"Tú eres un enemigo de la Revolución": Eliécer Ávila es expulsado en su regreso a la UCI

En su texto, Eliécer describe que regresó a la UCI con la intención de pedir la documentación que le permitirá realizar estudios de posgrado en otra universidad.

Eliecer Avila / UCI © Eliecer Avila / UCI
Eliecer Avila / UCI Foto © Eliecer Avila / UCI

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Este artículo es de hace 7 años

Eliécer Ávila, líder del movimiento opositor cubano Somos + ha publicado en su perfil de Facebook una crónica en la que describe con lujo de detalles cómo fue su regreso a la UCI (Universidad de Ciencias Informáticas) de La Habana, el lugar donde estudió la carrera de Ingeniería y de dónde emergió su mayor fama y reconocimiento en aquel conocido episodio que protagonizó frente a Ricardo Alarcón de Quesada en el año 2011, durante una visita del entonces presidente de la Asamblea Nacional a dicha institución universitaria.

Las preguntas incómodas de Eliécer Ávila ("el estudiante de la UCI", como se le conoció durante mucho tiempo), marcaron una inflexión de rebeldía, que varios años después este joven conserva para incomodidad y descontento del Gobierno cubano.


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En su texto más reciente, Eliécer describe que regresó a la UCI con la intención de solicitar la documentación que le permitirá realizar estudios de posgrado en otra universidad. Como es de imaginar, la visita fue de todo menos agradable.

Con posterioridad, Ávila publicó en la misma red social un mensaje de apoyo que recibió de otro egresado de la UCI. El opositor cubano ha explicado que ha recibido en las últimas horas varios mensajes de apoyo similares a ese.

Transcribimos, a continuación, la relación de hechos que ha publicado Eliécer en su perfil de Facebook en torno a su visita a la Universidad de Ciencias Informática.

La UCI y sus "cuadros"… de lo sublime a lo ridículo....

Anoche casi no pude dormir. Miré el reloj constantemente ansioso de que llegara el día para volver a ver, aunque fuera de pasada, la Universidad que fue testigo de las mayores pasiones de mi juventud.

Un trámite que debo hacer para iniciar estudios de post-grado en otra universidad, requiere presentar entre otras cosas la certificación de notas. Ayer, la persona que atiende el archivo de la UCI, me explicó con mucha amabilidad que debía llevar personalmente una solicitud por escrito a su oficina, debiendo recoger el documento listo en un plazo de 15 días.

Le pedí a mi esposa que me acompañara si se sentía mejor de ciertos malestares propios de su embarazo, para mí sería un gran placer mostrarle al menos la entrada de el lugar que con tanto orgullo le he hecho incontables anécdotas. Después, lastimosamente, tuve que alegrarme de que ella prefiriera no interrumpir su reposo indicado. Pues si algo o alguien provocara una alteración con consecuencias, no quiero imaginarme en lo que me hubiera transformado.

Durante el viaje de ida, le iba contando al chofer lo bonito del paseo de las esculturas y muchas cosas más…

Llegué a la puerta de entrada y expliqué al personal de guardia mi propósito, ellos tomaron mis datos y los del taxi que me trasladó, nos dieron un identificador de visitantes y me explicaron a donde quedaba la oficina precisa para realizar la diligencia.

Nos dirigimos exactamente al lugar, conocido por los de allí como “docente viejo” sin desviarnos un milímetro de la calle principal. En la entrada del pequeño edificio me reconoció un profesor de mi tiempo, que si mal no recuerdo es del PCC, él estaba acompañado de una joven, tal vez otra profesora, me saludaron cortésmente y me indicaron la puerta del segundo piso a donde encontré la misma persona que me había atendido antes por teléfono.

Entregué mi solicitud en forma y recibí nuevamente la explicación debida.

Al salir del edificio, el profesor, que seguía conversando en la puerta me pregunta medio en broma y medio en serio: ¿Bueno Eliécer y tu qué, aun sigues jodiendo o ya rectificaste? Le respondí que al salir de la universidad y enfrentarme a la vida real en la calle, había reafirmado muchas de mis ideas y que seguía pensando y hablando sin hipocresía. El me respondió, “no todo es como tu dices”, a lo que le respondí sin dejar de sonreír que lo bueno era poder conversarlo siempre y estar dispuesto a escuchar con respeto. La muchacha que nos escuchaba hizo un gesto afirmativo y nos despedimos con un educado apretón de manos.

Regresé al taxi y le pedí que se adelantara hasta la salida pues quería caminar esos escasos metros y disfrutar de la vista actual desde la acera que tantas veces guió mis pasos… de nuevo sin desviarme del “camino real” aprecié cada uno de los detalles como si quisiera retenerlos en mi mente por muchos años más. Unos colegas que ahora son profesores también me recocieron y nos saludamos con el afecto de siempre. Me preguntaron qué me parecía la UCI ahora, les dije que estaba mucho más linda a pesar de los años… les dije que lo más hermoso eran los árboles (algunos los sembré junto a mi grupo en las BET y los trabajos voluntarios), le alagué a mi colega su vestuario tan profesional y de nuevo nos despedimos como siempre…

Al observar la Plaza Mella, me vino a la mente aquella canción que me enseño mi papá… “por esa calle, cuantas veces caminamos, y en ese banco, mi primer beso te di… y fue la plaza, la testigo silenciosa, de las citas amorosas, que a tu lado yo viví….” Como una película pasaron años, hechos y personas por mi mente….

