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En mi vida profesional, larga y fructífera por cierto, he tenido el inmenso placer de considerarme amiga de varias de las figuras más relevantes del deporte cubano.
Una de ellas sin duda alguna es para mí, la más espectacular de las morenas del Caribe, esa diosa que saltaba como ninguna lo hacía por encima de la malla a pesar de su “pequeña” estatura para el voly; esa corajuda mujer que sacaba el extra siempre para llevar a su equipo a la victoria; esa que tenía una mandarria por puño golpeando al balón que salía quebrado del dolor en el tanto decisivo del partido. Esa y no otra es la camagüeyana Mireya Luis.
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De familia deportiva, bien pronto Mireyita integró el seleccionado nacional al mando del que para ella fue no sólo su padre sino el de todo aquel grupo majestuoso de jugadoras, Eugenio George.
Bajo su égida, siendo aún quinceañera, Mireyita coadyuvó al éxito del seleccionado cubano en los Juegos Panamericanos de Caracas, Venezuela en el 1983, evento que por esas coincidencias que tiene la vida, marcaba la despedida de la hasta ese momento, más grande de nuestras voliebolistas, Mercedes “Mamita” Pérez.
“Fue hermoso ser el relevo generacional de un grupo muy talentoso de voleibolistas, e integrar otro que, con los años, hiciera una hazaña que hasta ahora no ha podido ser igualada, la de ganar tres cetros olímpicos consecutivos. Magaly Carvajal, Regla Torres, Imilsis Téllez, Marlenis Costa, Yumilka Ruíz, Reglita Bell, tantos y tantos nombres vienen a mi mente. Primeros sitiales en Campeonatos Mundiales, Torneos Los Cuatro Grandes, Grand Prix, y por supuesto los Juegos Olímpicos y Panamericanos colmaron una época de oro de nuestro voleibol femenino, que lamentablemente, ahora no tenemos.”
Hablar con Mireya es recordar su presencia en los Juegos Olímpicos de Beijing, a donde fue invitada como miembro de la comisión de atletas del COI (Comité Olímpico Internacional), y presenciar como la afición china, estuviera en la instalación que estuviera, se levantaba aplaudiendo a la esbelta y hermosa cubana, tras ser reconocida y es que la noticia de que Mireyita estaba en Beijing se esparció como un rayo.
“Sí, en efecto, soy muy querida en China, en Japón, en sentido general en las naciones asiáticas. Parece que ellos me veían tan pequeñita en comparación con otras atletas altas, y yo lograba elevarme por sobre la net y golpear la pelota con tanta fuerza, que los inspiraba, y sí recuerdo en esos Juegos Olímpicos, que incluso en la Muralla China, al ser reconocida, me saludaban con mucho afecto y cariño.”
Por supuesto que recordar la vida deportiva de la Luis y no hablar de la famosa “bronca” en el partido semi final entre cubanas y brasileñas, en los Olímpicos de Atlanta 96, sería narrar una historia incompleta.
“Tú estabas allí, Julita, sabes la historia mejor que yo. Fue un partido extremadamente peleado que al final ganamos tres sets por dos…. Al concluir, Ana Moser, Márcia Fu, en fin, todas las brasileñas y las nuestras empezaron a intercambiar improperios y lo que no son improperios: empujones, toallazos y hasta algún que otro alón de moños, y bueno, aquello siguió en el camerino. Los ánimos caldeados se vinieron a calmar en la Villa. Y nada, hoy día somos las mejores amigas. Yo he sido invitada varias veces a Brasil y créeme que nos reímos y compartimos acordándonos de aquel día”.
Sonrisa amplia, esa que siempre sale espontánea, nos muestra Mireya Luis cuando habla de su bella hija, Ida, bailarina no voleibolista, “su modelo” como le dice ella y el pequeño nieto de cinco años, Darío, que le dijo ABIA a los once meses. “Fue la primera palabra que dijo y me la dijo a mí. Él llena todo mi espacio, lo amo con locura. Me encanta cuando pone sus dos manitas en mi cara y me pide ver los muñes juntos en su cuarto. Mi niña, siempre será mi niña, es una linda mamá que se desenvuelve en la cocina como toda una maestra.
“En estos momentos hago presentaciones del libro del periodista Oscar Sánchez, Entre cielo y tierra, Mireya Luis en Haití, Río y Perú, en compañía de mi esposo Humberto Rodríguez.”
Mireya Luis colmó con sus remates, su desenvuelto andar sobre la cancha, su femeneidad y pasión más de dos décadas de buen voleibol por el mundo.
Hoy, al frente del voly de playa cubano, como parte de la Federación Cubana del deporte de la malla alta, trabaja en programas de interés en la Federación Internacional y la NORCECA (área de Norte, Centroamérica y el Caribe de voly).
No descansa Mireya Luis, quien sigue siendo, hasta la fecha, la más espectacular de las morenas del Caribe.
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