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La revolución o destrucción -me queda la duda- quiso cambiar todo, incluidos los nombres y esto pasó hasta con los antiguos motelitos, luego posadas y finalmente albergues INIT, lo último tal vez para vincular las "moradas del amor" con la participacion en zafras, escuelas en el campo, etc. O quizás para militarizar el sexo.
A mediados de los noventa, ante la insoportable situación que se confronta con la vivienda en la capital y su incapacidad para darle solución, el régimen toma otra de sus irreflexivas y locas medidas: convierte los albergues INIT en viviendas. Dando nacimiento así a los solares revolucionarios.
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Como siempre ha sucedido cuando el Estado toma una medida para remediar un problema, que en décadas no ha solucionado, crea otros muchos y eso pasó con el cierre de los moteles.
El sexo va de plano a las calles, parques, solares, en fin, todo aquel lugar que determinado tipo de personas piensan que les brinda "privacidad". La moral se enloda aún más en una infame e interminable noria. Y a esto se asocia un grupo de actividades delictivas.
Algunos emprendedores se dan cuenta de que el alquiler de cuartos, por horas, puede ser un negocio rentable y aunque primero ilegales, comienzan poco a poco a surgir en La Habana las viviendas dedicadas a esta finalidad.
Converso con Regina, una de las pioneras en estos menesteres. "¿Crees que me gustó convertir mi casa en posada? Mis hijas son mujeres. Una está casada, pero cuando comencé, hace quince años, tenían doce y catorce.
El término posada, en Cuba, se convirtió en algo obsceno por el uso que a estos lugares se le dio.
"El primer problema -continúa- fue con mi esposo. Sabes bien que por mucho cuento que nos hagan, los cubanos son machistas. Nadie lo pudo convencer. Lo venció la necesidad y el hambre que pasábamos".
"Sabes que muchos hombres no saben medirse y algunos vienen con cuatro tragos", dice el esposo-. "Por suerte nunca ha sucedido nada desagradable. "¿Te imaginas qué pasaría si se origina una riña?"
Everardo, un amigo, me cuenta que su mamá y un vecino fueron los primeros que en esa área comenzaron con los "alquileres". Nombre que se les da, vulgarmente, a estos lugares.
"Al desmovilizarme del Minint, y muerta mi madre, continúe con el negocio. El retiro no me alcanzaba para casi nada. A mi esposa la cosa no le cuadraba mucho y fue una lucha. Mi hijo fue quien la convenció".
"Ven para que veas –me dice saliendo de su casa- . Para entrar a este cuarto, que antes era el de la criada, no hay que pasar por la casa. Así nosotros mantenemos la privacidad y las parejas también".
No tuvo que hacer ninguna inversión. Su vivienda está en buenas condiciones y cuenta con tres cuartos más. Me dice que no emplea a nadie, pero que en otras casas hay personas contratadas. Todas mujeres.
Hablo con Iraida otra vecina de mi amigo. Se dedica a lo mismo.
"Cuando nos decidimos a empezar la casa sólo tenía dos cuartos, el de nosotros -me señala a su esposo- y en el otro dormían mis dos hijos. Por lo que nos mudamos todos a un mismo cuarto. Vendimos lavadora, televisor y hasta la batidora. Con el dinero que conseguimos construimos un baño muy precario para nosotros. El que existía estaba en buenas condiciones y lo dedicamos al negocio. A los dos años ya habíamos comprado todo lo que vendimos. Hoy hay más de diez casas, sólo en esta cuadra, dedicadas al alquiler, pero cuando empecé éramos solo tres en el barrio".
Doce años después Iraida ha construido, en el techo de su vivienda, tres cuartos con su respectivos baños y los tiene para el hospedaje.
Ricardo y Martha son ingenieros y pusieron toda su casa en función del alquiler de cuartos. Se fueron a vivir con los padres de ella. Nunca han empleado a nadie. Ellos y tres familiares más se encargan del trabajo. "Estamos en esto desde hace ocho años –me cuenta Ricardo- . Y hace dos que compramos una casa de tres cuartos a unas cuadras de aquí. Realmente el negocio nos va requetebién. Eso sí, no paramos de trabajar y de mejorar las condiciones de la posadita", me dice riéndose.
Estrella me plantea que vive al lado de donde trabaja, pero no ha podido hacer lo que otros porque en el techo de su vivienda, a dos aguas, no se puede construir. "Atiendo los tres cuartos que hay. Los limpio, cambio las sábanas y toallas, abastezco el refrigerador y cobro", explica. Para lavar sabanas y toallas hay otra muchacha.
Me lleva hacia el patio y veo las dos lavadoras que están para esos usos. También me enseña el cuarto que estaba por preparar. Muchos hoteles quisieran tener las condiciones con que cuenta esta habitación. "Los otros están por el estilo. Trabajo un día sí y otro no. De ocho de la mañana a las diez de la noche. Pero vale la pena el sacrificio. A mi familia no le falta nada. Además me pagan veinte días de vacaciones al año".
Marbelis trabaja en una casa de hospedaje en el Sevillano y vive en la Palma. "Trabajo todos los días de 9:00 am a 7:00 pm. Descanso un día a la semana. El que yo escoja. Lo hago todo. Atiendo los cuartos y lavo la ropa de cama y las toallas.
Le pregunto que si no piensa que la están explotando con esa carga. Que trabaja más de 250 horas al mes. "Quien me explotaba era el Gobierno. Soy ingeniera química y me encantaba lo que hacía, pero los 350 pesos que me pagaban se me iban, casi por completo, entre el agua, la electricidad y el pago de la casa. Yo fui quien le pidió a Bertha, la dueña, trabajar seis días a la semana y encargarme de todo. Ella pensaba hacer como casi todos por aquí. Mira preguntón, entre salario y propina gano al mes, como promedio, 400.00 CUC".
Las casas de hospedaje son una muestra de lo que es capaz de hacer el cubano. Muchos otros negocios florecerían en el país si el régimen diera a su pueblo las mismas facilidades que a los extranjeros. El nivel de vida se elevaría considerablemente y la riqueza que el régimen prefiere que vaya a manos foráneas quedaría en poder de los cubanos.
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