Hace pocos días recibí una llamada telefónica que me preocupó bastante. “Alegrías de sobremesa está a punto de desaparecer porque Luberta está agotado y no encuentra otro guionista dispuesto a asumir su papel”, me dijo un viejo amigo que trabajó durante 50 años en el ICRT y es como una biblia andante que conoce hasta el más leve entresijo de ese edificio enclavado en medio del Vedado.
Desde la noticia no me ha abandonado la inquietud por la posible desaparición de ese legendario espacio de las ondas radiales cubanas. Lo cierto es que si se concretan los malos augurios será un golpe fuerte para los cubanos que durante 51 años han escuchado con puntualidad las bromas picantes de Estelvina (Aurora Basnuevo) y Sandalio “El volao" (Mario Limonta) o las intromisiones de la chismosa del edificio interpretada históricamente por la actriz, Martha Velazco, ya retirada a los 91 años.
Razones de trabajo me han impedido escuchar las estampas cubanas del programa desde hace algún tiempo, pero recuerdo que hace ya muchos años, cuando lo descubrí, siempre me sentaba frente a un antiguo radio Selena (qué cubano no tenía en su cuarto uno de esos armatostes rusos que no se rompían ni pasándole por arriba con una aplanadora?), para escuchar esa trama cómica y burlesca que retrata la vida en un edificio de apartamentos, donde coinciden los típicos habaneros para tomar café, hablar sobre la buena nueva del barrio, desbarrar sobre una vecina con malas pulgas, indagar sobre la que llegó de Oriente o hacer una lista—con talla de zapatos incluida—, para entregársela a cualquier amigo del edificio que salga de viaje con un poco de plata en los bolsillos.
Alegrías de sobremesa, espacio estelar de Radio Progreso, es un pequeño retrato de la sociedad cubana de las últimas cinco décadas cuyo punto de partida son las situaciones que ocurren en el entramado de un edificio de apartamentos.
En el guion se ven reflejadas las pasiones de los cubanos, su capacidad para gastarse un chiste aunque la “soga apriete”, los exasperos de las mujeres celosas que llegan a encontrar hasta una aguja en un pajar si sospechan de su cónyuge, o los peligrosos rumores que echan a rodar en las esquinas cualquiera que no tenga nada más que hacer que enrarecer el entorno y complicarles la vida, ya complicada, a sus coterráneos en el barrio. Y yo, que he visto mucho, quizás demasiado, me imagino que cualquiera de ustedes, queridos lectores, ha tenido la amarga experiencia de toparse con esos personajes y que han debido llamarse a la calma para no pasarles por encima con la furia de todos los dioses del Olimpo juntos.
El programa está protagonizado por dos emblemas de la actuación cubana: el matrimonio formado por Aurora Basnuevo y Mario Limonta. A la pareja se le unen en esa trama de entuertos actores como Diana Rosa Suárez o Hilario Peña. Como es lógico, a lo largo de estas cinco décadas, han fallecido otros integrantes del elenco como la actriz Aida Isalbe.
El alma mater del espacio es el guionista Alberto Luberta, una de las figuras imprescindibles de la radio y la televisión cubanas. Luberta, de 86 años, quien siendo adolescente inició su carrera a los 16 en 1947 en la CMQ de Prado y Monte, hizo sonar las alarmas tras declarar que terminaba el programa si no encontraba un sustituto cuando escribiera el último guion. Creo que incluso le pidió ayuda al Centro Promotor del Humor, dirigido por Kike Quiñones, pero hasta ahora, según me cuentan, no ha encontrado una respuesta que le devuelva el alma al cuerpo.
No dudo que si decide concluir el programa Luberta tenga sentimientos encontrados por algún tiempo, como si hubiera perdido un poco su razón de ser, pero estoy seguro que sentirá en mayor medida la desazón de los miles de seguidores del espacio cuando conozcan la noticia de su desaparición del éter radiofónico, esos que aún lo escuchan sin saber que cada emisión puede ser la última.
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