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Raúl Castro niega responsabilidad de Cuba en ataques a diplomáticos de EE.UU.

Los investigadores han llegado a plantearse la existencia de una “facción disidente de las fuerzas de seguridad de Cuba que haya actuado, posiblemente en combinación con otro país, como Rusia o Corea del Norte”.

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Este artículo es de hace 6 años

Raúl Castro se habría reunido directamente con Jeffrey DeLaurentis ―jefe de la embajada estadounidense en La Habana― con el fin de abordar en persona el tema de los diplomáticos norteamericanos que sufrieron un “ataque sónico” en la capital cubana.

Según ha dado a conocer recientemente The Associated Press, Raúl Castro le habría dicho al embajador Jeffrey DeLaurentis que estaba igual de perplejo que él por lo sucedido, y negó enfáticamente cualquier responsabilidad de su gobierno.

AP ha relatado que los cubanos incluso se habrían ofrecido a permitir el ingreso del FBI a La Habana para la investigación requerida.

De hecho, las agencias de seguridad de Cuba y EE.UU. han colaborado con más frecuencia desde que se descongelaron las relaciones entre ambos países, en 2015.

Lo realmente dramático, sin embargo, es que en estos momentos el número de casos “con confirmación médica” es de 21, además de que también hay varios canadienses afectados.

Algunos diplomáticos sufrieron pérdida auditiva permanente o daño cerebral leve. Francia, por su parte, también habría realizado pruebas a su personal diplomático en busca de posibles lesiones a causa de dispositivos sónicos.

Ciertas autoridades de EE.UU. creen que sí existen verdaderas razones para cuestionar que haya sido Cuba quien realmente perpetró una campaña clandestina de agresiones.

Los diplomáticos entrevistados por The Associated Press ―que exigieron anonimato por no tener permiso para hablar del tema― destacaron que a diferencia de ocasiones anteriores en que Cuba reaccionaba con indignación, por ejemplo “cuando Estados Unidos los acusa de asuntos como acoso a diplomáticos estadounidenses o de fuertes medidas en contra de los disidentes cubanos”, esta vez la respuesta había sido distinta.

Según lo explicado por los funcionarios, en este caso Castro no se presentó "ni displicente ni a la defensiva", pero "tampoco rechazó rotundamente que algo perturbador haya ocurrido en territorio cubano", si bien aseguran no ser responsables de manera directa.

Los investigadores han llegado a plantearse la existencia de una “facción disidente de las fuerzas de seguridad de Cuba que haya actuado, posiblemente en combinación con otro país, como Rusia o Corea del Norte”.

Durante décadas, Cuba y EE.UU. se han molestado mutuamente en materia diplomática. Sin embargo, lo que los funcionarios estadounidenses comenzaron a reportar en noviembre de 2016 fue completamente distinto.

Los diplomáticos de la embajada y sus familiares enfermaban. Algunos describieron sonidos extraños e inexplicables, incluidos sonidos agudos y de machaqueo.

AP reportó que "algunas víctimas relataron que entraban y salían de lo que parecía ser la zona de influencia de una potente onda auditiva que afectaba zonas específicas dentro de una habitación".

Todo ello habría sucedido mientras Washington y La Habana se encontraban cooperando a tiempo completo para garantizar el progreso en varios asuntos, antes de que finalizara la presidencia de Barack Obama.

Sin embargo, al sorpresivo triunfo electoral de Donald Trump el 8 de noviembre se unió la muerte de Fidel Castro el 25 de noviembre, y el panorama cambió.

Fue en ese momento cuando los primeros diplomáticos denunciaron sus inexplicables síntomas y episodios. No obstante, EE.UU. no sacó conclusiones en un primer momento, sino que pasaron varias semanas antes de que funcionarios de la embajada vincularan diversos incidentes, y se confirmara que varios diplomáticos sufrían daños.

Según el relato anónimo de los funcionarios de EE.UU., cuando Obama abandonó la Casa Blanca los rumores de ataques sónicos no habían alcanzado a las altas esferas ni al Departamento de Estado.

Fue el 17 de febrero cuando EE.UU. se quejó ante la embajada de Cuba en Washington y ante el Ministerio de Relaciones Exteriores de La Habana, y poco después se produjo el encuentro entre Raúl Castro y DeLaurentis.

Los ataques cesaron por un tiempo, pero sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que los incidentes se volvieran a presentar, de forma tan misteriosa como se habían detenido.

Después, fueron los canadienses los que resultaron afectados, pero esos ataques también cesaron.

Como Cuba no tiene diferencias abiertas con Canadá, los investigadores manejan dos hipótesis: o bien Cuba no está detrás de los ataques o, si lo estuviera, piensan que tal vez los canadienses fueron el blanco para encubrir los motivos y despistar a los investigadores, otra posibilidad que las autoridades estadounidenses aún no descartan.

A partir de ese momento, la embajada de Estados Unidos realizó exámenes médicos a sus funcionarios afectados, mientras que en los ámbitos diplomáticos de La Habana había ansiedad.

La embajada de Francia realizó pruebas a sus empleados después de que un miembro del personal expresara problemas de salud, pero fue una falsa alarma porque las pruebas no revelaron indicios de daño con un ataque sónico.

El FBI finalmente viajó a La Habana e investigó en algunas de las habitaciones en donde se reportaron ataques: una lista en la que se incluyen viviendas y al menos un hotel: el Capri.

Aunque en mayo de 2017 EE.UU. todavía no tenía respuestas, el gobierno de Trump expulsó de Washington a dos diplomáticos cubanos en protesta por la falta de protección del gobierno comunista a los representantes estadounidenses.

En ese momento, ninguna de las dos naciones reveló la expulsión, ni Cuba tampoco tomó represalias.

Al mes siguiente, Trump impuso algunas restricciones de viaje entre los dos rivales de la Guerra Fría, pero no hubo señales de que se tratara de una sanción por lo sucedido.

De hecho, Trump mantuvo intactos varios de los principales elementos de la política de Obama, incluida la reapertura de embajadas en ambos países.

En agosto, fue que el Departamento de Estado reconoció públicamente incidentes que seguían siendo investigados.

Dos semanas después, EE.UU. reportó que al menos 16 estadounidenses presentaban síntomas, pero el Departamento de Estado dijo en ese momento que los incidentes “no continuaban”.

Sin embargo, la cifra seguía en aumento, primero a 19 víctimas y esta semana llegó a 21. En tanto, el Departamento de Estado tuvo que retirar sus garantías de que los ataques habían cesado del todo, pues el 21 de agosto hubo un nuevo incidente.

“La realidad es que no sabemos qué o quién ha causado esto”, dijo el jueves la portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert. “Es por eso que la investigación continúa abierta”.

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