt.
Con el tiempo, el Payret perdió un tanto ese aire exclusivista y cedió a las necesidades comerciales, de manera que por su escenario pasaron los Circos Pubillones y de Santos y Artigas, obras dramáticas y líricas, operetas y zarzuelas, obras vernáculas, revistas musicales y hasta peleas de lucha libre. De los artistas cubanos, actuaron en el Payret, Rita Montaner, Rosita Fornés, María Remolá, Candita Quintana, Blanquita Becerra, Antonio Palacios, Arquímedes Pous y Sergio Acebal, entre otros.
La Sociedad Pro-Arte Musical ofrecía sus conciertos en este coliseo y célebres figuras de la cultura y la política cubanas, como Enrique José Varona y Fernando Ortiz, ofrecieron allí sus conferencias y discursos. En 1925 quedó constituida, en esta sala teatral, la Federación Médica de Cuba.
El huracán de 1926 se llevó los techos del teatro, pero fue reconstruido, y diez años después comienza a ser usado también como cine, a tono con las grandes catedrales cinematográficas inauguradas en los años treinta, con el auge del sonoro y del cine de estudios en Hollywood.
En 1951, el teatro fue demolido por el comerciante asturiano José Sixto, quien lo reinauguró con funciones plenamente cinematográficas. La película de estreno fue Pequeñeces, con Jorge Mistral, Aurora Bautista y Sara Montiel, para así confirmar el sobrenombre del Payret como La catedral del cine español. En el vestíbulo, se destacaba la escultura de Rita Longa llamada La ilusión, y en ambos lados de la pantalla, la célebre escultura modeló las figuras de las nueve musas de las artes grecorromanas.
Después del triunfo de la Revolución, el Payret fue utilizado mayormente como cine, y fue restaurado en 1969, 1981 y 2008, estas dos últimas con vistas a que formara parte del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Ojalá este 2018 sea el año en que se restaure uno de los teatros y cines mejores de Cuba. El deterioro definitivo del Payret significaría una enorme pérdida para la cultura cubana.
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