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La escena más recurrente tras el azote del huracán Irma por suelo cubano muestra amasijos de escombros, trozos de fachada, tejados y árboles caídos.
Aunque los sectores de las telecomunicaciones y la red eléctrica han sido dos de los más afectados por los fuertes vientos y las penetraciones del mar, es el de la vivienda el que más daños a largo plazo dejará.
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En la capital, donde su fondo habitacional está deteriorado y envejecido, se han producido a consecuencia de este huracán “157 derrumbes totales, 986 parciales, 818 totales de techo y 1 555 parciales de techo”, en total, 4 288 reportes de daños, según han informado medios oficiales cubanos.
Lo anterior, y aún sin cerrarse los balances de daños provocados por el poderoso organismo, viene a hacer más complicada la ya crítica situación de vivienda en el país donde, según datos oficiales, existe un déficit habitacional de 880.000 viviendas, 206.000 de ellas en La Habana y en la que destacan igualmente las 117 000 viviendas dañadas por eventos climatológicos pasados similares que no han sido aún estauradas
En la capital cubana, donde muchas de sus edificaciones no solo tienen más de 30 años sino que no reciben las reparaciones y cuidados requeridos, tan solo se han terminado 14.474 nuevas viviendas en los últimos cuatro años -en otras provincias la cifra es muy inferior y, en ocasiones, nula-.
Tan solo el año pasado se terminaron en todo el país 22.106 nuevas viviendas, el 58% por iniciativa privada y tan solo el 42% por entidades cooperativas y sectoriales. En la capital solo 258 viviendas en el 2016 fueron concluidas por sus moradores.
Los problemas de la vivienda en Cuba, por su parte, dañan la propia estabilidad familiar e inciden negativamente en un incremento de la natalidad al carecerse en muchos nuevos núcleos familiares de unas mínimas condiciones que los motiven a tener descendencia.
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