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No hay dipirona, gentamicina, ni benadrilina: Los medicamentos que ahora mismo “brillan por su ausencia” en Cuba

“Los diabéticos pueden morir sin insulina, los hipertensos se exponen a serias complicaciones si no disponen del hipotensor que les controla la tensión arterial, los enfermos de gota pueden sufrir episodios muy dolorosos al interrumpir sus medicamentos, y los asmáticos sin broncodilatadores".

Farmacias en Cuba © CiberCuba
Farmacias en Cuba Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 6 años

La escasez de medicamentos en las farmacias de Cuba es una realidad. “Las aglomeraciones que vemos actualmente frente a las farmacias, explican por sí solas el grado de desesperación al que hemos llegado”, afirmó al respecto la doctora y escritora cubana Laidi Fernández de Juan.

En un texto recientemente publicado en el portal de La Jiribilla, Fernández lamenta que en las farmacias cubanas “no hay casi nada”. “Apenas dos tipos de antibióticos orales, y algún que otro hipotensor”, escribió.

“Si bien es cierto que en el primer trimestre del año apareció en la prensa el anuncio de la difícil situación que afrontaríamos con el suministro de medicamentos, luego de ese artículo, —que no se entendió muy bien, dicho sea de paso, ya que hablaba de dificultades financieras en el mismo momento en que se constataba el aumento del número de turistas que habíamos recibido (mucho mayor que en el mismo período del año anterior)—, nada más se dice, de forma oficial. Pero en la calle, todos comentan”.

No resulta muy crítica, de primer momento, la escasez de medicamentos que pueden ser sustituidos por similares, explica la médica.

“Como sería el caso de los antihistamínicos (la difenhidramina o benadrilina, a pesar de la somnolencia que provoca, es la reina de esa familia, y con ella, se atenúan todas las manifestaciones alérgicas), de los analgésicos (bastaría con tener a mano la dipirona, sin necesidad de acudir al ibuprofeno, naproxeno, o a la indometacina), y en cuanto a las pomadas y ungüentos, con un esteroide tópico (triamcinolona), un antibiótico (gentamicina) y un antimicótico (miconazol), nos libraríamos de casi todas las afecciones cutáneas”.

Pero ninguno de estos ejemplos está “en existencia”, asegura.

Hoy por hoy, continúa, no hay disponibilidad de medicamentos para tratar la rinitis estacionaria conocida como coriza, ni para la cefalea u otro tipo de dolor, ni para una dermatitis de cualquier etiología, a lo que se añade la carencia rotunda de ansiolíticos, de antidepresivos y de inductores del sueño.

“Siguiendo con la tesis del ahorro, en este caso escoger un “calmante de los nervios” capaz de sustituir al alprazolam, por ejemplo, o al clorodiazepóxido, o a la trifluoperazina, o al siempre querido meprobamato, digamos que seleccionaríamos el diazepam, conocido como Valium en las películas”.

En tal sentido, la célebre narradora aclara que, con todas estos sustitutos, ha reducido “el botiquín al mínimo”, dejando fuera dos grandes líneas: “una prescindible, que consta de materiales de cura como algodón, gasa, esparadrapo, antisépticos como mercurocromo, timerosal, yodo, violeta de genciana y rojo aseptil”.

“Esto puede suplirse con jabón de lavar, azúcar, y un pedazo de sábana vieja. Supongo que las familias con niños traviesos y niñas juguetonas estén utilizando estos recursos tradicionales, porque en estos momentos, no hay otra manera de aliviar un rasponazo. La otra línea merece comentario independiente, por la extrema gravedad que implica”.

La autora se refiere a los medicamentos regulados por el conocido tarjetón, un medio por el cual el sistema de Salud Pública garantiza la entrega de forma periódica de medicamentos a personas con enfermedades crónicas.

Los diabéticos pueden morir sin insulina, los hipertensos se exponen a serias complicaciones si no disponen del hipotensor que les controla la tensión arterial, los enfermos de gota pueden sufrir episodios muy dolorosos al interrumpir sus medicamentos, y los asmáticos sin broncodilatadores (ojo: somos el quinto país a nivel mundial en incidencia de asma), presentar el peor cuadro de dicha enfermedad, llamado “Estado de mal asmático”, potencialmente letal”, explica.

Durante varios meses, relata Fernández, “dejamos de disponer del amlodipino y de enalapril (para los hipertensos), de hipoglicemiantes orales (para la diabetes) y del spray de salbutamol, vital para los asmáticos. Tampoco existe en cantidad suficiente el alopurinol de los gotosos, la amantadina de los enfermos de Parkinson, ni el timolol para combatir el glaucoma”.

En sentido general, la escasez de medicamentos de primera necesidad permanece anclada, con lo cual es francamente difícil llevar un tratamiento completo, como debe ser, opina.

Según comentarios de sus allegados, vecinos, familiares, ciertos medicamentos “nunca más serán vistos por nuestros ojos, como la furosemida, la dipirona, el meprobamato, el nitropental y las gotas de picosulfato de sodio”.

En ocasiones, las entidades correspondientes comunican a la población que “el pedido” llegó en la tarde, y que será vendido a la mañana siguiente. “Bien temprano, los sufrientes acuden en tropel, y resulta que ya no existe lo que llegó, porque a última hora, el jefe del almacén decidió despacharlo en horario nocturno”, narra.

Para resumir, la doctora, considera que son múltiples las causas del actual desabastecimiento de los medicamentos, y aclara que es bueno señalar que ni el personal médico ni las dependientas de las farmacias son los culpables del problema.

“Hemos dado suficientes muestras de ser comprensivos. Ya es hora de que nos informen cuándo se normalizará la botica, para que tenga sino “de todo”, “de algo” y no como ahora, cuando tiene “casi nada””, concluyó.

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