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A sus 101 años, la artista cubano-estadounidense Carmen Herrera estrena exposición en el Whitney Museum of American Art y un documental sobre su vida, "The 100 years show" de Alison Klayman, que se proyectará por primera vez el 11 de enero en el Film Forum de Manhattan, donde reside hace ya más de siete décadas como ya les relatamos desde este diario.
Como relata 'El Nuevo Herald', Herrera, nacida en Cuba en 1915 de padres periodistas, estudió pintura ya en la infancia lo que la llevó a viajar a París y a estudiar arquitectura en la Universidad de La Habana. Fue entonces cuando conoció al profesor de inglés de Nueva York Jesse Loewenthal con quien se mudó a Manhattan donde siguió estudiando arte.
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Sin embargo, pese a haber seguido pintando durante toda su vida, Herrera se topó con el rechazo generalizado de galeristas y expertos que no estaban dispuestos a exponer obras pintadas por una mujer.
"Nadie me hacía caso. Nadie me conocía. Rose Fried, la dueña de una galería, me dijo una vez: 'Lo que tú pintas me encanta, pero no te voy a dar una oportunidad porque eres mujer'" relata Herrera conteniendo la rabia de quien ha tenido que esperar demasiado el reconocimiento.
"Ya era tiempo [...] Esperaron demasiado"
Sin embargo, los tiempos cambiaron. Con el acceso de la mujer al mundo del coleccionismo de arte los muros que la separaban del éxito se derribaron. Como relata Tony Bechara, artista de Puerto Rico y amigo de Herrera, "De repente estaban listos para recibirla. Sus primeros coleccionistas tenían una cosa en común: eran todas mujeres."
Hoy, la artista de más de un siglo de vida exclama que "Ya era tiempo. ¡Ay por Dios! Esperaron demasiado".
En 20014 vendió su primera obra, poco después la galería londinense Lisson comenzó a representarla. Desde entonces sus obras adornan las paredes del MoMa, el Hirshorn Museum, la Tate Modern o el propio Whitney.
El estilo de Herrera es austero, de gran simpleza formal. Herrera no gusta de las explicaciones farragosas. "Mi pintura es mi pintura. No tiene sentimiento ninguno. ¡No sirve para nada!", explica riendo mientras descartan posibles significados más allá.
Este estilo tan característico se definió durante su estancia en el Paris de la posguerra (1948-1953) en el que la artista se asoció al movimiento artístico internacional del Salon des Réalités Nouvelles, donde desarrolló su pasión por la línea recta, evitando las curvas, y la simplificación de colores que primero fueron tres y más tarde sólo dos.
Sin embargo, a su vuelta a Nueva York en 1954, el excesivo minimalismo de su obra no fue buen recibido ya que se seguía prefiriendo el expresionismo abstracto y masculino.
Sus cuadros que han alcanzado un valor muy alto en el mercado, no alcanza sin embargo el valor de los grandes artistas que obtuvieron su reconocimiento en esa época como Frank Stella, Ellsworth Kelly o su amigo Barnett Newman.
Vegetariana desde que cumplió un siglo, cree que el secreto de su larga vida es "Hacer lo que te gusta, y hacerlo diariamente. Es lo que me pasa a mí. Me levanto, desayuno inmediatamente y me pongo a trabajar".
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