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La casa natal de Nicolás Guillén originalmente fue una vivienda cuyos antecedentes se remontan hasta la segunda década del Siglo XIX y fue modificada un siglo más tarde. En una pieza accesoria de esta casa, en la antigua calle de San Ignacio nació el 10 de julio de 1902 Nicolás Guillén Batista, más tarde Poeta Nacional de Cuba.
Antes de convertirse en Museo, la casa natal albergó la Delegación Provincial de la Unión de Periodistas de Cuba, y luego el Centro de Investigaciones Nicolás Guillen. En la actualidad, la casa se distingue, a pesar de sus muy modestas proporciones, y de la austeridad generalizada, por el arco de medio punto y un patio pequeño distinguido por el tinajón y el pozo de brocal.
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Luego de veinte años sin remozamiento ni reparaciones mayores, en 2015 se iniciaron obras que rehabilitaron la casa, la convirtieron en museo, y por supuesto le fue colocada la Placa de Monumento Nacional.
Pero poco hay que ver en el Museo, por muy interesado que esté el visitante en aprender más sobre la genial figura que lo inspira. Guillén fue uno de los escritores que disfrutó en vida de enorme reconocimiento nacional e internacional, y en el museo ni siquiera se pueden escuchar las extraordinarias canciones que a partir de su obra crearon Bola de Nieve, Pablo Milanés, Joan Manuel Serrat o Ana Belén y Víctor Manuel.
Solo pueden verse algunos de los pocos libros que usó el poeta, como una Biblia antigua, y algunas fotografías (muy pocas, mal exhibidas y peor identificadas) de una de las personalidades más públicas y notorias de la cultura cubana entre los años cuarenta y los setenta del siglo XX.
El museo necesita donaciones, atención, recursos, sensibilidad y sobre todo precisa de colaboradores, oficiales o extraoficiales, que conozcan el enorme legado de Guillén y dispongan de la imaginación para hacerlo llegar a sus admiradores de siempre y de ahora. Porque es preciso que las nuevas generaciones continúen atentas a las implicaciones éticas y la emotividad colectiva del poema Tengo.
A pocos pasos del museo, puede verse un mural donde aparecen los retratos de numerosos camagüeyanos insignes: Carlos J. Finlay, Salvador Cisneros Betancourt, Cándido González, Ignacio Agramonte, Ana Betancourt, Fidelio Poce y, por supuesto, Nicolás Guillén. Es preciso que en Camagüey, donde tanta atención se le presta a la cultura, se rescate el atractivo que puede y debe tener el museo Casa Natal de un escritor que siempre debiera estar de moda.
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