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Para designar a las personas que se enfrentan al régimen en Cuba se utilizan dos términos oposición y disidencia. Una designa a los que nunca pertenecieron al castrismo o simpatizaron con éste. La otra apunta a los que en determinado momento formaron filas o fueron sus partidarios.
Me formé en un pequeño gran pueblo, Jovellanos. Allí oposición y disidencia se dieron la mano desde principios de 1959. Aquellos primeros que enfrentaron al régimen actuaron por convicción, por creer que era su deber el hacerlo.
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Tengo muchos amigos, estudiantes de secundaria, que con solo doce, trece o catorce años se enfrentaron y no sólo de palabras con el castrismo. Recuerdo con cariño y dolor a Nelson Dueñas, Andrés Su y Roberto Viñas, quienes cumplieron largas condenas siendo casi niños y luego los desterraron. Ellos hoy son exiliados políticos en tierra prestada.
Tengo familiares y conocidos que fueron condenados por la misma causa y padres de algunos amigos que estuvieron años en prisión, murieron en combate o fueron fusilados. Recuerdo todavía los profundos orificios que dejaron las balas de los fusilamientos en el jardín derecho del estadio de pelota del pueblo. Ninguno de ellos luchó por beneficios personales o por prebendas.
Una parte de esos que hoy enfrentan al régimen han buscado la condición de "opositor-disidente" para beneficio propio, de sus familiares, amigos y de alguna que otra pareja sentimental.
Esas personas con tal de alcanzar o mantener logros personales, exageran, mienten, cometen fraude, plagian documentos, manipulan, prometen y presionan... sin distinción de sexo.
Son capaces, llegado el momento, de denigrar a aquellos que se les enfrentan. Y gustan, a conveniencia, sacar a relucir supuestos favores, cuando en realidad han sido decisiones dictadas por la lógica y la sensatez. Tristes herederos de aquello que dicen combatir, se convierten en caudillos. No sólo no saben callar y aun menos apartarse dignamente, sino que luchan a capa y espada por mantenerse en el cargo. Algunos se placen al decir que les gusta el poder, como si en realidad lo tuvieran. Aunque recurren mucho a él, se olvidan de que Martí señalo: "Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz".
Luego de rotundos fracasos y sin realizar el más mínimo análisis al respecto, hacen borrón y cuenta nueva. Y en el colmo del irrespeto se inventan causas y dicen que ya los objetivos de ese fracasado proyecto han cambiado, que son otros. Pretenden, como hacía Fidel: "Convertir el revés en victoria".
Siempre se ha planteado que desenmascarar a esos personajes es hacerle el juego al Gobierno y que, por encima de todo, está la unión, pero me pregunto: ¿qué unión? Y no perjudica más que nos cataloguen a todos por igual y nos califiquen como a ellos. ¿Ser cómplices es lo correcto?
Muchos nos vinculan con lo corrupto, el oportunismo y nos tildan de embusteros. ¿Es eso lo justo?
Un reconocido opositor me dijo una muy reveladora frase: “Cuídese que usted es un hombre que se ve inteligente y honesto. Una combinación escasa”.
En el medio que lo rodea abundan las personas inteligentes, pero por su frase imagino que escasean los honestos. ¡Él debe saber muy bien por qué me estampó esa frase!
Para hacer política hace falta dinero, pero muchos en Cuba y fuera de ella están haciendo dinero con la política. Pienso que esos, mis amigos de la infancia, Nelson, Andrés y Viña, al igual que muchos otros cubanos que dieron hasta sus vidas por enfrentar desinteresadamente al régimen de los Castro merecen respeto y también que desenmascaremos a esos farsantes, oportunistas y corruptos.
Ustedes… ¿qué opinan?
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