Ya casi en la salida, justo frente al complejo de comedores donde mi deber en la Federación Estudiantil tuvo sus mayores retos, me saluda otra profesora, justo cuando me preguntaba por mi familia, una voz seca y fría puso fin a la agradable experiencia. Era el compañero Reinaldo Rosado, un guajiro de puerto padre igual que yo, que fue Presidente de la FEEM en el Pre de El Mijial cuando yo lo era de La Veguita, pero ahora con tremenda barriga y un lada. Me exigió que me montara en su carro para “sacarme de la universidad”, pues allí “no era bienvenido”.

¿A que viniste tu aquí?¿Cómo pudiste entrar? Me preguntó en tono amenazante. Sin dejarme llevar por su injustificable falta de respeto y educación, le expliqué el motivo y la forma absolutamente regular de mi presencia. Me rehusé a montarme en su carro y le dije que podía salir caminando sin problemas. Entonces apareció la Rectora, -¿qué tal profe? ¡Profe no, rectora! Ok ¿en qué la puedo ayudar señorita? ¡señorita no, señora! ¡Usted debe salir de aquí!

Siempre detesto llegar a discutir con nadie y menos con una dama que pudiera ser mi mamá, así que obedecí y al dar unos pasos más, ya estaba el taxi a mi lado con tremenda cara de susto pues lo habían mandado a buscarme urgente, me monté en el taxi pero nuevamente nos detienen en la garita de salida, ahora no nos dejan ir. Un chino que creo recordar como alguien menor que yo en mis años de estudios, se identificó como Secretario del Sindicato e indica que retengan mis documentos y me dice que debo esperar.

Llegan entonces de nuevo la Rectora, Reinaldo y un séquito de personas (como diez) presumo que otros “cuadros”, para interrogarme de nuevo sobre cómo y por qué entré allí. Algunos toman la iniciativa de declamar que “tú eres un enemigo de la revolución, esta es una universidad para los revolucionarios” y otras barbaridades fuera de tiempo y espacio, como la del mismo Rosado que parece quería destacarse diciéndome que “fuimos pero ya no somos ex colegas y que él hace lo que le de la gana”.

Cuando hubo una pausa, le di las buenas tardes a todos y me dirigí con el máximo de respeto a la rectora, suavemente volví a repetir la historia y le comenté de mi gran aprecio por la universidad y su gente.

La rectora me “exigió” no irrespetar el centro y me “pidió” que no quería ver ninguna publicación sobre lo sucedido en medio de prensa alguno.

Le contesté que “eran ellos con su actitud irracional e innecesaria los que estaban convirtiendo un simple trámite natural y de oficio en algo extraordinario y negativo”. Pues ya varios transeúntes estaban parados mirando la escena grotesca, tantas veces repetida en la historia de este país, donde un grupo de personas rodea y acosa a uno solo, como si compitieran entre sí por ver quien es más come candela.

Yo solo esperaría de alguien que ostenta el cargo de Rector, un trato profesional, ético y ajustado a mis derechos como egresado, a sus deberes como dirigente y a su vocación como educadora. Nada más, ningún privilegio, ni siquiera el de la sonrisa con que me han recibido tantos Rectores en Universidades de varias latitudes. Pero parece que era demasiado pedir, entregar un papel y retirarme tranquilamente de mi propia Universidad.

De regreso, no hablé ni una palabra, esas personas realmente me lastimaron, parece que esa es la especialidad de los “revolucionarios”. Al llegar a casa, Rachell me preguntó cómo me había ido, no pude evitar pedirle un abrazo y arrojar alguna lágrima.

Tal vez, si dejaran de perder el tiempo cuestionando mi visita y lo emplearan averiguando el por qué, la inmensa mayoría de los mejores estudiantes que se graduaron conmigo ya no están en Cuba, prestarían un servicio útil a la nación o incluso, comprenderían por qué pienso lo que pienso y lucho por lo que sueño, desde aquí.

Yo se que éstas personas no son la Universidad, aunque se arroguen la facultad de hablar por todos. Es raro el día en que no me escriba por la redes sociales o al correo alguien que está en la UCI o que pasó por ella, pues el ser humano, cubanos incluidos, es por naturaleza generoso y tiende a considerar sagrada e incondicional su relación con sus compañeros de estudios y de trabajo, con los que ha compartido tantos momentos hermosos y difíciles de su existencia. Hay cosas que al menos para mi, y para tantos otros buenos amigos, trascienden los criterios políticos o los sabores predilectos en los helados….

Mientras unos promulgan que la amistad termina donde comienza "el deber", otros creemos que no existe sobre la faz de la tierra deber más sagrado y hermoso que la amistad. De hecho hace poco pudimos compartir una cerveza y muchas risas, varios colegas de mi grupo que viven dentro y fuera de Cuba, nuestra promesa y anhelo de ese encuentro fue tratar de que el próximo año pudiéramos estar todos juntos, como los hermanos que siempre fuimos.

Consecuente con ese principio, hoy quiero mandarle a los que iniciaron la UCI, a los trabajadores tanto docente como de servicio, a los que estudiaron conmigo y a los que estudiarán en el futuro mi más cálido y sincero abrazo.

Como la Rectora me pidió no publicar nada en ningún medio de prensa y yo quiero honrar y complacer su deseo, comparto en mi muro de Facebook lo sucedido, en el mismo lugar donde tal vez hubiera escrito sobre un lindo día de dulces recuerdos, de no ser por los “cuadros”. Y para que no vayan a envenenar a nadie por ahí con mentiras… como suelen hacer a mis espaldas….

Ing. Eliécer Ávila
Eternamente orgulloso graduado de la Universidad de Ciencias Informáticas.

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