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Con una revista musical titulada De París a Nueva York de la compañía de Lou Walter se inauguró, el 30 de diciembre de 1949, el Teatro Blanquita, el mayor del mundo en ese momento, pues contaba con 6 750 lunetas, y superaba en 500 al Radio City Music Hall, de Nueva York. De esta manera, el Blanquita se convertía en una de las mayores atracciones culturales del barrio de Miramar, la zona más selecta del entonces progresivo Marianao, después llamado municipio Playa.
El apelativo del teatro provenía del entonces Senador de la República Alfredo Hornedo Suárez, quien lo hizo construir en honor a su esposa, llamada Blanca Mauri. Además de senador de la República, Hornedo era director-fundador del periódico El País, y formaba parte de la burguesía ilustrada que se daba el lujo de crear periódicos y teatros.
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Al principio, el Teatro Blanquita contó con una pista de patinaje sobre hielo, y una cafetería con capacidad para 200 clientes. Tal enormidad tuvo que cerrar a mediados de los años cincuenta, pero luego reabrió, y en 1956 Liberace actuó en el Blanquita como parte de su primera gira internacional, y dos años después, en 1958, se presentó la diva española Sarita Montiel, que reunió a 140 mil personas. También actuaron allí Agustín Lara, Rita Montaner, Benny Moré, la orquesta de Pérez Prado o el Royal Ballet de Londres.
En los años sesenta, el teatro Blanquita fue rebautizado y recibió el nombre de Charles Chaplin, y así se mantuvo entre clausuras y reaperturas, pero su historia cambió por completo el 17 de diciembre de 1975 cuando se convirtió en Teatro Karl Marx y sede del Primer Congreso del PCC.
En los años setenta, el Karl Marx fue testigo de importantes reuniones del Gobierno, del Partido, el Estado y las organizaciones de masas, pero con la construcción del Palacio de Convenciones, el teatro de Miramar muy pronto se concentró en grandes espectáculos de artistas nacionales y extranjeros. Por su escenario pasaron Joan Manuel Serrat, Billy Joel, Los 5 Latinos, Los Mocedades, Alberto Cortez, así como los concursos anuales de música Adolfo Guzmán, televisados para toda la nación.
También marcaron un antes y un después los conciertos, en los años ochenta, de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Carlos Varela, entre otros. Y precisamente el hecho de llenar el inmenso teatro se convirtió en una especie de apuesta entre los principales artistas de Cuba. Por esa misma época, el Karl Marx fue la sede de las grandes revistas humorístico-musicales del Conjunto Nacional de Espectáculos, dirigido por Virulo.
En 2003 se convirtió en el Complejo Cultural Karl Marx y continúa siendo la sede de los grandes eventos sobre todo culturales como las galas de apertura del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, los Festivales Internacionales de Ballet o las Galas de los premios Lucas.
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